Diana Bellessi y la inteligencia artificial: “Quiero la vida de los cuerpos vivientes y los seres humanos con alma”

Entrevista con la gran poeta, nombre clave de la literatura argentina. En esta nota reflexiona sobre su obra, el pasado de la ilusión, la importancia de la voz de la calle y el inquietante mundo que se aproxima

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Diana Bellessi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, en el año 1946.
Diana Bellessi nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, en el año 1946.

Diana Bellessi es sinónimo de poesía argentina. Lo es su nombre, lo es su obra, lo es su voz, capaz de convocar al silencio profundo en espacios habituados al bullicio. Ha sido, también, intérprete y divulgadora -a través de la traducción- de gran poesía producida más allá de las fronteras de este país. Bellessi es la palabra en verso, la mirada en la calle, el jardín como entorno amoroso, vital. Como dirá en un ratito: “No sé si es lo que necesito pero sí lo que elijo, un lugar donde el verde esté presente”.

Diana nació en Zavalla, provincia de Santa Fe, en el año 1946. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional del Litoral y entre 1969 y 1975, mochila en la espalda, recorrió a pie y en tren el continente.

Enumerar sus libros es lanzarse a una tarea sin pausa. No siempre una larga lista describe una obra, pero en el caso de Bellessi ayuda a entender, por eso, aquí van sus títulos, en un recorrido lo más exhaustivo posible: Crucero ecuatorial (1981); Tributo del mudo (1982); Contéstame, baila mi danza (1984) (celebrada selección y traducción de poetas norteamericanas contemporáneas); Danzante de doble máscara (1985); Eroica (1988). También de 1988 es Paloma de contrabando, libro que refleja la experiencia de Bellessi como coordinadora de talleres en las cárceles de Buenos Aires.

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Siguieron Buena travesía, buena ventura pequeña Uli (1991); ‘Días de seda’ (selección y traducción de poemas de Ursula K. Le Guin, 1991. Bellessi y la escritora norteamericana célebre por su literatura fantástica fueron muy amigas); El jardín (1993); Lo propio y lo ajeno (un libro de reflexiones, 1996); Sur (1998); Gemelas del sueño (1998) (con U. K. Le Guin); Mate cocido (2002); Desnuda y aguda la dulzura de la vida (selección y traducción de la obra de Sophia de Mello Breyner Andresen, 2002); La edad dorada’ (incluido en la antología de Adriana Hidalgo y reeditado por Caleta Olivia); La rebelión del instante (2005); Persecución del sueño (2006); La penumbra que mira el oro (2007); La voz en bandolera (2008); La pequeña voz del mundo (2011 en Penguin Random House y recientemente reeditado por Caballo negro) Variaciones de la luz (2012); Zavalla con Z (memorias, 2012), Pasos de baile (AH, 2014) y Fuerte como la muerte es el amor (2018).

Jorge Monteleone define la poesía de Diana como “la capacidad lírica de ver el mundo en el arrebato de una gracia del lenguaje”.
Jorge Monteleone define la poesía de Diana como “la capacidad lírica de ver el mundo en el arrebato de una gracia del lenguaje”.

Algunos reconocimientos y premios para la poeta: en 1993 recibió la beca Guggenheim; en 1996 la Beca Trayectoria en las Artes de la Fundación Antorchas; el Diploma al Mérito de la Fundación Konex (2004); en 2007, el premio Trayectoria en poesía del Fondo Nacional de las Artes; en 2010, el Premio Internacional de Poesía “Ciudad de Melilla”, España; y en 2011 el Premio Nacional de Poesía.

Adriana Hidalgo publicó en 2009 Tener lo que se tiene. Poesía reunida, libro galardonado con el Premio Fundación El Libro al Mejor Libro Argentino de Creación Literaria de ese año, y lo reeditó hace unos meses en una versión aumentada. Con prólogo de Jorge Monteleone -quien define la poesía de Diana como “la capacidad lírica de ver el mundo en el arrebato de una gracia del lenguaje”-, la reedición llega en el marco de un proyecto que incluye poemas inéditos y que, en lugar de un volumen, serán dos.

O tres.

Reedición de "Tener lo que se tiene", poesía reunida de Diana Bellessi.
Reedición de "Tener lo que se tiene", poesía reunida de Diana Bellessi.

La charla con Bellessi tuvo lugar semanas atrás en un estudio pequeño de Radio Nacional, en el marco del programa Vidas Prestadas. Fue emocionante conversar allí, escucharla hablar sobre su obra, sobre la belleza y la construcción poética, sobre el pasado de la ilusión y sobre el mundo que viene. Fue deslumbrante escucharla leer sus propios versos de cara al micrófono y sin inmutarse por el sonido de su celular, que se agitaba adentro de su cartera.

Lo que sigue es la transcripción de esa conversación por momentos conmovedora en la que no faltaron los silencios y que mostró a la poeta reflexiva y, también, vibrante.

— Con cierto pudor te digo que leí mucho de y sobre poesía pero sé poco. ¿Se puede saber mucho de poesía?

— No. No, la poesía es un misterio por antonomasia, creo. Y se parece a la oración. Así que no hay mucho que saber ahí.

— Y en tu caso, ¿cuándo supiste que eras poeta?

— Era muy niñita, viendo a lo lejos pasar un tren desde la chacra de mis abuelos, donde vivía, que era como la premonición del Transiberiano. Ese tren que se iba vaya a saber hacia dónde, digamos. Y que después lo tomé tantas veces por los países latinoamericanos, ¿no?

— ¿Qué sentiste en ese momento, cuando supiste que la poesía había llegado a vos?

— No lo sé. Algo misterioso y muy emocionante, pero no sé en qué consiste. Creo que es parecido a la emoción que te produce el canto, digamos. Por eso creo que música y poesía están siempre tan unidas. Por más que las vanguardias hayan intentado desmentirlo, ¿no? Finalmente, yo me crié en la vanguardia. Pero siempre volví al canto.

Diana Bellessi, en el estudio de Radio Nacional.
Diana Bellessi, en el estudio de Radio Nacional.

— Hablaste de oración antes. Hay algo del orden de lo religioso, ¿qué parte de la religión?

— Algo del rezo. No importa en qué idioma o en qué fe; algo de eso que te trasciende, simplemente. Que es muy fácil que te trascienda toda la vida. Pero esa conciencia de que uno es una cosa minúscula en el infinito te lo da mucho la poesía.

— ¿Y qué pasa con la forma? Porque a lo largo de todos estos años y de todos estos libros tu poesía adquirió diferentes formas, incluso formas narrativas. ¿Qué te marca la forma, qué es lo primero?

— La forma. Pero es absurdo al mismo tiempo decirlo, pero creo que es eso, que uno encuentra el poema cuando encuentra la manera de decirlo. Y la manera de decirlo es la forma. Hay algo ahí, hay algo en los acentos, en los sonidos de las palabras, en la persecución de la frase que te da el poema. Entonces, es la forma la que te marca el poema o un latido del corazón previo a ello, probablemente. Si no se entiende algo de lo que te digo, volvé a preguntármelo.

— No, lo entiendo y además me encanta la manera en que lo decís. Pero me surgen todas las preguntas. Recién mencionabas la canción y mencionabas la vanguardia y yo pensaba que, por ejemplo, hasta una canción de la Mona Jiménez te pudo provocar algo para escribir, algo que uno diría, en principio, que es tanto más elevado, ¿no?

— ¿Por qué tanto más? La canción de la Mona es elevadísima.

— Por eso digo “en principio”, y con prejuicio. ¿Cómo es escuchar de pronto un tema, una letra de la Mona Jiménez, y que eso te lleve a la memoria, a lo que tiene que ver con tu pasado, y que se traduzca en poesía?

— Es que la canción es la prima hermana del poema en realidad, ¿no? Están muy cerca uno del otro. Nada más que uno no depende de una música sino que es la intrínseca música de la poesía, digamos. Bueno, a la Mona yo lo adoré desde chica. Adoré el cuarteto y adoré a la Mona. Y venía muy con lo que tenía en ese momento en la cabeza y en el corazón porque el libro al que vos te estás refiriendo fue del 2001 creo, algo así, del 2001, 2002, de aquellos años tremendos en la calle en Argentina. Y ahí estaban muy presentes los poetas en las fábricas tomadas, en los acampes, en todos lados. Y en la miseria. Y las canciones de la Mona apuntan ahí, también. Ahí fue cuando escribí Mate cocido, que es el libro al que te estás refiriendo.

"La poesía es un misterio por antonomasia, creo. Y se parece a la oración", dijo Bellessi. (Télam)
"La poesía es un misterio por antonomasia, creo. Y se parece a la oración", dijo Bellessi. (Télam)

— Estamos hablando de un período de la Argentina que recordamos muy bien, de ese borde del abismo del que salimos, al que hemos vuelto a entrar, algo que a los argentinos nos resulta trágicamente familiar. Y estamos hablando de la poesía, que la mayoría de los escritores consideran como la forma más elevada de la literatura. ¿Cómo es ese vínculo entre la poesía y lo que pasa en la calle? No estás en ninguna torre de marfil.

— No, no, yo estoy con la pequeña voz del mundo, como lo dije en uno de mis libros. Yo creo que la retaguardia es la vanguardia, la máxima vanguardia siempre, y que, entonces, la voz de los que nunca se escuchan, la voz de los que raramente hablan, es la voz plena, es la voz del pueblo, en realidad. Todo esto parece mucho “bla, bla”, no sé.

— A mí no me parece “bla, bla”.

— ¿No?

— No, en absoluto. Al contrario, me parece que es algo que puede explicar, por ejemplo, que haya existido un Pasolini.

— De la voz de Pasolini, quizás no, pero de la mía sí, al menos cuando yo me escucho.

— No, no, me parece que te cuestionás mucho… Una pregunta que algunos se hacen en relación a la literatura en general: ¿se puede ser poeta sin leer poesía?

— No, no se puede ser poeta sin leer poesía y no se puede ser poeta sin escuchar la voz de la calle, como vos decías recién, porque ambas se trenzan y se unen en una sola cosa, en el poema, no tanto en la voz más lírica. ¿Qué es la voz más lírica por otro lado, no? Es la voz que avergüenza, la voz lírica. La que parece que no dice nada o la que parece que dice cosas que no se deben decir. Es como la voz más politizada de la poesía, ¿no?

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— Me imagino que te llegan todos los libros de todos los poetas que publican en la Argentina, los que publican en editoriales más grandes, más chicas, pequeños sellos, autoedición, te debe llegar absolutamente todo.

— Me llega mucho, pero no todo.

— Y de lo que te llega, ¿tenés tiempo para poder mirarlo? ¿Te dejás llevar por alguna intuición, cómo te manejas con eso?

— Siempre miro los libros, primero. Y muchos los compro, no solamente los que me regalan. Porque es una manera de estar al día con la poesía que se está escribiendo y una manera de seguir viva, ¿no? Es eso. Y escribiendo.

"La edad dorada", en edición de Caleta Olivia.
"La edad dorada", en edición de Caleta Olivia.

— ¿Y eso que leés en la gente más joven influye ambién a la hora de pensar tu propia poesía?

— Claro, constantemente. Es así, uno escribe con la voz del, no sé si decir del futuro, del presente, pero bueno.

— El presente es futuro muy pronto, ¿no? Se convierte en futuro inmediatamente.

— Es así.

— ¿Qué necesita Diana Bellessi para construir su obra y vivir, al mismo tiempo, en esta realidad que puede llegar a ser tan áspera?

— No necesita nada. Más vida necesita, nada más. Que la dejen seguir viviendo es lo único, como todo ser humano, ¿me entendés?

— Sí, claro.

— Pero qué es lo que elijo si puedo, no sé si es lo que necesito pero sí lo que elijo, es un lugar donde el verde esté presente. Quizás porque me crié en el campo y, viste que dicen que las infancias configuran las vidas, bueno, entonces a mí el verde me configuró. Así que siempre trato de que la casa tenga un jardincito, o que tenga un parquecito o que tenga algo.

¿Para qué acumular tanto dinero, o para qué escribir tantos bellos poemas o bellas novelas, o pintar hermosos cuadros, o componer hermosa música si, de pronto, todo va a hacer crack de la mano de los humanos?

— ¿Y qué te pasa cuando ves lo que está pasando en términos de una toma mayor de conciencia de lo que se está haciendo con ese jardincito del mundo y su explotación y que esa vida más larga que querés tener está cada vez más lejos como propósito?

— Creo que eso forma parte un poco del silencio que vengo teniendo en los últimos años. La fuerte conciencia de eso. Que ya la tenía antes, pero nunca como ahora: que el mundo se acaba y que si no hacemos algo, se va a acabar pronto. Que lo viviente del planeta Tierra se acaba. Lo cual es algo terrible porque ¿para qué acumular tanto dinero, o para qué escribir tantos bellos poemas o bellas novelas, o pintar hermosos cuadros, o componer hermosa música si, de pronto, todo va a hacer crack de la mano de los humanos? O sea, de nuestra propia mano. Eso es algo aterrador, la verdad. Que te cierra la boca, te quita las ganas de escribir y de vivir, incluso.

— Volviendo a lo que decías recién, la pregunta es qué clase de “más vida” queremos. ¿Queremos una vida que ya no existe?

— No, todavía existe, pero no quiero la vida de la inteligencia artificial. Quiero la vida de los cuerpos vivientes y de los seres humanos con alma. Eso es lo que quiero. Ahora, andá a saber en qué se puede transformar la inteligencia artificial, en una de esas hasta llega un momento en que le voy a dar la mano, no lo sé. Pero, por ahora, desconfío.

— ¿Escribís en computadora o a mano?

— Las dos cosas.

— ¿Y qué te cambia al escribir de uno u otro modo?

— Se limpia más rápido en la computadora. Y el otro es, bueno, el movimiento del cuerpo, que está ahí, que también es maravilloso. Pero también en la computadora está el movimiento del cuerpo. Tus manitos que crean, digamos.

— Una música.

— No, una música, no. La música siempre viene de otra parte y sé de dónde, pero quiero decir: el cuerpo acompaña siempre este quehacer. No sé si los algoritmos acompañan siempre este quehacer. ¿Me comprendés lo que quiero decir?

— Sí.

— Es eso. Yo creo en lo sagrado del cuerpo y en lo sagrado del alma. En ambas cosas, que son una sola, en realidad, en el ser humano y en toda la materia viviente. En los animalitos y en todo. Salvo hasta una cucaracha, hasta una hormiga cuando puedo.

Bellessi: "No se puede ser poeta sin leer poesía y no se puede ser poeta sin escuchar la voz de la calle".
Bellessi: "No se puede ser poeta sin leer poesía y no se puede ser poeta sin escuchar la voz de la calle".

— ¿Y la palabra, en cuanto a lo sagrado? Porque estamos hablando de la inteligencia artificial. ¿Qué pasa con la palabra si no es humana?

— No lo sé.

— Qué inquietante, ¿no?

— Es muy inquietante y mientras más notas lees sobre ello, más aterrador se vuelve.

— Hay gente muy inteligente en la que yo intento confiar que dice que no todo va a ser malo. Ahora, en la poesía se hace muy difícil imaginar la inteligencia artificial, ¿verdad?

— A mí se me hace muy difícil pero yo ya estoy viejita, preguntále a los jovencitos.

— ¿Y vos les preguntaste?

— A veces, sí.

— ¿Y qué te dicen?

— Hasta yo, que no soy joven, adoro ciertas películas. Por ejemplo ayer fui a ver la segunda Avatar en 4D, me pareció horrible. Que el viento me levantaba el pelo, y me hacían mover el cuerpo, y me tiraban agua y todo, me pareció una porquería. En 3D me gustaba, pero en 4D ya no me gustó. Pero, por ejemplo, yo soy fanática de una película que he visto ya decenas de veces: Blade Runner. Todos los que hemos visto Blade Runner pensamos que la inteligencia artificial puede ser algo maravilloso, aunque ellos no eran inteligencia artificial, ellos eran…

— Los replicantes ¿no?

— Sí claro, los replicantes son como otra cosa. Son como nosotros pero mejores, o peores, las dos cosas al mismo tiempo. Y yo adoré a esos seres, los adoré a todos y a cada uno de ellos. Entonces, a veces hablamos de eso con los más jóvenes y ellos me dicen sí, sí, yo quiero ser Fulano, Mengano, algún replicante al que adoro, y yo digo lo mismo. Entonces luego decimos sí, pero quién los hizo. Nosotros los hicimos. Cuando no estemos más nosotros, ¿quién los hará? Ellos mismos. Y andá a saber qué hacen ellos mismos. Porque yo creo que la falla y la falta es lo que otorga la belleza, ¿entendés? El accidente es lo que otorga la belleza. Entonces, si eso desaparece...

— Me gusta eso, falla y falta son palabras muy del psicoanálisis, ¿no? Pero me gusta la idea de asociarlo con lo humano, porque tiene que ver básicamente con eso.

— Y sí, los accidentes también.

— Pensaba en Virilio, ¿no? Con esta idea de que cada nueva creación trae su propio accidente. No había accidentes avión hasta que se inventaron los aviones. Y no había todas estas discusiones que hay alrededor de la inteligencia artificial hasta que se está creando la inteligencia artificial.

— Así que veremos qué accidente produce.

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— Es como esta idea de la pérdida de la humanidad, se me hace difícil imaginar una sensibilidad artificial.

— Pasaremos a ser subalternos. Como son ahora subalternos los caballos y los perros y los gatos y las mariquitas de San Antonio, qué sé yo. Pasaremos a ser subalternos de las máquinas, quién te dice. Y en una de esas nos va bien. En una de esas podremos acusar a las máquinas de destruir el planeta tierra. Anda a saber. Y en una de esas lo hagan ellos y no nosotros. En una de esas, nosotros lo defendemos y hasta nos va bien. Quién te dice.

— Hablaba días atrás con gente joven que me decía que a veces sienten que hacen las cosas sin un propósito. Que no hay un mundo por delante que les interese y que no hay, además, un modelo de mundo que les interese. Vos viviste en un modelo de mundo en el cual la palabra ilusión era una palabra central para tu generación.

— Así es.

"La pequeña voz del mundo", recientemente reeditado por Caballo Negro.
"La pequeña voz del mundo", recientemente reeditado por Caballo Negro.

— ¿Qué extrañás de eso? ¿O seguís pensando que todavía pueden venir buenos momentos o momentos mejores?

— Sí, soy de las que siguen pensando que pueden venir mejores momentos, sin duda. Y se me hace difícil pensar en el final de la vida. Y pienso que si no sigue la vida humana, seguirá otra clase de vida orgánica o artificial. Pero eran maravillosos aquellos años, los extraño muchas veces. Y a veces los revivo en pequeñas instancias.

— ¿Qué fue ese viaje increíble que hiciste por Latinoamérica y cuánto cambió tu manera de percibir el mundo y a las personas conocer a gente y culturas tan diversas?

— Bueno, para ligarlo con lo que acabás de decir, yo me crié con el concepto de Patria Grande, y Patria Grande era toda la América hispánica, y también brasileña. Pero vivirlo, caminarlo, conocerlo día a día, pasar años en esto fue algo maravilloso, la verdad. Aunque yo después por supuesto lo amplié, fui a Estados Unidos, fui a Europa, etcétera. En ese mismo viaje. Pero básicamente, creo que ahí Estados Unidos se convirtió en otra provincia latinoamericana para mí también, que me dio el inglés y me dio los poetas norteamericanos que agradezco mucho que me los haya acercado o que yo me acerqué a ellos, no sé cómo decirlo. Pero eso fue: tocar el mito todo el tiempo. No solo el mito de la Patria Grande sino los numerosos mitos de América Latina. Tocar a la Latinoamérica chamánica.

— Si yo te pido que elijas un poema para leer, ¿lo harías?

— Capaz que sí.

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Y lee Bellessi. Y se detiene el mundo un ratito.

He construido un jardín como quien hace

los gestos correctos en el lugar errado.

Errado, no de error, sino de lugar otro,

como hablar con el reflejo del espejo

y no con quien se mira en él.

He construido un jardín para dialogar

allí, codo a codo en la belleza, con la siempre

muda pero activa muerte trabajando el corazón.

Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo

atisba las dos orillas, no hay nada, más

que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo

y ser, el jardín.

Atesora lo que pierdes, decía, esta muerte

hablando en perfecto y distanciado castellano.

Lo que pierdes, mientras tienes, es la sola compañía

que te allega, a la orilla lejana de la muerte.

Ahora la lengua puede desatarse para hablar.

Ella que nunca pudo el escalpelo del horror

provista de herramientas para hacer, maravilloso

de ominoso. Sólo digerible al ojo el terror

si la belleza lo sostiene. Mira el agujero

ciego: los gestos precisos y amorosos sin reflejo

en el espejo frente al cual, la operatoria carece

de sentido.

Tener un jardín es dejarse tener por él y su

eterno movimiento de partida. Flores, semillas y

plantas mueren para siempre o se renuevan. Hay

poda y hay momentos, en el ocaso dulce de una

tarde de verano, para verlo excediéndose de sí,

mientras la sombra de su caída anuncia

en el macizo fulgor de marzo, o en el dormir

sin sueño del sujeto cuando muere mientras

la especie que lo contiene no cesa de forjarse.

El jardín exige, a su jardinera verlo morir.

Demanda su mano que recorte y modifique

la tierra desnuda, dada vuelta en los canteros

bajo la noche helada. El jardín mata

y pide ser muerto para ser jardín. Pero hacer

gestos correctos en el lugar errado

disuelve la ecuación, descubre páramo.

Amor reclamado en diferencia como

cielo azul oscuro contra la pena. Gota

regia de la tormenta en cuyo abrazo llegas

a la orilla más lejana. I wish you

were here amor, pero sos jardinera y no

jardín. Desenterraste mi corazón de tu cantero.

(”He construido un jardín”)

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"Se me hace difícil pensar en el final de la vida. Y pienso que si no sigue la vida humana, seguirá otra clase de vida orgánica o artificial", dijo Bellessi.
"Se me hace difícil pensar en el final de la vida. Y pienso que si no sigue la vida humana, seguirá otra clase de vida orgánica o artificial", dijo Bellessi.

— Diana, viviste lo que era ser feminista o estar cerca del feminismo o tener la bandera del feminismo cuando no era mainstream, por decirlo así, cuando eran pocas.

— Era el comienzo de la Tercera Ola, sí.

— ¿Cómo vivís lo que pasa hoy? A las chicas ya no les da vergüenza decir que son feministas.

— Me parece muy bien. A mí tampoco me daba vergüenza decir que era feminista cuando lo dije, 40 años atrás. Pero lo que pasa me parece muy bien. Y todo lo concerniente al feminismo me parece muy bien. Creo que es una de las grandes revoluciones humanas que está en ciernes, ¿no? Y a su vez me aburre un poquito, como todas las revoluciones humanas que están en ciernes (risas). Muchas causas me convencieron y me conformaron hace 30 años pero ahora espero que haya novedades bajo el puente. Y veo bastante repetición, en términos generales. Y creo que esa repetición se da porque no han cambiado mucho las cosas. Se da porque es necesario todavía hacer mucho. Pero para la poesía, que le gusta el misterio y la novedad, me aburre un poquito.

— Habrá que pensar nuevas revoluciones.

— Sí. La nueva revolución que tienen que pensar es cómo hacer que no se muera la tierra. Creo que es esa la nueva revolución. Y creo que el feminismo es una de las contribuciones para que la tierra no se muera, uno de los afluentes de ese vasto océano.

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