L-Gante no para

Elian Ángel Valenzuela ha hecho pasar malos momentos a políticos balbucientes y a comunicadores almidonados. A veces parece jugar

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Elian Ángel Valenzuela, L-Gante
Elian Ángel Valenzuela, L-Gante

La verdad es que una crónica auténtica en la literatura periodística tendría que construirse después de, por lo menos, una semana con Elian Ángel Valenzuela. Se madre, Claudia Valenzuela miró al hijo salir hace unos años (tiene ahora 21), para intentar colocar unos temas del palo, con bermudas, pantuflas y camiseta: “Ah, bueno”, qué elegante”. Quedó, y a Elian le fue bien en los pasos de inicio. Hoy, es la estrella del mundo cada vez más amplio y más caro, recibido a la vida en General Rodríguez, a unos 60 kilómetros al Oeste de la Capital, y en el barrio Bicentenario. Ya vendrá la semana entera -el gran juego de contar la historia de los días en proximidad- con este músico que sacude tanto al tipo señora o señor gordo y al rubor social, como a la fiebre de sábado por la noche noche o de cualquier día, cuando suelta su ametralladora de rimas enganchadas.

Tenemos mucho L-Gante mientras tanto, porque L- Gante tiene poder, tesoro en busca de una patrulla con poco rumbo que busca, busca para conseguir o retener. Aquí no se trata de juzgar lo que hace -en el sentido de la calidad musical- sino de pescar cuál es esa música y qué expresa ese flaco alto con la cara tatuada, como un integrante de las maras salvadoreñas, brutales y con señas de identidad por los signos trazados en cada una de las pandillas, enemigos mortales, contra los distintos. L-Gante está lejos de esa realidad, pero ni hablar que sabe bien quiénes tienen tatuajes en la piel de las caras. Tiene unos tatuajitos. Algo dice.

Elián Valenzuela abre el torrente de sus narraciones habladas y musicales, rimeros incesantes -en cada línea-, que definen de dónde vive y cuál es su atmósfera, su cultura, la manera de relacionarse entre hombres y mujeres; no discrimina ni rezuma fobias, pero en el idioma donde se habla en su planeta no se usa la palabra gay sino sinónimos ásperos. Es rap, es regatón, es cumbia, es trap, es, a mi juicio, sobre todo el influjo de la cultura hip hop norteamericana surgida de las calles de Harlem y del Bronx para llover sobre todo occidente y aún más allá.

Bueno, pues, aquí prosperó la semilla en la creación y en el negocio, si se trata de, quizás, arte, ropa – hay muchas viseras dadas vuelta en tantas cabezas- y formó un universo. Allí se puede encontrar al fondo de la casa que comparte con Claudia, la madre, y allí ha hecho una casa de tres pisos para Samanta Báez, la chica con quien ha tenido un bebé de un mes: la pareja, vienen a decirse las redes en estas horas, está en crisis fuerte. Samanta publicó que a Elian se le ha subido la fama a la cabeza. Elian replicó que trabaja día y noche, y que no tiene derecho a protestar ni a quejarse porque vive de “mi costilla”. Samanta agregó que la madre tiene celos de la niña -Jamaica, se llama- y que, en lugar de cuidarla, prefiere fumarse unos canutos con “los pibes”.

L- Gante está siempre cerca de su promotor, amigo, también músico y gestor importante del mercado, DT Bilardo: ¿ No es gracioso? También de Perro Primo, otro que versea y pisa fuerte. Los shows tienen mucha espectacularidad, con un juego de luces muy creativo y, supongo que, subliminal a tope. Están bien arriba. L-Gante está en los 25.000 dólares, si son instituciones o si se trata de empresarios; y consiguen reunir 3.500 personas tienen que poner como punto de largada 2 millones y medio de pesos.

¿Cómo lo hace? Por ejemplo así: “Eh/keloké, keloké//Bilardo esta en el beat, oh/Me presento, el L- Gante/activo pa´toda la gente/Encaramo´ to´pa´delante/Con respeto y con lo´código de frente/ Marcamo el flow diferente, pa´/Siempre volao la mente /Cuando llego toa me miran porque/ vengo del oeste/Fumo, me sube la nota y vuelo como un/parapente/Cuando vamo ´encapsulado´en humo /me empeña lo´lente. Son, en cierto modo, cuentos que se desenrollan y duran, y duran. Son parábolas y desafíos, y afirmaciones. Hay “gatita´” y alguna pistola imaginaria -creo- en la cintura. ¿Machismo? Desde una perspectiva de cancelación y corrección pura, al cadalso. Pero desde dentro es diferente: mujeres y varones tienen una visión compartida, que no es sometimiento sino acuerdo. Duro de tragar o no.

“La cucaracha, la cucharacha, ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene, marihuana pa´ fumar”, corrido de la Revolución mexicana sobre Pancho Villa.

Viene fantástico este titulo intermedio: la gasolina de L-Gante y de su tribu perteneciente es la marihuana. Está siempre y es el centro. La galaxia L-Gante no parece en absoluto cocaínica. Y la contraseña es 420, el 20 de abril por razones que difieren, aunque se coincide en que viene del hallazgo de un grupo de amiguetes hippies en San Diego, Californiam de una plantación de marihuana como para hacer millones de joints, la palabra local. Habrá quienes evocarán la gran música que integra Easy Rider (“Busco mi destino”, dirigida por Denis Hopper, 1970). Una de las canciones es “Don´t Bogart that joint”: pasame el joint, no te quedes con él, como Humphrey Bogart y el pucho eterno en los labios. Como quiera que sea, hablo del número es internacional. El 20 de abril, el 420, abunda en las letras y rapeos kilométricos de L-Gante.

De modo que aquí estamos, a L-Gante, y es apenas algo. Marginal, con mando extenso y creciente, ha hecho pasar malos momentos a políticos balbucientes y a comunicadores almidonados. A veces parece jugar en esos ratos: “¿Por qué no canta usted?, le dice a un influyente comunicador que le ha pedido una muestra. El entrevistador responde: “No es lo mío, no sé cantar”. L-Gante no demoró: “¿Ve? Yo tampoco”.

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