Sobre la sensibilidad y la política

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En la inauguración de las Jornadas Sociales de Mar del Plata, ante la afirmación de la gobernadora María Eugenia Vidal sobre su compromiso de "hacer y estar", el obispo Jorge Lugones lo relativizó. Propuso la categoría de "sensibles" como más relevante para entender y actuar frente a la pobreza.

Por un lado, intentó quitarle importancia a uno de los ejes del Gobierno de Vidal, la cercanía asociada a la acción, al tiempo que se atribuyó la virtud de decidir quiénes son o no los verdaderamente sensibles, tal vez pensando en una suerte de priorización política entre sensibilidad, saber y acción.

De las palabras del obispo Lugones surge que en la lucha por la justicia social valen más los que sienten que los que hacen; afirmación francamente injusta si se mira con objetividad el compromiso personal de la gobernadora con su trabajo y el reconocimiento que ha logrado precisamente de los más pobres.

La sensibilidad es una cualidad personal que nos lleva a querer mirar al otro e incorporar lo que vemos y sentimos en nuestro proceso de toma de decisiones. Es cierto que mirar es esencial, pero, como lo muestra la historia, mucho más importante es saber transformar la mirada en acción, sobre todo cuando se trata de aquellos que no tienen capacidad para soportar errores.

Usada como criterio central, la sensibilidad es una categoría muy engañosa, que se justifica a sí misma. Priorizar el hacer y el estar exige resultados, para la sensibilidad alcanza con el discurso, porque en todo caso los errores son de quien hace, no de quien siente.

La historia está llena de populismos destructivos que, como es el caso de Cristina Kirchner y Nicolás Maduro, al tiempo que manipulaban la posesión de la sensibilidad para dividir a sus sociedades, las empobrecían. Además de mostrar cuán engañoso es ese criterio para medir el impacto concreto de las acciones, estos ejemplos deberían hacernos reflexionar sobre lo peligroso que es atribuirse la cualidad de calificar a las personas según criterios nacidos de las propias opciones políticas.

La izquierda, que se autodefine como esencialmente comprometida con la justicia social, ha sido una generadora crónica de pobreza, simplemente porque no reconoce que el desorden macroeconómico es un gran generador de todos los vicios que agreden a los más pobres.

Un caso muy actual es el del dirigente docente Roberto Baradel, a quien el obispo Lugones defendió públicamente. ¿Podrá decirse tal vez que Baradel es una persona especialmente sensible y comprometida con la situación de los más pobres cuando se niega absolutamente a discutir variables claves como el ausentismo, la evaluación, la formación docente y en general la calidad educativa? ¿Son insensibles los funcionarios que van logrando cotidianamente avances en la mejor administración del sistema educativo? ¿Qué vale más para el futuro de esos niños sin destino? ¿El hacer o el hablar? ¿No será el señor Baradel un "empobrecedor" oculto en lugar de un ejemplo a defender?

Otra discusión relevante a estos efectos es la que tenemos en estos días acerca de la valiente decisión del presidente Mauricio Macri de acudir al FMI para frenar la corrida cambiaria que nos hubiera conducido a un desastre. ¿Qué es más sensible? ¿Anticiparse a frenar una corrida que, como lo muestra nuestra historia, hubiera generado un nuevo empobrecimiento masivo o la crítica sin propuestas? No me cabe duda que en la decisión del presidente Macri hubo una enorme cuota de sensibilidad social, aunque sea más cómodo cuestionarlo en función de la sensibilidad.

Estamos convencidos del trabajo de Cambiemos sobre las múltiples dimensiones que generan pobreza y afectan las posibilidades de las personas para construir una vida digna: el empleo decente, el narcotráfico, los barrios populares, la presencia del Estado en el territorio, la calidad educativa, el embarazo adolescente y tantas otras dimensiones de la exclusión. Y creemos que merecen al menos un reconocimiento básico tal que permita dialogar para mejorar y ampliar nuestras acciones. Ese es nuestro espíritu. Esperamos que nuestros interlocutores también lo tengan.

El autor es diputado nacional de Cambiemos.