
La transformación hacia energías limpias avanza, pero lo hace sobre cadenas de abastecimiento cada vez más presionadas por la falta de infraestructura, la volatilidad energética y nuevas reglas de comercio internacional.
El último informe del Foro Económico Mundial muestra que, aunque la tecnología está disponible, la logística global enfrenta límites estructurales: redes eléctricas congestionados, puertos que requieren reconversión y un transporte regulado por normativas divergentes entre regiones.
En este escenario, la demanda industrial no afloja. El consumo eléctrico de la industria creció casi 4% en 2024, impulsado por manufactura electrointensiva y digitalización, lo que eleva la competencia por recursos entre sectores productivos, operadores logísticos y data centers de gran escala. Esta convergencia crea un nuevo desafío: garantizar capacidad operativa en un entorno energético limitado, donde la disponibilidad de electricidad limpia condiciona tanto la inversión como las operaciones logísticas diarias.
Al mismo tiempo, la transición energética está reorganizando las cadenas globales de minerales críticos, con altos niveles de concentración en pocos países y una demanda que crece a doble dígito. Para la logística, esto implica mayores riesgos de suministro, posibles cuellos en puertos especializados y una competencia creciente por materiales esenciales para flotas eléctricas y baterías de almacenamiento.
Infraestructura energética en tensión: el nuevo límite físico de la logística
La red eléctrica mundial se expandió, pero no al ritmo de la electrificación industrial y del auge de la inteligencia artificial. La inversión anual ronda los US$ 400.000 millones, muy por debajo de los US$ 811.000 millones necesarios para sostener la demanda futura. Esta brecha afecta directamente a hubs logísticos, parques industriales y centros de distribución que dependen de energía estable para mantener su continuidad operativa.
Algo similar ocurre con los corredores emergentes de hidrógeno y CO2. Aunque existen proyectos piloto, la falta de ductos, almacenamiento y terminales específicas ralentiza la expansión de combustibles alternativos. Esta escasez retrasa la adopción de tecnologías que podrían reducir emisiones en el transporte pesado, un eslabón clave para la competitividad regional e internacional.
La presión también se siente en el transporte marítimo y aéreo. La infraestructura para abastecer metanol o amoníaco aún es marginal y la producción global de combustibles sustentables para aviación apenas llega al 0,7% del consumo total, muy por debajo de las necesidades del mercado. Este déficit impacta en tarifas, disponibilidad y previsibilidad operativa, especialmente en rutas de larga distancia.

Normativas desalineadas y costos crecientes: un desafío para el comercio exterior
La logística internacional enfrenta un nuevo mapa regulatorio fragmentado. Europa profundiza esquemas que introducen precios al carbono y exigencias de trazabilidad, mientras Estados Unidos recorta incentivos federales y Asia avanza con sistemas de medición y créditos propios.
Esta falta de alineación genera asimetrías competitivas, incrementa costos de cumplimiento y obliga a rediseñar estrategias de abastecimiento en múltiples cadenas globales.
Para exportadores e importadores, acceder a mercados con reglas divergentes implica adaptar procesos, certificar emisiones y anticipar cambios bruscos en costos logísticos. El informe advierte que el desempeño ambiental se convierte en un “nuevo pasaporte” para operar, impactando directamente en tarifas, acceso a puertos y condiciones comerciales en todo el mundo.
Capital concentrado y brechas regionales: impacto directo en Latinoamérica
La transición avanza con inversiones récord en energía limpia, pero el capital se concentra: 90% de la inversión desde 2021 fue a economías avanzadas y China, dejando a regiones emergentes con financiamiento más caro y menor capacidad de modernización logística.
En Latinoamérica, esto dificulta cerrar la brecha de infraestructura, expandir redes eléctricas, actualizar puertos y mejorar corredores multimodales, especialmente en sectores vinculados al comercio exterior.
La consecuencia es doble: cadenas más expuestas a interrupciones y una brecha creciente entre países que pueden adaptar su logística energética y aquellos que quedan rezagados frente a requisitos ambientales y operativos más exigentes.
El punto de inflexión: la logística como variable crítica del futuro industrial
El informe concluye que la transición industrial ya no depende solo de innovación tecnológica, sino de la capacidad logística para sostenerla. Redes eléctricas ampliadas, puertos adaptados, abastecimiento energético confiable y reglas armonizadas serán determinantes para asegurar que la transición no genere más cuellos de botella de los que resuelve.
Para las economías emergentes, el desafío es aún mayor: acelerar inversiones, reducir brechas de infraestructura y garantizar que la reconversión energética no profundice las limitaciones estructurales que hoy condicionan su integración al comercio global.
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