
Kurt Gwerder era un hombre de negocios vinculado a varias empresas del sector agropecuario y del rubro de recolección de basura hasta que el 2 de enero de 2016 una nena de ocho años escapó a la madrugada de su casa en el barrio porteño de San Telmo y al toparse con una mujer le pidió ayuda: no quería ser más violada por los hombres a los que la entregaba su madre. Uno de esos hombres era Gwerder y terminó condenado a 18 años de cárcel en 2019. Ahora, en otra causa, un fiscal está pidiendo sentenciarlo a 30 años de prisión. Lo acusó de ser un “depredador pescando nenitas en la pecera maltrecha de la vida”.
El fiscal Andrés Esteban Madrea, a cargo de la Fiscalía General Nº3 ante los Tribunales Orales en lo Criminal y Correccional, formuló su alegato contra el hombre que hoy tiene 54 años: reclama una condena a 30 años de prisión por abusar sexualmente de dos niñas cuando eran menores de 13 años, entre 2009 y 2010. Habló de “abuso sexual agravado por haber configurado un sometimiento gravemente ultrajante para la víctima”; “abuso sexual con acceso carnal reiterado, agravado por resultar un daño en la salud física o mental” y “corrupción agravada por tratarse de menores de 13 años de edad”.
La defensa del acusado reclamó la absolución: dijo que los delitos estaban prescriptos. El Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N° 3, integrado por los jueces Julio César Báez, Gustavo Pablo Valle y Gustavo Jorge Rofrano, dará su veredicto el próximo 15 de febrero.
En esta causa se analizan los abusos contra una niña que en ese momento tenía 12 años. Todo ocurrió en 2009 en un departamento de la calle Chacabuco al 800, en San Telmo. La víctima iba al mismo colegio que la ahijada del acusado. Fueron tres hechos. Un cuarto tuvo lugar en una embarcación en la localidad de Tigre, en 2010. El fiscal dijo que el hombre también abusó de la hermanita de esa menor cuando iba al primer grado. Tenía seis años.
La fiscalía hizo hincapié en el relato de las hoy jóvenes que, dijo, contienen “infinidad de detalles, recuerdos vividos, traumáticos y puntualizados en la correcta medida del recuerdo”. Hizo foco también en la extensión del daño causado ya que en la actualidad ambas víctimas continúan con miedo y angustia en relación a lo ocurrido. Durante su exposición, tuvo en cuenta los testimonios de otras víctimas que pasaron por hechos similares y que se encontraban también en una situación de vulnerabilidad. Explicó entonces que existía un método de abordaje hacia las chicas donde Gwerder se aprovechaba de la vulnerabilidad “económica, social, habitacional y de desamparo” que atravesaban, según detalló la página oficial “fiscales”.
Además de analizar los testimonios, los contrastó con otras evidencias: destacó que la esposa del imputado registraba una camioneta que se correspondería con la mencionada por las víctimas y por su madre como el vehículo utilizado por el hombre. También destacó que las oficinas del acusado estaban a muy pocas cuadras de donde vivian las víctimas. Y subrayó un informe de Prefectura Naval Argentina que dio cuenta del registro de una lancha a motor a nombre de Gwerder y del registro de un yate a motor a nombre de su esposa, en busca de avalar los dichos de una de las víctimas con respecto a uno de los abusos.
Para la fiscalía, las agresiones sexuales sufridas por las chicas “no solo habrían violentado severamente su dignidad y normal desarrollo, sino que también importan un caso de violencia en razón de su género, en la modalidad de violencia sexual, establecida por la ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres”. Subrayó que las víctimas al momento de los abusos tenían solo 6 y 12 años de edad, que tenían un estado de extrema vulnerabilidad por la escasa edad y por las dificultades económicas de sus padres.

En 2019, Kurt Gwerder fue condenado a 18 años de prisión por abusar sexualmente de una niña entre sus seis y sus ocho años. La condena fue confirmada por la Cámara Nacional de Casación en 2022 bajo la calificación de “abuso sexual agravado por haber configurado en la víctima un sometimiento gravemente ultrajante y por estar encargado de la guarda de la menor, cometido en forma reiterada y de corrupción agravada por tratarse de una menor de 13 años”.
Los abusos ocurrieron en un período que no pudo precisarse pero que fue antes del 23 de febrero de 2015 y hasta el 2 de enero de 2016, en reiteradas ocasiones. La madre llevaba a su hija al cruce de la Avenida Independencia con Tacuarí, y de allí la niña era llevada a unas oficinas sobre la calle Chacabuco, donde ocurrían los abusos. Algunas veces, la retiraban directamente de su casa hacia allí. En esas oficinas, el empresario obligaba a la niña a desnudarse y la tocaba en sus partes íntimas; le exigía que lo toque y le sacaba fotos con poca ropa o desnuda; y hasta a veces le mostraba videos pornográficos. Mientras esto sucedía, la otra imputada permanecía en el lugar. Según la investigación, “le sugería a la niña que consintiera las demandas del imputado”.
Según consta en la causa, el 23 de febrero de 2015 la víctima ingresó al Hospital Argerich por dolores en sus genitales. Sus hermanas denunciaron la situación y el hombre fue detenido cuando estaba con la otra imputada en la causa. Los abusos cesaron mientras la niña vivió en Glew con sus hermanas pero la víctima volvió a convivir con su madre unos diez meses después. A partir de ese regreso, los abusos se reiniciaron hasta el 2 de enero de 2016, cuando la víctima se encontró con una vecina en la plazoleta de Bernardo de Irigoyen y Avenida Independencia y le pidió que no la lleve con su madre ya que ella “la entregaba” a cambio de dinero a un hombre llamado “Pablo”. Ese mismo día, la víctima fue trasladada nuevamente al hospital donde se constataron diversas lesiones. El debate se realizó en el fuero de menores porque había una imputada como partícipe de la situación que era menor de edad al momento de los hechos.
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