
“Cualquier compañía que no pone al consumidor en el centro cuando lanza o relanza algo, no tiene negocio”, sostiene Mariana. También destaca el valor innegociable de la calidad, que debe atravesar a todos los eslabones de la cadena de abastecimiento y mucho más, en esta entrevista con Movant Connection.
¿Qué implica liderar una operación que está presente en la vida cotidiana de millones de personas?
Cuando estás presente en el 70% de los hogares de un país, tenés algo que se llama responsabilidad. Es una enorme responsabilidad llegar con tus productos a tantas personas. Yo la divido en dos partes: por un lado, está la responsabilidad por tratarse de consumo masivo, con productos que entran al sistema del ser humano. Eso exige calidad, procesos y estándares por encima de todo.
Y por otro lado, está el compromiso con el consumidor. Hoy, cualquier compañía—grande, mediana o chica—que no pone al consumidor en el centro cuando lanza o relanza algo, no tiene negocio. Los consumidores cambian todo el tiempo. Buscan experiencias distintas y quieren interactuar de forma diferente con las marcas.
Nosotros tenemos un departamento que se dedica exclusivamente a eso: escuchar, detectar tendencias, analizar datos y traducirlos en propuestas concretas. El que sabe capturar esas señales y las transforma en producto, tiene éxito. Así de claro.
¿Qué rol cumple la logística en ese proceso? ¿Y cómo se vincula con una operación internacional?
Nosotros no hablamos solo de logística de producto. Hablamos de un modelo “end to end”: desde que el producto nace hasta que llega al hogar. Cada paso tiene que ser de excelencia y trazable. En nuestro negocio, por ejemplo, se necesitan insumos clave, agua potable, gas, plantas certificadas. Desde el inicio, todo tiene que funcionar con estándares muy altos y eso se mantiene en cada etapa, hasta la llega al consumidor.
El producto hay que protegerlo, tratarlo con cariño. Ya sea cuando sale de la planta, cuando se transporta hacia el interior, o cuando llega a un almacén de barrio. La calidad tiene que mantenerse intacta. Más aún cuando hablamos de artículos que ingresan al cuerpo humano, como son las bebidas.
¿Cómo es la conexión internacional que hay detrás de la producción?
Operamos con una planta que produce en Uruguay un concentrado clave para toda la región, a donde llegan componentes desde China, India, Argentina... y desde ahí salen productos hacia muchos países. Esa conexión global exige trabajar “just in time” con pedidos que cambian en tiempo real. Si en un país aumentan las ventas, la planta y la logística tienen que responder con velocidad, incluso con materiales que vienen de cualquier parte del mundo.
El mundo hoy es uno solo. Este micrófono con el que hablo puede tener plástico de Argentina, pero también componentes que solo se fabrican en China. Esa integración nos obliga a actuar con responsabilidad, ya que la logística también tiene que dejar una huella positiva.
¿Qué pasa cuando esos estándares globales se encuentran con realidades logísticas locales complejas?
El estándar no se negocia. Puede haber dificultades—un camión que se demora, un punto de distribución que no responde como debería—pero la calidad tiene que mantenerse. No es negociable. El producto tiene que llegar igual que como salió de la planta. Y eso es responsabilidad de todos en la cadena.
¿Cómo se innova en una categoría que parece tenerlo todo inventado?
Cuando una categoría está madura, con muchos competidores y pocas diferencias claras, la innovación no siempre pasa por la receta. Sí, podés agregarle jugo de limón o cambiar el empaque. Pero lo más potente hoy es la forma de comunicar.
Las nuevas generaciones entran con otros patrones culturales, otras demandas. Entonces, innovar también es encontrar una forma distinta de contar lo que hacés. La generación Z, por ejemplo, quiere segmentación, conexión, autenticidad. Esa es otra manera de innovar.

¿Qué desafíos implica liderar operaciones en distintos países de la región?
El principal desafío es adaptarse. No podés entrar con tu propio sesgo. Hay que mirar lo macro y después bajar a lo micro. Ir directamente a resolver un problema sin entender el contexto, probablemente sea un error.
Yo manejo operaciones en dos países, Argentina y Uruguay, que culturalmente pueden parecer similares, pero tienen realidades políticas y económicas muy diferentes. La solución para uno no sirve tal cual para el otro. Ahí entra un concepto que usamos mucho: “glocal”, lo global y lo local al mismo tiempo. Pensar de forma global, actuar de forma local.
¿Qué lugar ocupa hoy el liderazgo femenino en ese proceso?
Según una auditoría reciente, en las mil empresas más importantes del país, solo el 17,8% de los puestos de directorio son ocupados por mujeres. ¿Somos mejores empresas con esa representatividad? Yo creo que no. Y no lo digo solo desde mi lugar de mujer. Lo digo porque está demostrado que las mejores ideas surgen cuando hay diversidad real: de género, de pensamiento, de experiencia. Esas diferencias mejoran los resultados.
¿Y cómo se conecta la sustentabilidad con todo esto?
Para nosotros, la sustentabilidad está presente desde el nacimiento del producto hasta que llega al hogar. Buscamos que el impacto sea lo más positivo posible. Por ejemplo, usamos energía eólica en todas las plantas locales y trabajamos con resinas recicladas en los envases para mantener un ciclo virtuoso.
En logística, la eficiencia es clave para reducir emisiones. Todo lo que se pueda digitalizar para optimizar procesos es bienvenido. Pero no alcanza con una sola solución. La verdadera sustentabilidad es la suma de muchas pequeñas decisiones.
Y también es responsabilidad de la sociedad. Para que podamos usar más material reciclado, necesitamos que se separe correctamente en los hogares. Es una cadena. Las empresas pueden avanzar, pero la sociedad también tiene que hacerlo.
¿Te gustaría dejar alguna reflexión para el cierre de esta entrevista?
Sí. La más importante: poner al consumidor en el centro. Escuchar, detectar lo que está pidiendo, transformar eso en producto. Las empresas que hagan esto bien van a tener éxito, sean grandes o chicas. Las que sigan haciendo lo mismo esperando los mismos resultados, no. Así de simple.
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