A 38 años de la guerra de Malvinas: la herida sigue abierta

Por Rocío Kalenok

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"Cuando recibas esta carta yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero fījate vos ¡qué misión! ¿No es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que este su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria” (Roberto Néstor Estévez, 1982. Sarmiento, Chubut).

Así comienza la carta que fue escrita por el teniente de infantería Estévez. La escribió el día que partió junto a su regimiento hacia las Islas Malvinas el 27 de marzo de 1982; en caso de que el muriera debía ser entregada a su padre y así fue dos meses cuando cayó en la batalla de Darwin-Pradera del Ganso.

“Papá, hay cosas que, en un día cualquiera no se dicen entre los hombres, pero hoy debo decírtelas: gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo. Dios y Patria o Muerte”.

“Toto” Estévez nació el 24 de febrero de 1957 en Posadas, Argentina. Siendo tan solo un niño soñaba con recuperar la legítima soberanía de nuestras islas. Patriota, católico, misionero de ley, siempre estuvo interesado por la historia argentina; siguiendo su vocación egresó como Subteniente del arma de infantería en 1978.

Aunque sé que es una recomendación innecesaria, por favor: reza por la Nación, por la idoneidad y la grandeza de nuestra conducción, por la cristiana resignación de padres, hermanos, hijos, novias que han quedado solos en este mundo, por la Unidad alrededor del Rosario y la Bandera, por una titánica voluntad de vencer y finalmente, para quien tanto te ama y te recuerda, entregue con acuerdo, energía y sin medida todo lo que como soldado pueda brindar”, continúa la carta

Este fue un pedido que Estévez le hizo a su novia mediante una carta escrita desde el Colegio Militar de la Nación. Convertido a Teniente primero en forma póstuma, recibió lo que se conoce como la máxima condecoración militar de la República Argentina: la Cruz al Heroico Valor en Combate por haber dirigido “un contrataque durante la noche, en una zona ocupada por fuerzas enemigas superiores, para permitir el repliegue de efectivos propios comprometidos. Pese a resultar herido seriamente, continuar en la acción, rechazando sucesivos ataques, oportunidad en la cual ofrenda su vida” (Estévez, Vida de un Cruzado, Ediciones Fabro, pag. 33)

Su condecoración hubiera sido que ese joven de 25 años pudiera haber regresado a casa, tanto el como todos los soldados que murieron en combate; disputando una guerra que sabían…no iban a ganar, pero aun así pelearon hasta el final, con frio y con hambre y un indudable patriotismo. La nuestra, sin duda, son nuestros héroes. La herida sigue abierta…

@rokalenok