¿El fin de la globalización?

Tener un diagnóstico correcto sobre lo que esta ocurriendo resultará clave para impulsar el desarrollo de la Argentina

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A lo largo de la historia ha habido varias globalizaciones (IStock)
A lo largo de la historia ha habido varias globalizaciones (IStock)

Se ha puesto de moda anunciar el fin de la globalización, el proceso de integración de la economía mundial que ha tenido lugar en las últimas décadas. Existen, sin embargo, razones suficientes para pensar que lo que está ocurriendo no es su desaparición sino el inicio de una nueva etapa de la globalización. Tener un diagnóstico correcto resultará clave para impulsar el desarrollo de la Argentina.

A lo largo de la historia ha habido varias globalizaciones. Por ejemplo, a finales del siglo XIX y principios del XX el comercio y el intercambio de inversiones se incrementó notablemente. Fue de hecho gracias a este contexto internacional que pudimos aumentar nuestras exportaciones y recibir inversiones e inmigrantes desde la lejana Europa.

El proceso de globalización que estamos viviendo hoy en día tomó fuerza gracias por un lado a la incorporación de India, Rusia y China al mercado global y por el otro a la aparición de innovaciones tecnológicas que permitieron reducir los costos de comunicación y transporte. Este es el caso del internet y de los contenedores que cargan, de manera indistinta, camiones, trenes y barcos. El mayor intercambio de bienes, servicios y capitales impulsó el crecimiento de numerosos países emergentes y en especial de los asiáticos. Como consecuencia de esto, el porcentaje de pobres en relación con la población mundial bajó, según el Banco Mundial, del 36 % en 1990 al 18% en 2010.

Pero la globalización también generó tensiones, como comenzó a notarse luego de la crisis financiera del 2008. Esta crisis dejó en claro que importantes sectores de las sociedades occidentales habían venido sufriendo una pérdida de ingresos. Y aunque el principal motivo que explica este fenómeno es el reemplazo de trabajadores por máquinas, o automatización, también es cierto que en las últimas décadas millones de empleos industriales migraron hacia Asia en busca de menores costos de producción.

Sin embargo, el estancamiento que ha tenido lugar en la última década tanto del comercio de bienes como del movimiento de capitales no puede ser explicado por las medidas proteccionistas que han impuesto presidentes como Donald Trump. La causa principal es que los beneficios asociados con el proceso de apertura parecen estar cerca de su límite. En efecto, para 2008 las multinacionales ya habían expandido sus cadenas logísticas alrededor del mundo y no tenían demasiado margen para continuar haciéndolo.

¿Significa esto el fin de la globalización? No necesariamente, ya que el estancamiento mencionado convive con un fuerte incremento del intercambio de información entre las naciones. En efecto, lo que crece hoy en día es un comercio de servicios que es impulsado por una nueva serie de innovaciones, entre las que se encuentran el 5G y la inteligencia artificial. Las exportaciones de software que realizan las empresas argentinas son un ejemplo de esto.

Y de hecho la pandemia parece estar acelerando esta nueva etapa de la globalización. Por un lado, los gobiernos y las empresas están preocupados por el posible surgimiento de nuevos shocks externos, como pueden ser un conflicto entre China y Estados Unidos o la aparición de otro virus. Buscan, por lo tanto, “achicar” sus cadenas de valor. A una empresa estadounidense hoy le puede resultar más seguro importar insumos desde México que desde China. De continuar este proceso, podemos asumir que en los próximos años el comercio regional ganará mayor protagonismo respecto al que tiene lugar entre continentes. Finalmente, el coronavirus también ha acelerado la adopción del teletrabajo, tendencia que facilita el intercambio de servicios entre países.

¿Qué debe hacer la Argentina ante este escenario? En primer lugar, no asumir que el mundo va a adoptar un proteccionismo similar al que tuvo lugar en América Latina antes de 1980. La mayoría de los gobiernos no pretenden sustituir importaciones para impulsar su crecimiento económico. El proteccionismo va a tender a centrarse en algunos sectores puntuales de la economía debido al valor estratégico que tienen. Este es el caso de la salud o el de la industria militar. Una lectura adecuada del nuevo escenario internacional también debería llevarnos a fortalecer nuestra relación con Brasil. A los motivos políticos que explican la importancia de esta alianza, debemos sumarle las oportunidades que la regionalización del comercio internacional le presenta al Mercosur.

Tampoco debemos olvidarnos de que la Argentina y Brasil tienen dos de las economías más cerradas del mundo. Esto significa que todavía tenemos mucho que ganar gracias al intercambio comercial e inversiones. Por ejemplo, la ratificación del acuerdo estratégico entre el Mercosur y la Unión Europea no sólo impulsaría el comercio, sino también la llegada de inversiones debido a que nos permitiría establecer reglas más claras y estables. Lo cual a la vez nos volvería más predecibles. Por último, en los próximos años la economía digital liderará la creación de riqueza a nivel mundial. Esto significa que debemos poner foco en la incorporación de nuevas tecnologías, especialmente en aquellos sectores que son competitivos y que a la vez pueden generar más y mejores empleos.

El autor es secretario general del CARI y global fellow del Wilson Center