El papa Francisco y “La vocación de Mateo”

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La vocación de San Mateo, de Caravaggio
La vocación de San Mateo, de Caravaggio

En nuestra nota del domingo pasado hablamos del lanzamiento hecho por el papa Francisco en Roma de la universidad del sentido. A propósito de su discurso pronunciado en esa circunstancia, recordábamos las tres imágenes que trajo a cuento: una escena de la película La Strada de Fellini (1954); la imagen de La vocación de Mateo, pintura de Caravaggio; y la imagen de la novela El idiota de Dostoievski. De estas imágenes ejemplares toma “tres conceptos: el sentido, el llamado y la belleza”.

Tres conceptos de tres imágenes de tres geniales artistas. Nosotros nos proponemos brevemente en esta nota hacer algunos comentarios y referencias al autor e interpretación de la obra La vocación de san Mateo, dejando para más adelante breves comentarios sobre las otras dos.

Los artistas

Volviendo sobre el tema de los artistas y la belleza, no pocas veces traído a cuento por el papa Francisco en sus discursos es preciso recordar que los artistas son seres especiales. Quien es un verdadero artista trasciende la razón y lo puramente sensible y siempre es un ser que transita en medio de la tensión entre lo finito y lo infinito. Alguien que está abierto a la inspiración de las formas abstractas o de la realidad y que transitando el camino de la creación es en muchos casos un ser privilegiado para encontrarse con el gran Creador del Universo. No queremos decir con esto que la vida del artista literario, teatral, del cine o de las artes plásticas u otras expresiones artísticas, sea una vida consagrada a la fe, ni fácil, ni tranquila, ni alegre, ni mucho menos trivial sino al contrario. Queremos decir que de existencia intensa, el artista esta más cerca del misterio de la vida y de la muerte y por ello mismo dotado de una gran riqueza espiritual. Como afirmaba Leopoldo Marechal, el alma del artista encuentra en la belleza el mejor vehículo para el descenso y el ascenso. Podríamos decir que habita -como las nómadas Leibnizianas- entre el cielo y la tierra.

Caravaggio

La vida del gran Michelángelo Merisi da Caravaggio osciló entre lo más sublime de lo sagrado y lo más tenebroso de lo profano. Su existencia fue visitada por la locura, la ansiedad, la pobreza y la violencia. Excluido de su hogar paterno, fue lo que llamaríamos hoy “un niño de la calle” y así llegó de Milán a Roma, donde siendo aprendiz del pintor Giuseppe Cesari encontró en la creación su destino de grandeza y también de pobreza. Se consagró en la Roma del medioevo donde fue genio y al mismo tiempo loco, homosexual, estafador y pendenciero. A pesar de todo ello, su maestría lo llevó a vincularse con importantes personajes. Detenido en varias oportunidades y condenado a la pena de muerte por haber cometido un homicidio tras un altercado, murió en circunstancias oscuras bajo el rayo del sol de julio en una playa, en el año 1610 cuando tenía 39 años y una trascendental obra que llega a nuestros días. En ella, varios cuadros pintan con dramatismo escenas de los Santos Evangelios como La vocación de San Mateo, expuesto frente a otro no menos trascendental del mismo artista: El martirio de San Mateo. Ambos se encuentran en la capilla (Contarelli) de la Iglesia San Luigi dei Francesi cerca de la Piazza Navona.

La obra

El llamado fue un trabajo realizado por Caravaggio entre los años 1599 y 1601. Como podemos ver en la reproducción de acceso en la web, es una escena que muestra a Jesús ingresando a una taberna donde se encuentran reunidos en torno a una mesa un grupo de cobradores de impuestos y señala y llama a uno de ellos de nombre Mateo.

(Aclaración: Mateo era un recaudador -algo así como funcionario de la AFIP de Herodes- tetrarca de Judea, una función despreciada por los judíos, por lo cual los fariseos criticaron a Jesús al verlo con un publicano y pecador a lo que Jesús contestó: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores” (Marcos 2: 15-17).

La irrupción de Jesús acompañado por Pedro provoca reacciones diferentes. Los personajes retratados revelan la sorpresa de unos por la interrupción. No así la actitud de Mateo. Este parece sorprendido al mismo tiempo que se pregunta: “¿a mí?”. La bodega es oscura, pero aparece iluminada por la presencia de Jesús. Los otros continúan contando monedas.

Si bien observamos los ojos de Mateo y la inclinación de su cuerpo, demuestran que siente la fuerza de la presencia de un poder superior ejercida por los dos nuevos que llegan (Pedro y Jesús).

“Ese dedo de Jesús, apuntando así…a Mateo…me impresiona el gesto de Mateo. (Percibe al Señor pero…) Se aferra a su dinero, como diciendo: ¡No, no a mí! No, ¡Este dinero es mío! y esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada” (de la conversación de Francisco con Spadaro, La mía porta e sempre aperta) y la mirada de Jesús reafirma: ¡Sí, soy Jesús, hijo de Dios vivo y he venido a llamarte para que seas un auténtico cristiano! Dios está llamando a dejar lo que hacemos para darle el máximo sentido de amor a nuestra vida. “Dios da misericordia y elige, se lleva consigo” (Francisco, lugar cit.).