
A lo largo de la vida, las orejas cumplen no solo una función auditiva, sino que también juegan un papel relevante en la armonía del rostro. En especial, el lóbulo —esa porción blanda y móvil situada en la parte inferior— ha sido objeto de observación tanto por su valor estético como por los cambios que sufre con el paso del tiempo.
El lóbulo de la oreja se reconoce fácilmente por su textura suave, la ausencia de cartílago y su capacidad de variar en forma y tamaño entre personas. Según la descripción de un artículo publicado por Medigraphic, esta estructura se extiende desde el valle de la incisura intertrágica hasta el punto subaurale e incluye dos zonas diferenciadas: una porción cefálica, que permanece unida al cráneo, y una porción caudal o libre que define el llamado “lóbulo péndulo”. Cuando solo existe la parte cefálica, se habla de “lóbulo no péndulo”.
La longitud del lóbulo en adultos suele mantener una relación proporcional respecto al tamaño total de la oreja. En personas entre los 18 y los 65 años, la longitud de esta última promedia los 6.3 centímetros, con una leve diferencia a favor de los hombres, cuyas orejas tienden a ser aproximadamente un 6.5% más largas que las de las mujeres.

Resulta interesante notar que, desde el punto de vista estético, un lóbulo cuya longitud supera el 30% de la oreja suele asociarse visualmente con un rostro más envejecido, de acuerdo al mismo artículo.
Uno de los aspectos más llamativos que aborda Medigraphic es el impacto del envejecimiento en el lóbulo auricular. A diferencia de otras partes del rostro donde la estructura ósea se estabiliza tras el desarrollo, los cartílagos de la oreja continúan cambiando. Así, con el paso de los años, la longitud de esta parte experimenta un incremento progresivo: entre los 20 y los 60 años de edad, puede aumentar su tamaño hasta en un 35%.
Este fenómeno del aumento del lóbulo auricular ha sido atribuido principalmente a dos factores: la influencia constante de la gravedad, que favorece la elongación de los tejidos blandos, y la acumulación de piel redundante producto del envejecimiento facial global.

A lo largo del tiempo, la forma del lóbulo también puede transformarse. Las variantes más comunes son la redonda, cuadrada y triangular, conocida esta última como “en gota”. La simetría perfecta entre ambos lóbulos de una misma persona es infrecuente, pues existen ligeras diferencias de longitud y anchura entre los lados del rostro.
El desgaste natural no es el único factor que interviene en los cambios del lóbulo auricular. Procedimientos quirúrgicos como la ritidectomía, destinados al rejuvenecimiento facial, pueden inducir alteraciones adicionales. Cuando estas cirugías ejercen demasiada tensión sobre la zona o se realiza una resección excesiva de piel cerca de esta parte, puede aparecer el denominado lóbulo “pixie” o “duendecillo”, que se caracteriza por un estiramiento hacia la mejilla y la pérdida de contorno péndulo.
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