Con la creciente preocupación provocada por el calentamiento global, la polución ambiental, la contaminación de alimentos, suelos, aguas y hasta el aire, es primordial incentivar y desarrollar buenas prácticas en la industria en general, en pos de atender las inquietudes crecientes de la población. Ya no podemos mirar al costado, pues las consecuencias de tanto maltrato al ambiente las estamos padeciendo día a día.
Sin ir más lejos y para ser concretos, podemos citar tres ejemplos de prácticas industriales amigables con el entorno, aplicables a diferentes industrias.
El tratamiento efectivo de efluentes es un proceso fundamental en la práctica industrial, ya que afectará de modo directo al entorno. Siempre y cuando hayan sido previamente tratados de forma óptima en las unidades industriales, ya que sin este buen manejo inicial, los resultados no serán satisfactorios, y respondiendo a la legislación específica de cada sector, es posible incorporar determinadas bacterias que aceleren el proceso de degradación y hagan que los efluentes lleguen al descarte sin provocar daños ambientales.
La biorremediación de los suelos
En el caso de los hidrocarburos, esenciales fuentes de energía en el mundo globalizado, las demandas de la población, una legislación que monitoriza en forma eficiente y estricta esta actividad, una creciente concientización vinculada con los daños ambientales provocados, han determinado un cambio de actitud en relación con los procedimientos. De todos modos, existen dos cuestiones clave a considerar indefectiblemente: efectuar procedimientos que garanticen la menor interferencia medioambiental posible y remediar los daños provocados en actividades del pasado.
En relación con este último punto, y a través de la biorremediación aplicada al saneamiento de los suelos, pueden devolverse a la tierra las características previas a ser afectada por algún proceso productivo, como la extracción de petróleo o el vertido de residuos industriales. Este tratamiento biológico combina la acción natural de bacterias que metabolizan las sustancias contaminantes, recuperando la actividad vital de los suelos.
La utilización de probióticos, biofertilizantes y biopesticidas
Para el sector agroganadero, el desafío radica en tomar conciencia de que es posible mantener la producción y la rentabilidad reemplazando la utilización de agroquímicos y antibióticos, para darles paso a una agronomía y una ganadería basadas en prácticas más naturales y sustentables, teniendo para esto a la microbiología como aliada.
En la agricultura, incorporando microorganismos en el suelo para que funcionen como biofertilizantes y biopesticidas en el cultivo. Y en el caso de la cría de animales para consumo, suplantando el excesivo uso de antibióticos por probióticos, y otros aditivos naturales que actuarán como promotores del crecimiento animal, optimizando su salud general.
Es así como, una a una, todas las industrias deben hacer lo propio desde el lugar que ocupan, no sólo para garantizar la excelencia en los productos que comercializan, sino para resguardar el ambiente en el que lo hacen. La sociedad en este punto ya no es flexible, la preservación del medio es hoy una exigencia básica.
Ya no se aceptan procesos productivos que consideren la responsabilidad social empresarial como algo extraordinario o una acción como vidriera. Entendemos que el compromiso y las buenas prácticas de las empresas deben transcender la calidad y la presentación de productos que comercializan. Tal esmero debe ponerse también en el cuidado del ambiente donde se desarrollan. Pues, al fin y al cabo, generar un buen producto a costa del medio que habitamos no es negocio para nadie.
La opinión pública está cada vez más informada como para detectar qué empresas son responsables, protegen y cuidan el medioambiente en sus procesos, y cuáles no. Por eso, el sector de RSE toma relevancia progresivamente mayor; es un área que debe reportar directamente a los más altos niveles de dirección de las empresas.
Esto es muy importante porque, en algunos sectores, en pos de la productividad, a veces los responsables de la producción tienden a flexibilizar los procesos en relación con las mejores prácticas ambientales. Es una equivocación pensar que la falta de una política de RSE adecuada no tiene consecuencias. Por el contrario, estas van desde el descrédito hasta la preferencia por otras marcas.
La RSE debe ser una política esencial en la cultura de la empresa y, además, es un excelente diferencial de mercado que beneficia a nuestro entorno. Las buenas prácticas y los procesos orgánicos son, por añadidura, un argumento fundamental en la comunicación empresaria para sumar ventajas a aquellos que las practican.
El autor es director de Comunicación y Relaciones Institucionales, Amerex.
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