El arte de tatuar pezones: irá en motorhome hasta Alaska tatuando a sobrevivientes del cáncer y del fuego

El reconocido tatuador Diego Staropoli acaba de emprender un viaje familiar que unirá su Villa Lugano natal con Alaska. En el camino tatuará areolas mamarias gratuitamente a mujeres que perdieron sus mamas producto del cáncer. También a mujeres quemadas en accidentes domésticos o por sus parejas

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Diego y Elizabeth junto a sus hijos acaban de emprender un viaje por América que durará un año
Diego y Elizabeth junto a sus hijos acaban de emprender un viaje por América que durará un año

El domingo pasado, unas horas después de terminada la Navidad, Diego y Elizabeth se subieron a su camioneta nueva. Atrás se sentaron Iván y Thiago, sus hijos, y los cuatro saludaron a todos los que, bajo ese sol tremendo, habían ido a despedirlos. Partieron de Villa Lugano con la idea de bajar hasta Ushuaia y subir durante un año hasta llegar a Alaska, un viaje que, técnicamente, tiene su kilómetro cero hace 32 años, cuando Diego y Elizabeth eran adolescentes y sus dos hijos no estaban ni en los planes.

“Cuando conocí a Elizabeth yo tenía 18 años y mi único sueño era recorrer América en moto”, cuenta a Infobae el tatuador Diego Staropoli. Vivían en el barrio Samoré, en Lugano, en los mismos monoblocks en los que el Pity Álvarez, ex cantante de Viejas Locas, mató a balazos a un vecino en 2018.

En el camino, Diego irá tatuando a sobrevivientes de cáncer de mama y violencia de género
En el camino, Diego irá tatuando a sobrevivientes de cáncer de mama y violencia de género

“Por supuesto yo no tenía ni la moto ni el dinero para hacer un viaje así, pero era un objetivo, un objetivo de vida te diría”. La relación entre ellos, entonces, arrancó con una advertencia: “Eli, mirá que me voy a ir”. Fue en ese contexto que apareció por el barrio un joven con un tatuaje a color, algo que no existía en esa época, y Diego dibujó un mapa de ruta en su mente: si alguien le enseñaba el oficio, podía hacer tatuajes durante el viaje en moto y solventar los gastos.

La cuestión es que aprendió el oficio pero el viaje quedó trunco en el ataúd de los sueños adolescentes. Dos años después, abrió Mandinga, “un localcito de tatuajes” en una esquina de Lugano, el que hoy, tres décadas después, es el local de tatuajes más grande del país.

El local en Villa Lugano (Roberto David Wolk)
El local en Villa Lugano (Roberto David Wolk)

“El viaje se fue postergando y el sueño se fue disipando”, sigue él, que está a punto de cumplir 50 años. Con el tiempo, el local se fue convirtiendo en uno de los elegidos por famosos y futbolistas y pasó a tener hasta un programa de televisión propio, que hace poco ganó el Martín Fierro de Cable como Mejor ciclo de arte y tendencias.

Pero fue también su pata solidaria la que corrió el tema de los tatuajes de la frivolidad y la moda y llevó a Diego a conectar con el sufrimiento.

Regalo pezones

Fue cerca de 2015 cuando Diego se enteró de que había un tatuador que le hacía las areolas mamarias y los pezones a las mujeres que, producto de un cáncer de mama, habían pasado por una mastectomía (una cirugía en la que se extirpa la mama parcial o completamente).

Diego en 2017, mientras le devolvía la sonrisa a una sobreviviente de cáncer de mama
Diego en 2017, mientras le devolvía la sonrisa a una sobreviviente de cáncer de mama

La lógica era clara: muchas sobrevivientes lograban volver a entrar a un quirófano y ponerse implantes de silicona pero sus mamas quedaban blancas, lisas, sin pezones y atravesadas por cicatrices. “En ese momento pensé en mi abuela”, cuenta Diego, y se refiere a una mujer que había sufrido la pérdida de sus dos pechos a los 61 años: “Se bañaba con la remera puesta porque no se podía mirar”.

Su abuela no había sido la única: “Todas las mujeres de mi familia padecieron cáncer de mama: mi abuela primero, mi vieja, mi tía”, compartió. Desde entonces, empezó a tatuar gratis a sobrevivientes de cáncer: una, dos, otra, y llegó a las 1.700 justo antes de empezar el viaje.

“Es muy fuerte lo que les pasa, es algo que hablo con cada una de ellas: más allá de que con las prótesis las tetas les quedan más paradas y quizás, vestidas, se ven mejor que antes del cáncer, cuando se miran desnudas se ven las tetas blancas, sin pezones. Muchas dicen que eso les impide terminar de cerrar esa etapa, se siguen sintiendo con cáncer”, cuenta Diego.

Antes y después, un proyecto llamado "El club de las tetas felices"
Antes y después, un proyecto llamado "El club de las tetas felices"

Los pezones que regala, por supuesto, son tatuajes, por lo que no tienen sensibilidad ni textura “pero igual, siempre nos dicen que tenerlos de vuelta les genera autoestima. Sé de cientos de mujeres que después de una mastectomía no se sacan la ropa ni para tener relaciones sexuales con su maridos”.

Habla en plural porque no está solo en eso: su hermano, que también atravesó un cáncer, se sumó a la misión.

A lo que llamó “El club de las tetas felices” se sumó, en estos últimos años, otro proyecto sin fines de lucro: “Tatuajes sanadores”, en el que, básicamente, tatúan gratuitamente y sobre la piel quemada a sobrevivientes de violencia de género, incendios y accidentes domésticos.

Una muestra de mujeres tatuadas sobre la piel quemada auspiciada por el gobierno de la Ciudad. La familia se la llevó al viaje
Una muestra de mujeres tatuadas sobre la piel quemada auspiciada por el gobierno de la Ciudad. La familia se la llevó al viaje

Desde mujeres que se prendieron fuego después de ponerse perfume y pasar cerca de una hornalla hasta otras -muchas otras- rociadas con alcohol y quemadas por su propios maridos, como Wanda Taddei, a veces frente a sus hijos.

Fueron años de crecimiento pero en 2019 las cosas empezaron a salir mal. A mitad de año, Diego tuvo un infarto en el local: “Sentí que me había llegado la hora”, contó después, cuando se recuperó. Unos meses después, cuando había invertido para abrir otro local en San Telmo, lo agarró la pandemia y tuvo que cerrar los dos.

Después del infarto, en 2019
Después del infarto, en 2019

La pandemia: silencio para volver

Sin poder trabajar y ya sin ganas de seguir viendo televisión - “era todo desgracia, cuántas muertes, cuántos días de vida nos quedaban”- Diego empezó a ver en YouTube videos de viajeros por el mundo. Muchos eran de turistas que habían quedado encerrados en algún país y no podían salir por las restricciones, pero igual Diego, aburrido, pensó:

— ¿Y por qué nosotros no? Y si no es ahora, ¿cuándo? Tenemos 50 años, yo no sé si en 10 vamos a estar física y mentalmente en condiciones de hacerlo.

En familia, poco antes de partir
En familia, poco antes de partir

A su mujer, la misma de aquel noviazgo que había empezado en los monoblocks, le dijo algo que sonó ridículo en la boca de un hombre de 50 años: “Compremos un motorhome y vayamos todos juntos hasta Alaska”.

Alguien tenía que ponerle un poco de racionalidad a las cosas, y ahí vinieron las preguntas: “¿Y el colegio de los chicos (uno tiene 12, el otro 17)?, ¿ y el trabajo?, ¿y cómo nos vamos a bancar?, ¿y si quedamos encerrados por la pandemia en algún país inseguro? ¿y si se muere tu vieja? ¿y si se enferma la mía?”.

Antes y después, así quedan los pezones tatuado después de una mastectomía
Antes y después, así quedan los pezones tatuado después de una mastectomía

Aquella idea de viaje familiar que había vuelto como un revival del sueño adolescente terminó de tomar forma cuando los dos se dieron cuenta de lo que les faltaba para terminar de unir los puntos: aprovechar el camino para ir tatuando pezones, gratuitamente, a sobrevivientes del cáncer. También para intervenir las pieles de mujeres quemadas a lo largo de 14 países.

“Cambiemos casa de ladrillos por casa con ruedas”, le dijo Diego a Elizabeth. Sonará a locura, pero no lo fue para ellos: pusieron en venta una casa que tenían alquilada y, con ese dinero, se compraron el motorhome, lo equiparon durante ocho meses y empezaron a contactarse con esas mujeres.

El plan es recorrer Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, México, Estados Unidos, Canadá y Alaska. En Perú, por ejemplo, los espera una chica quemada desde las axilas hasta los pies por un accidente doméstico. En Estados Unidos lo esperan dos mujeres que fueron quemadas por sus parejas, lo mismo la chica que aguarda su turno en Colombia.

Otra de las historias que recorrerán los 14 países con ellos
Otra de las historias que recorrerán los 14 países con ellos

El plan es tatuar durante el viaje a unas 300 mujeres: areolas mamarias completas, porque son tatuajes chicos que se hacen rápido, y comenzar en el caso de las pieles quemadas, porque son tatuajes enormes que llevan meses, a veces años.

Las seleccionadas serán mujeres que tengan más del 50% del cuerpo quemado: “Son los tatuajes que nadie se anima a hacer, porque un tatuador tiene todo para perder: si le queda mal le terminás de cagar la vida”. La idea es comenzar y dejar el legado a artistas locales para que los continúen, siempre que asuman el compromiso de hacerlo sin lucrar.

El sueño ya está en marcha.

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