
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, se dirigió a la Asamblea General de la ONU e informó del descubrimiento de un nuevo arsenal de armas secreto de Hezbollah en Beirut, advirtiendo no solo del peligro que eso representa para Israel, sino para el propio Líbano.
“Vimos la terrible explosión en el puerto de Beirut el mes pasado”, dijo Netanyahu mostrando un mapa de la capital libanesa después de la explosión de principios de agosto pasado. “Doscientas personas murieron, miles fueron heridas y un cuarto de millón se quedaron sin hogar”, agregó, en la retransmisión en directo desde las Naciones Unidas.
Y añadió: “Ahora, aquí es donde va a tener lugar la siguiente explosión. Precisamente aquí”. Y señaló un lugar en el mapa próximo al lugar donde cientos de toneladas de nitrato de amonio estallaron el pasado cuatro de agosto.
Los servicios de inteligencia israelíes han descubierto estas informaciones, no solo el arsenal secreto que reveló Netanyahu frente a la ONU, y al mundo entero, que está al lado de una compañía de gas en medio de un barrio popular, sino otros dos: uno en el sótano de un edificio de siete pisos donde viven 70 familias, cerca de un hospital y una iglesia, y el otro bajo un complejo de cinco edificios de residencias donde viven unas 50 familias a pocos metros de una mezquita. Ambos en Beirut.
Irán, el espónsor de Hezbollah, viene advirtiendo desde hace años a quien quiera oírlo que su objetivo es acabar con “la entidad sionista”, véase, “Israel”, y Hezbollah, grupo terrorista chiita representante del régimen de los ayatolas y que desgobierna en El Líbano, repite el mismo estribillo.
La comunidad internacional, por sus propias dinámicas, presta oídos sordos a este tipo de lenguaje y no lo considera una verdadera amenaza.
Pero cuando la inteligencia israelí prueba que Hezbollah acumula armas que, intencionadamente o no matan también a la población libanesa, y que de manera regular su líder Hasan Nasrala anuncia que tienen capacidad de alcanzar con sus misiles de precisión también la ciudad de Tel Aviv, la pregunta es ¿qué hace falta para convencerlos de que Israel, efectivamente, está en su punto de mira?
Cada vez hay más países que se unen a la condena de Hezbollah, no como legítimo partido político, sino como organización terrorista, desde la propia Liga Árabe, los Estados Unidos, Francia, Alemania, Egipto… y los antes más reticentes países Latinoamericanos se han unido a la calificación: Argentina fue el primero, seguido de Paraguay, Venezuela, Colombia y Honduras.
No hay que olvidar que la organización tiene una fuerte y perniciosa presencia en la Triple frontera que comparten Paraguay, Argentina y Brasil, en la que realiza todo tipo de actividades criminales.
Es evidente que Hezbollah e Irán (Irán y Hezbollah) atentan con todas sus fuerzas contra el estilo de vida occidental y democrático, y varias naciones representantes de ese estilo, desde la propia Líbano, cuya capital era conocida como la París de Medio Oriente, como su vecina Israel, pasando por Bulgaria hasta alcanzar la distante Argentina, han sufrido las terribles acciones de estos terroristas.
Israel ha advertido en múltiples ocasiones que hará todo lo posible por evitar que Hezbollah complete su proyecto de convertir su arsenal masivo de misiles convencionales en misiles de precisión y seriamente ponga en jaque la defensa aérea israelí.
Serían muy buenas noticias que la comunidad internacional lo apoyase. Por su propio interés.
La autora es directora ejecutiva de la agencia Fuente Latina
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