Economía del futuro: innovadora, verde, glocal, digital e inclusiva

Las nuevas ideas de creciente aceptación prometen una sociedad capaz de generar mayor bienestar y prosperidad para las mayorías

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Economía del futuro
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Los grandes filósofos que fueron dejando atrás el dominio de la metafísica y su afán por develar la verdad de las cosas (Nietzsche, Heidegger, Sartre y otros) abrieron un mundo de posibilidades para las personas. Ya no éramos una cosa más cuya esencia estaba estrictamente codificada. Éramos, en cambio, algo mucho más complejo y desafiante, un proyecto a construir a partir de la misión de “ser en el mundo”. Se escribía con expectativas, emociones, capacidades y experiencias propias de cada uno. La libertad comenzaba a ser el marco, y el lenguaje la herramienta propicia para darle manifestación infinita a nuestras capacidades cognitivas y generar significado para lo que somos y hacemos.

Comenzar un artículo sobre el futuro de la economía con una reflexión filosófica es un reflejo del signo de los tiempos. La persona en el centro no es un eslogan ni una expresión radical propia de grupos antisistema. Es una maravillosa conclusión que emerge con fuerza y creciente legitimación a raíz del recorrido que la Humanidad ha tenido hasta llegar a este mundo de luces y sombras propio de las primeras décadas del Siglo 21, y que tan visible aparece a raíz de la Pandemia que estamos atravesando.

Joseph Overton fue un funcionario norteamaricano que expresó con mucha claridad cómo funciona la dinámica de las ideas y su aceptación generalizada a partir de los liderazgos que las expresan. Ideas que aparecen como marginales y radicales en algún tiempo dejan de serlo y se convierten en fuente de consensos y palancas que inspiran a la acción. De allí la famosa “ventana de Overton”, que se va formando con esas nuevas ideas de creciente aceptación social en cada tiempo histórico.

Es cada día más evidente que una nueva ventana de Overton cobra forma en nuestra época. Y se multiplican las voces que confían en su aceleración post pandemia. En educación, medio ambiente, política, salud y tantos otros campos de la vida humana irrumpen con fuerza nuevas ideas, respaldadas por ensayos de validación y argumentos cada vez más sólidos. Y especialmente en la ciencia que estudia cómo generar los bienes y servicios que necesitamos para vivir a través de recursos siempre finitos y procesos eficientes. Es decir, la economía.

Como bien se ha dicho recientemente acerca de las epidemias y los epidemiólogos, la economía también es demasiado importante como para dejarla sólo en manos de economistas. Está claro que sin ellos, perderíamos profundidad y precisión. Pero solo con ellos corremos el enorme riesgo de modelizar demasiado, olvidando que en definitiva es el entramado de expectativas y comportamientos personales y grupales, tan difíciles de pronosticar y ordenar, lo que prima frente a todo modelo. Es terreno de sistemas complejos, donde operan múltiples mecanismos públicos de incentivos, diseños institucionales e iniciativas privadas. Las oportunidades para pensar e impulsar la economía del futuro florecen cuando se superan fórmulas simplistas, extremas o con demasiada carga ideológica.

Economía del bien común, capitalismo de las partes interesadas, nueva teoría monetaria, economía circular y muchos otros enfoques se erigen como movimientos y propuestas que tienen en común algunas premisas: romper con el mantra del crecimiento como única medida de éxito; ampliar la mirada acerca del rendimiento del capital considerando el impacto humano, social y ambiental y redescubrir el valor de las empresas ya no sólo como proveedoras excluyentes de rentabilidad para sus accionistas sino como agentes de progreso y cambio social.

Mientras el mundo afronta un presente difícil y dispares velocidades de transición en materia económica, crecen este tipo de enfoques e iniciativas que darán forma a una economía del futuro que en líneas generales podemos visualizar como innovadora, verde, glocal, digital e inclusiva. Y que puede, si los buenos liderazgos acompañan, tener la virtud de construir progreso a partir de lo mucho que el capitalismo ha logrado para ampliar el bienestar de las personas. La consigna es mejorarlo de manera sensata y efectiva, sin abrazar delirios voluntaristas que, por inconsistentes, terminan costando muy caros a personas y sociedades.

Innovadora porque la destrucción creativa y la ciencia aplicada a la producción de más y mejores bienes y servicios será más relevante que nunca. La cuarta revolución industrial se encuentra en etapas tempranas y muchas de sus tecnologías prometen una transformación de la capacidad para generar todo lo que necesitamos para vivir, superando restricciones de escasez, desperdicios de recursos y anunciando fuertes saltos de productividad. Ya sea en alimentos o transporte, en materiales o energía, en cuidado de personas o medicamentos. En todos los sectores, la innovación que históricamente ha demostrado ser el motor del progreso humano, se multiplicará de forma radical.

Será verde porque la preservación ambiental está dejando de ser un componente residual de los proyectos económicos y productivos para convertirse en el paradigma bajo el cual la economía debe funcionar y a partir del cual puede manifestarse una nueva dinámica productiva. La clave es la accesibilidad a productos y servicios sustentables que respalden la amplificación de los estilos de vida responsables con el ambiente. Como bien lo expresa la economista venezolana británica Carlota Perez: “El verde no se propagará por la culpa y el miedo, sino vía aspiración y deseo”. Es la economía circular llevada a su máximo potencial la que puede originar una era de crecimiento sostenible sin depender de un inviable gigantismo estatal.

Será glocal porque encontraremos nuevas coordenadas para esta eterna dialéctica de local y global que afrontan economías y sociedades. La globalización avanzada, de efectos asimétricos, dará forma a nuevos paradigmas para conjugar de manera más armónica las creaciones locales y productos de cercanía con las siempre necesarias manifestaciones de la escala exportadora de los países. Entre la óptica que sólo hace foco en los beneficios de las economías abiertas y la que opta por variantes de perimidas autarquías, habrá nuevas combinaciones de local y global con foco en el comercio justo y las cadenas productivas menos dependientes de las grandes fábricas asiáticas.

Será digital porque la transición de átomos a bits sufrirá una rotunda aceleración a partir de los avances de los nuevos dispositivos, inteligencia artificial, Internet de las cosas, 5G, biotecnología, computación cuántica en la nube e impresión 3D. Todas las industrias y actividades económicas estarán cruzadas por la tecnología digital, potenciando las capacidades de fabricación, servucción y distribución. Nuevos emprendimientos y manifestaciones del trabajo independiente crecerán a partir de la potencia del acceso digital y el poder de las plataformas. La inteligencia para implementar y regular el movimiento digital será clave para llevar todo esto a buen puerto en cada sociedad.

Y felizmente, creemos que será más inclusiva. Aquí se pone en juego fuertemente nuestra visión optimista acerca del desenlace aún abierto de los procesos en marcha. La creciente conciencia acerca de que la expansión de la desigualdad no sólo es moralmente cuestionable sino que atenta contra factores claves para el desarrollo económico como la confianza, la cooperación y el desarrollo de talento, está generando nuevas interpretaciones que superan el debate del tamaño del Estado y hacen foco en el poder de la innovación social e institucional. Esto supone un trabajo mancomunado entre actores públicos y privados para recrear esas vías de inclusión y ascenso social que, como bien explican Piketty o Branko Milanovich, fueron severamente afectadas en las últimas décadas de financiarización extrema de la economía global.

Atender los problemas del árbol, pero no perder la capacidad de mirar el bosque. Brindar empatía frente a la foto compleja de hoy, pero interpretar la auspiciosa película que está rodando. La economía resuelve necesidades y genera satisfacciones. Pero también suele ser portadora de privaciones y externalidades. Los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de Naciones Unidas para el año 2030 y la ventana de Overton en marcha con esas nuevas ideas de creciente aceptación prometen una economía capaz de generar mayor bienestar y prosperidad para las mayorías.

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