Viejos deseos para un nuevo año

¿Cuáles son nuestros verdaderos deseos? ¿qué nos hace felices? El balance de un año con luces y sombras

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El fin de año propone balances, reflexiones y deseos nuevos (EFE)
El fin de año propone balances, reflexiones y deseos nuevos (EFE)

Estamos en pleno auge de saludos, abrazos (o no), deseos y encuentros. Todo ese clima de felicidad está también sutilmente teñido por la nostalgia.

Con cada persona con la que hablo, de alguna forma u otra, termino teniendo una conversación emotiva y llena de reflexiones. Sin ir más lejos, hace unos días hablé por teléfono con un amigo que quiero mucho, pero que veo poco porque vive en muchas partes del mundo y, sin darnos cuenta, terminamos teniendo una de esas charlas en donde las risas y el llanto casi que parecieran ser la misma cosa.

Hablamos como tres horas sobre todo, desde los detalles más pequeños hasta las generalidades de “qué es entonces la vida”, “qué es entonces lo real, lo verdadero”, “qué es una idea y que es lo que verdaderamente queremos para nuestras vidas”, entre tantas otras premisas findeañescas.

"Hay una sensación que me acompaña todas las noches y es el anhelo de caminar tranquila por la calle sola" (EFE)
"Hay una sensación que me acompaña todas las noches y es el anhelo de caminar tranquila por la calle sola" (EFE)

Al terminar la charla me sentía como cuando te tirás al mar helado, con ese shoot energético, pero abrumador, ese masaje fuerte, pero que afloja… casi como un dolor placentero. Pero al final aparece el sol ardiente que te seca las frías gotas y te llena de calor. Entonces solo pensás en volver a hacer lo mismo, en ese balde de agua fría que te abre los ojos, te llena de verdad.

Todo lo que dije, dijimos y escuché en la charla con mi amigo, me hizo pensar en mis verdades y en mis deseos, en lo que creo que más feliz me hace y, entonces lo supe…

Este fin de año me encuentra lejos de mis pagos, de mi familia, de mis perros y gatos, de mis amigues y del verano. Por trabajo esta vez me toca pasarlo de manera muy diferente y, como todo lo que es diferente, tiene cosas hermosas y algunas no tanto, como en este caso: la extrañitis.

Pero, sin embargo, hay una sensación que me acompaña todas las noches y es el anhelo de caminar tranquila por la calle sola. Cada día que vuelvo de comer, de trabajar, de recorrer, tengo el acto reflejo de mandarle a mi mamá y a mis amigas mi locación, por las dudas, es la costumbre.

Algunas veces, entre peldaño y peldaño, el miedo se evapora y es como si de pronto los ojos que hace tiempo llevo en la espalda desaparecieran. Y entonces respiro, puedo respirar en paz.

Reconocer este alivio, este placer no es solo para poder disfrutarlo, es también para poner en evidencia a la otra sensación (el miedo) y entender que no es normal. No es normal que nos violen, no es normal que nos maten, no es normal que nos discriminen. En fin, no es normal la violencia. Y, aunque al ver todo esto, la violencia no desaparezca, sí podemos ser un poquito más felices porque de esto se trata vivir en la verdad.

La celebración en las calles por la votación de la ley del aborto (EFE)
La celebración en las calles por la votación de la ley del aborto (EFE)

“Cuando comienzas a reunir las piezas puede ser mágico: la maravilla del momento del clic, cuando las cosas que hasta entonces parecían oscuras empiezan a tener sentido, cuando todo cae en su lugar. Parpadeas y el mundo reaparece: la claridad puede sentirse como magia”, dice Sara Ahmed en Vivir una vida feminista. Hacer clic es el primer paso hacia la liberación humana, el primer paso hacia un camino repleto de derechos, de deseos cumplidos.

Si me preguntaran cuál es mi mayor deseo para el 2022, más que cualquier otra cosa, sería caminar por la calle sin miedo. Como si fuera tan simple, ¿no? Sé que no lo es, pero de todos modos necesito dejarlo escrito: deseo que logremos un año con femicidios cero.

Deseo que logremos estar vivas no por valientes sino por personas.

Deseo que ser mujer, trans, gay, lesbiana, queer, gorde, flaque, alte, baje, o “sarabarangala”, no sea más que eso: ser.

Pero todo esto parece inalcanzable. En estos años pasaron muchas cosas y ni que hablar el 2020; comienzo de la pandemia, de un año lleno de incertidumbres, muertes y más y más y más miedos. Sin embargo, cerramos el año pasado de un modo un poco más alentador gracias a la aprobación de la ley de Aborto legal, seguro y gratuito el 30 de diciembre. ¡Qué mejor que cerrar un año de desgracias ganando derechos! Pero, a pesar de haber avanzado, sería fingir demencia pensar que “ya está”. Todavía queda mucho por lograr, todavía nos queda un largo terreno por allanar y muchos derechos por ganar.

Según las estadísticas del observatorio “Ahora que si nos ven”, a lo largo del 2021 hubo 213 femicidios (más los que aún no se saben). Esto es una realidad que no podemos negar ni dejar pasar, clic, clic, clic. Es importante hablarlo, decirlo en voz alta, a nuestres amigues, familias, a extranjeres y sobre todo a nosotres mismes. Y, aunque sabemos que ser escuchades tiene consecuencias, no podemos bajar los brazos porque si no militamos nosotres, ¿quién lo hará? Esta lucha madura y es gracias a todo el esfuerzo que vienen y venimos haciendo a lo largo de estos años.

Saber que nuestras vidas aún corren peligro es lo que, en efecto, nos mantiene vivas, pero no debería ser así. De nuevo, el primer clic es dejar de normalizar la violencia de género. Y todo lo que vivimos en estos años fue lo que nos hizo entender que todo eso no está bien.

Seguir en las calles, seguir alzando nuestras voces, leer, escribir, pensar, ayudar, escuchar, decir sí o decir no; “No, como la historia de cómo alguien rechaza lo que antes había soportado” (“No”, Sara Ahmed), son algunas partes del rompecabezas que hemos aprendido para volver a desear para este año nuevo dejar de estar obligadas a aceptar, dejar de estar obligadas a ceder, a decir que sí.

Rehabitar el pasado, saber qué sucedió, informarse; tenemos que tener el diario del lunes siempre para poder saber qué riesgos corremos y cómo repararlos lo más pronto posible. Y muchas veces, arranca en nuestras propias casas.

Las mesas de fin de año son un escenario ejemplar para seguir construyendo el rompecabezas. Porque, como dice Sara, allí estamos las “feministas agua-fiestas” para arruinar el festejo (Adrián Escandar)
Las mesas de fin de año son un escenario ejemplar para seguir construyendo el rompecabezas. Porque, como dice Sara, allí estamos las “feministas agua-fiestas” para arruinar el festejo (Adrián Escandar)

Las mesas de fin de año son un escenario ejemplar para seguir construyendo el rompecabezas. Porque, como dice Sara, allí estamos las “feministas agua-fiestas” para arruinar el festejo. No, de nuevo digo no, el “no-político” del que ella habla, ese no que pone límites. No soportar la violencia no es ser una ortiva, es desearnos libres. No tolerar el chiste machirulo del abuelo ni la pregunta pacata de la tía no es ser una mala onda, es defender nuestros derechos.

Yo sé que da miedo que nos tilden de agua-fiestas, que angustia y que no queremos, otra vez, pelear con la familia. Pero tal vez es un pequeño costo para que pronto caminemos por las calles sin miedo. Tal vez, que nuestros primos entiendan que por usar una pollera corta no somos responsables de que nos manoseen, lleve muchas cenas con tensión, pero estoy segura de que todo eso valdrá la pena porque tarde o temprano lo entenderán. Tarde o temprano todes vibramos con perspectiva de género, pero eso, mis querides, depende de nosotres.

Y vuelvo a citar a la increíble Sara Ahmed: “El feminismo puede reconstruir algo (o, con más suerte reconstruirnos a nosotras) a partir de experiencias que nos dejan vulnerables y expuestas. Feminismo: cómo sobrevivimos a las consecuencias de lo que enfrentamos ofreciendo nuevas formas de entender lo que enfrentamos”.

Espero no se desesperen en las fiestas familiares ni se ahoguen en la melancólica muerte de este año que pasó. Para que algo nuevo viva, algo viejo debe morir, así es la ley de la vida y así lo creo para este 2022: pronto ganaremos nuevos derechos y respiraremos tranquilas de día, y de noche, también.

“Para el feminismo: El No es un trabajo político”.

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