La historia del boy scout radiactivo: el chico que armó un “mini Chernobyl” en su casa y su triste final

David Hahn había desarrollado una pasión por la ciencia desde su infancia. A los 17, construyó un reactor nuclear en en fondo de su casa. Cómo recolectó los elementos necesarios y el engaño a los organismos de control de Estados Unidos para obtener información. Qué le sucedió tras ser descubierto

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David tenía 17 años cuando
David tenía 17 años cuando armó el reactor, pero su fascinación por la ciencia había comenzado mucho antes (Facebook de David Hahn)

El aire olía a óxido y químicos, mezclado con el aroma del pasto recién cortado en el patio de una casa del suburbio de Michigan. Las calles solían lucir vacías. Apenas cruzaba algún chico en bicicleta o una camioneta se acercaba a una casa. A mediados de 1994, y dentro de un pequeño cuarto en el que la familia guardaba los objetos que no usaban y las herramientas para arreglar el jardín, un adolescente llamado David Hahn transformaba ese espacio en un laboratorio digno de un científico de primer nivel. El chico e encerraba en ese cuarto y craneaba experimentos con sustancias. Muchas veces solía salir humo. Pero la familia no decía nada. Sin bata blanca ni tecnología de punta, pero con una curiosidad voraz y una determinación inquebrantable, David se sumergía en una misión que lo convertiría en leyenda. Su objetivo cuando todavía estaba en el colegio secundario era construir un reactor nuclear.

David tenía 17 años, pero su fascinación por la ciencia había comenzado mucho antes. Su abuelo le había regalado The Golden Book of Chemistry Experiments, un libro que se convertiría en su biblia. Desde entonces, David empezó a replicar los experimentos que encontraba en sus páginas, con resultados tan sorprendentes como peligrosos. A los 14, ya había logrado fabricar nitroglicerina en su habitación, un experimento que casi hace volar por los aires su casa. Su madre, en ese momento lo reprendió y el chico dejó por un tiempo sus experimentos. Sin embargo, al poco tiempo, volvió a las andanzas. Se calzaba unas antiparras que había usado para aprender a nadar y una camisa larga que había heredado de su papá.

“Siempre quiso entender cómo funcionaban las cosas,” recordaría su padre años más tarde. Pero esa curiosidad, que muchos veían como un talento brillante, también era fuente de problemas. Sus experimentos dejaron manchas en quemaduras en alfombras, paredes y un incendio en el sótano de la casa que pudieron apagar sin llamar a los bomberos. Ante la presión de su madre, David salió de la casa y llevó su laboratorio al cuarto del fondo, detrás del jardín. Ese pequeño espacio, que debería haber albergado herramientas de jardinería, pronto se convirtió en un laboratorio radiactivo.

Así era el laboratorio improvisado
Así era el laboratorio improvisado de David en la parte de atrás de su casa (Policía de Michigan)

Un genio autodidacta con un objetivo peligroso

Desde su infancia, David mostró un talento poco común para comprender conceptos científicos complejos. Su obsesión no era superficial: soñaba con coleccionar cada elemento químico del mundo, sin importar cuán peligroso fuera, y construir su propio reactor nuclear. Inspirado por su insignia de mérito en energía atómica, obtenida como Boy Scout en 1991, decidió crear un reactor nuclear reproductor.

La falta de recursos no fue un obstáculo. Como el protagonista de la serie McGyver tomaba lo que había en su casa para lograr su objetivo. Usó linternas antiguas, relojes, detectores de humo y baterías gastadas. Así pudo reunir elementos químicos como el torio, radio, litio y americio. Todas sustancias radiactivas que necesitaba para su experimento. Algunos de estos materiales los compró con sus ahorros, otros los robó o los consiguió desarmando objetos caseros. Para procesarlos, improvisó herramientas: filtros de café, frascos de pepinos en vinagre que vació y tubos plásticos.

Cuando sus experimentos empezaron a generar residuos peligrosos y niveles alarmantes de radiación, David usó bloques de plomo como medida de seguridad. Su única protección personal era una máscara de gas, y su único instrumento de medición, un contador Geiger. Así, sus ojos se salían de las órbitas y en su cara se dibujaba una sonrisa cuando lograba avanzar en su proyecto.

Construir un reactor nuclear reproductor no era tarea sencilla. David reunió información escribiendo a la Comisión de Regulación Nuclear (NRC). Para que lo atiendan simulaba ser un profesor universitario. En sus cartas, usaba lenguaje técnico aprendido en libros. Así, logró engañar a los expertos de los organismos estadounidenses para obtener datos sensibles sobre energía atómica.

El resultado fue un reactor casero que emitía neutrones. Aunque rudimentario y mucho menos eficiente que uno comercial, era lo suficientemente potente como para ser detectado desde varios metros de distancia con su contador Geiger de radiactividad. Así, el joven estadounidense de Michigan había creado ese mini Chernobyl en el fondo de su casa. Al darse cuenta de que la radiación podía representar un riesgo para sus vecinos, intentó desmantelarlo, pero fue demasiado tarde.

La intervención del FBI en
La intervención del FBI en la casa de los Hahn (Policía de Michigan)

El fin del experimento

El experimento de David terminó abruptamente cuando la policía lo detuvo por un incidente menor en la calle. Le pidió la licencia de conducir y ante los nervios del joven, el oficial pidió que abriera el baúl de su coche. Así, el oficial descubrió materiales sospechosos. El joven admitió que eran radiactivos, los oficiales se alarmaron y comenzaron a investigar. Poco después, las autoridades inspeccionaron su casa y encontraron el laboratorio con el reactor nuclear en pleno funcionamiento.

Un cartel mal escrito que decía “Caushon” (Cuidado) colgaba de la puerta. Dentro, los agentes hallaron materiales peligrosos, herramientas improvisadas y niveles de radiación alarmantes. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) declaró el lugar un sitio de riesgo y lo desmanteló completamente. Cercaron toda la casa familiar de los Hahn con cintas amarillas. Y sólo pudieron entrar los hombres vestidos con trajes blancos y máscaras que le cubrían toda la cabeza. Todo lo hallado en el refugio de David fue transportado a un depósito especializado para desechos radiactivos.

Desde ese momento, el FBI nunca dejó de vigilarlo. Cuando se le pidió que se sometiera a pruebas médicas para evaluar los efectos de la radiación en su cuerpo, David se negó. Temía lo que podrían encontrar. La exposición prolongada a materiales tóxicos probablemente había reducido su esperanza de vida, pero él insistía en que estaba bien.

El incidente marcó a David y también afectó a su vecindario. Los niveles de radiación detectados eran tan altos que pusieron en peligro la salud de los residentes. Aunque el laboratorio del chico fue desmantelado, el temor a los efectos a largo plazo persistió durante años. En las casas más cercanas, tardaron varios años en volver a tomar agua de la canilla y le temían a la lluvia. Muchos de los habitantes de esa zona de Michigan habían leído artículos sobre la lluvia ácida.

David nunca pudo recuperarse tras
David nunca pudo recuperarse tras el incidente del reactor casero (Facebook de David Hahn)

Para David, el desmantelamiento de su laboratorio fue devastador. “Los experimentos me daban una razón para seguir adelante,” confesó en una entrevista. Sin ellos, se sintió perdido. Aunque logró obtener el rango de Eagle Scout, su reputación quedó manchada, y los eventos de 1994 lo persiguieron durante el resto de su vida. Ya no volvió a encontrar su rumbo.

Después del incidente, David intentó encontrar estabilidad. Se alistó en la Marina y luego en los Marines, pero ambos intentos terminaron en fracaso. Enseguida, fue expulsado del ejército de Estados Unidos por problemas de conducta. También probó suerte en la universidad, pero no logró adaptarse. La muerte de su madre en 1996 y una relación fallida con una chica que lo dejó al poco tiempo contribuyeron a su declive emocional. En sus sueños, Hahn volvía a poner en funcionamiento el reactor que le iluminaba la cara. Esa luz lo cegaba, pero también le daba placer. Luego se despertaba en la misma pieza oscura de su infancia.

En 2007, David volvió a aparecer en los titulares. Fue arrestado por robar detectores de humo en un complejo de departamentos, materiales que contenían americio, el mismo elemento radiactivo que había utilizado en su reactor. Aunque no había evidencia de que estuviera intentando construir otro dispositivo similar, el incidente reavivó el temor en su comunidad.

El trágico final de un genio incomprendido

El 27 de septiembre de 2016, David Hahn fue encontrado muerto en su casa a los 39 años. Una mezcla letal de alcohol, fentanilo y difenhidramina fue la causa de su fallecimiento. Era un triste final para alguien que, en su juventud, había mostrado un potencial científico extraordinario.

Para algunos, David era un visionario. Para otros, un joven imprudente. Su vida sigue siendo objeto de fascinación, pero también de advertencia. Su legado, aunque complejo, es un recordatorio de cómo la obsesión, sin control ni apoyo, puede llevar a la ruina.

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