El estremecedor caso Candace: la niña que murió en una cruel “terapia de renacimiento” que su madre realizó para domar su carácter

Candace Newmark había sido adoptada por una mujer rica y profesional. Sin embargo, su nueva mamá pretendió convertirla en la niña perfecta y para ello recurrió a una polémica moda New Age: “Volver a nacer para ser mejor”. Tenía solo 10 años cuando varios pseudoterapistas la asfixiaron en una horrorosa sesión. Hace casi 20 años su casó conmocionó al mundo

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Candace Newmark fue adoptada a los siete años. Tres años después moría asfixiada en una cruel sesión de "rebirthding": debía volver a nacer para ser mejor, dijeron los pseudoterapeutas que la mataron
Candace Newmark fue adoptada a los siete años. Tres años después moría asfixiada en una cruel sesión de "rebirthding": debía volver a nacer para ser mejor, dijeron los pseudoterapeutas que la mataron

Enroscada dentro de una sábana de franela azul, Candace, de solo 10 años, se movía sobre el piso con desesperación tratando de encontrar la salida. Tenía que sacarse el apretado envoltorio. Esa era la consigna.

¡Debía salir de allí con mucho esfuerzo! Algo así como “volver a nacer para ser mejor”, le habían dicho esas personas que parecían médicos y con quienes, con su madre adoptiva, venían trabajando desde hacía varias sesiones.

Pero era desesperante: le habían colocado varios almohadones encima mientras los adultos la empujaban con sus pies y sus manos impidiéndole su objetivo. Ella, sin poder moverse (pesaba 31 kg contra los 305 kg que sumaban los grandes), tenía pocas chances de lograrlo.

Empezó por querer patear para generar espacio, intentando abrirse camino. Pero no lo estaba consiguiendo.

El exterior le planteaba cada vez más resistencia. A los pocos minutos empezó a gritar. Al rato, el agobio y la claustrofobia empezaron a enloquecerla. De afuera le gritaban que luchara más y más.

La rabia inicial dio paso a la desesperación y al pánico. Le faltaba el aire. Se los decía a los alaridos (la sesión fue videograbada, así que no hay lugar alguno para la fantasía), pero los mayores que había decidido “curar su carácter indómito de niña sufrida” parecían no escucharla.

Jeane, su madre adoptiva desde los siete años, estaba ahí, sentada y observando. ¿Por qué no hacía nada?, se preguntaba Candace que jadeaba y gritaba que se estaba muriendo mientras los “especialistas” temerarios, seguían apretándola contra el suelo.

Primero vomitó, luego dio más señales que nadie atendió. Acto seguido, murió.

Habían pasado 40 minutos de iniciada la “terapia”. Ellos esperarían 30 minutos más para desenvolverla de su mortaja.

Era el martes 18 de abril de 2000.

Historia de una adopción

Candace Elizabeth Newmaker nació en realidad como Candace Tiara Elmore, el 19 de noviembre de 1989, en Lincolnton, Carolina del Norte, Estados Unidos. Sus padres biológicos eran Todd y Angela Angie María Elmore. Su corta vida estaría llena de desarraigo y desamor.

Los servicios sociales le quitaron a sus tres hijos a los Elmore, por negligencia y abuso: Candace, Chelsea y Michael. Angie (una madre muy joven, con poca educación y sin trabajo) trató de evitarlo, pero no pudo. Los chicos fueron separados y enviados con familias sustitutas.

Candace tenía menos de 5 años. A los 7, y luego de haber pasado por cinco hogares transitorios, fue adoptada por Jeane Newmaker (42), una mujer soltera y pediatra practicante de enfermería, en el Duke University Medical Center de Durham, Carolina del Norte.

Jeane pertenecía a una familia prominente, tenía dinero, prometía darle todo el amor necesario y, además, era una especialista en niños. ¿Qué podía ser mejor? El 14 de junio de 1996 la pequeña se convirtió en Candace Newmaker: tenía un nuevo certificado de nacimiento y una lindísima casa de dos pisos, en una esquina del centro de Durham.

Comenzó, entonces, una época dónde habría vacaciones y paseos para ella: viajó a la Florida para ver a los delfines, a los Apalaches, hizo rafting y cabalgatas. Su nueva madre le regaló, además, dos perros a los que amaba. La llenó de regalos y juguetes y la anotó en el mejor colegio del condado.

Pero para Candace no era fácil ser el centro de atención. Había sufrido demasiada violencia. No se dejaba abrazar ni besar. No quería, quizá por los traumas vividos, ningún contacto físico. Se enfrentaba al mundo desafiante: no deseaba que nadie la mirara a los ojos.

Jeane Newmaker (42), adoptó a Candace: era una mujer soltera y pediatra practicante de enfermería, en el Duke University Medical Center de Durham, Carolina del Norte
Jeane Newmaker (42), adoptó a Candace: era una mujer soltera y pediatra practicante de enfermería, en el Duke University Medical Center de Durham, Carolina del Norte

A los pocos meses, según Jeane, comenzaron los problemas. Llevó a Candace a un psiquiatra. Dijo estar alarmada porque su hija había matado unos pececitos de colores y jugaba con fósforos a incendiar cosas. Fue diagnosticada con ADD (déficit de atención) y con RAD (trastorno de apego reactivo) y medicada.

Pero, ante la falta de resultados, Jeane empezó a buscar terapias alternativas. Quería mejorar la relación con su hija cuanto antes y sobre todo deseaba modificar su conducta. Soñaba con un niña dócil y compañera. Sus fantasías sobre cómo debía ser la vida con Candace se enfrentaban a la dura realidad de una nena que venía de un medioambiente hostil y cargado de tensión.

En esa búsqueda se enteró de que había una nueva terapia llamada “de apego”, que se practicaba con hijos adoptivos. La terapia prometía, según sus practicantes, muchos beneficios. En 1999, en un congreso nacional sobre estos diagnósticos, en Alexandria, Virginia, conoció a un terapista que le recomendó ver a Connell Watkins.

Era la época de la New Age, y los tratamientos poco convencionales estaban en su auge. Justamente para el trastorno llamado RAD recomendaban estas novedosas “terapias de apego”.

Connell Watkins no era licenciada en nada, pero se decía psicoterapista y, con el doctor Foster Cline, eran considerados pioneros en la materia. De acuerdo con su teoría, que muchos especialistas aceptaban, esos desórdenes psicológicos podían ser rastreados hasta la infancia. Decían que cada vez que un niño era abandonado con hambre o sucio y sus padres no respondían a sus necesidades, parte del cerebro se desarrollaba diferente y eso hacía que esos chicos no confiaran en nadie. En resumen: Watkins aseguraba que podían resetear el reloj biológico y recrear lo que a ese niño le había faltado en la infancia. Y así, revertir su conducta. Eso le prometieron a Jeane.

El 20 de enero de 2000, Jeane firmó el contrato y acordó pagar 7000 dólares por una terapia de dos semanas de rebirthding (renacimiento) a realizarse en Evergreen, Colorado.

¿Renacer para morir?

Candace renacería y ella la tendría en sus brazos dócil y manejable, como siempre había querido. Con esa promesa soñaba Jeane mientras viajaban a Colorado. Serían solo dos semanas para conseguir el pasaporte a una nueva y agradable vida.

La terapia empezaría el 10 de abril, en la mismísima casa de dos pisos de Connell Watkins. Antes de comenzar, le habían pedido que suprimiera la medicación de su hija: las anfetaminas para el ADD y el antidepresivo. Pero la dosis del antipsicótico (risperidona) le fue duplicada desde el día que llegaron a Evergreen. Ningún médico lo recetó.

Las primeras sesiones fueron muy poco convencionales. Los supuestos terapeutas tironeaban del pelo de Candace, le gritaban en la cara y le decían a Jeane que se acostara sobre ella (Jeane era obesa) y le lamiera la cara 21 veces. Nadie parecía darse cuenta del disparate mortal en el que estaban inmersos.

Las “terapistas” a cargo eran Connell Watkins y Julie Ponder. Además, había también designados dos “padres de crianza terapéutica”: Jack McDaniel y su novia, Brita St Clair.

Ese día de la sesión final, Candace había dormido muy mal, había tenido pesadillas y estaba drogada por la medicación.

Candace fue obligada a acostarse en una sabana en posición fetal, le decían que debía volver a nacer. Pero la asfixiaron
Candace fue obligada a acostarse en una sabana en posición fetal, le decían que debía volver a nacer. Pero la asfixiaron

Los cuatro contratados estaban en la habitación con Jeane y su hija. Pusieron una sábana de franela azul en el piso y le pidieron a Candace que se acostara en posición fetal. La sábana simularía el útero materno.

Una vez convertida en niña envuelta, Julie Ponder comenzó a hablarle mientras sostenía con firmeza el extremo enroscado de la sábana, sobre la cabeza de Candace. Arriba de su pequeño cuerpo habían dispuesto almohadas que eran sujetadas por los otros terapistas. Siguiendo, lo que sería un siniestro guión, Julie decía que se sintiera una bebé pequeña por nacer.

Watkins se sentó sobre los pies de Candace; St Clair apoyó su espalda sobre las rodillas de la niña; McDaniel se apoyó sobre el pecho y Julie Ponder mantenía, con su mano izquierda, la sábana hermética.

Candace ya no volvería a ver la luz.

La agonía, segundo a segundo

Esto se escuchó en el video exhibido en el juicio y sería determinante para reconstruir lo que pasó ese día.

Eran las 9.04 de la mañana. La sesión final del “renacimiento” comenzaba. Acá, algunos extractos.

Julie Ponder: Sentirás que estás apretada porque el estómago de tu madre está sobre tu cabeza... ¿Por qué creés que estás ahí dentro?

Candace: Pienso que me voy a morir (la voz amortiguada de Candace se escuchaba perfectamente).

Julie Ponder: ¿Pensás que vas a morir ahí?

Candace: Yeah.

Jeane Newmaker: Estoy tan emocionada. Voy a tener un nuevo bebé. Deseo que sea una niña. La voy a amar, la voy a tener a upa, le leeré historias... la cuidaré. Todos los días estaremos juntas y así será por siempre.

(Le preguntan si cree en lo que su madre está diciendo)

Candace: Uh huh.

(Le preguntan cómo la hace sentir lo que dice)

Candace: Feliz.

Connell Watkins: Si el bebé decide no nacer, se muere. Cuando el bebé decide nacer es una cosa maravillosa.

Julie Ponder: Entonces, pequeña bebé, ¿estás preparada para renacer?

Candace: Uh huh.

Julie Ponder: Saca primero tu cabeza. Tendrás que empujar realmente con mucha fuerza con tus pies. Si te quedas ahí morirás y tu mami morirá también.

Candace: ¿Quién está sentado sobre mí? ¡No puedo hacerlo! (llorando) No puedo hacerlo. ¿Mis manos salen primero?

Connell Watkins: A veces puede tomar 18 horas nacer...

Candace: ¡¡No puedo hacerlo!! ¡¡No puedo respirar!! ¡¡No puedo respirar!! (lo dice gritando, ya llevaban 9 minutos 36 segundos de sesión). Está muy oscuro acá adentro. ¡Por favor salgan de ahí y dejen de empujar mi cabeza porque no puedo salir ni respirar! Alguien está sentado sobre mí (gimiendo) ¿Cómo se supone que voy a poder salir? ¿Por acá? No puedo hacerlo… (grita) Me voy a morir.

Julie Ponder: ¿Quieres renacer o quieres quedarte ahí y morir?

Candace: Salgan y ¡dejen de empujarme por favor! (solloza sin fuerzas). Dejen de aplastar mis piernas (grita) ¡Me voy a morir ahora! Dejen de aplastar mis piernas, por favor, dejen de aplastarlas, voy a morir ahora... (gime)

Julie Ponder: ¿Querés morirte?

Candace: No, pero estoy cerca... (solloza) Por favor, por favor, no puedo respirar.

(Van 12 minutos y 10 segundos de “terapia”)

Candace: No puedo hacerlo más ¡dejen de aplastarme! Necesito ayuda, ayuda ¡¡¡por favor!!!

La horrorosa y cruel "sesión de renacimiento" fue grabada por los pseudoterapeutas. Los 70 minutos del video permitieron que el jurado los condenara sin ninguna duda por la muerte de Candace
La horrorosa y cruel "sesión de renacimiento" fue grabada por los pseudoterapeutas. Los 70 minutos del video permitieron que el jurado los condenara sin ninguna duda por la muerte de Candace

Connell Watkins: (a Jeane) ¿Estás sintiendo las contracciones?

Jean Newmaker: Sí, las siento.

Candace: ¿Dónde debo ir? ¿Aquí? ¿Aquí? ¿Por dónde debo salir? (desesperada) Por favor, por favor (gritos de pánico) Okey, estoy muriendo, perdón estoy muriendo. (...) Okey, estoy muriendo. Estoy muriendo (...) Quiero morirme.

(A los 16 minutos y 8 segundos)

Candace: ¿Podrían dejarme tener un poco de oxígeno? ¿Ustedes quieren que yo me muera de verdad?

Julie Ponder: Uh huh. (...) Anda, muérete de verdad ahora. De verdad. De verdad.

Candace: OK, estoy muerta.

Connell Watkins: No es fácil vivir. Tienes que ser muy fuerte para vivir la vida, la vida humana.

Candace: (se escucha su respiración dificultosa) Salgan, estoy con náuseas. Salgan de encima. ¿Dónde se supone que saldré?

(Es el minuto 17 de la terapia)

Connell Watkins: Anda, muérete. Es más fácil. Requiere coraje nacer.

Candace: Dijeron que me darían oxígeno...

Connell Watkins: Pero tienes que pelear por él.

(En el minuto 19 y 50 segundos, Candace colapsa y vomita)

Candace: Okey, estoy vomitando. (...) Uh, me hice en mis pantalones.

Julie Ponder: Hazlo.

Connell Watkins: Quédate ahí con tu caca y con tu vómito.

Candace: Ayúdenme, no puedo respirar. No puedo respirar. Está caliente acá. No puedo respirar.

(Es el minuto 23)

Jeane Newmaker: Estoy emocionada que voy a tener un bebé. Te estoy esperando para amarte y abrazarte...

Julie Ponder: ¡Grita Candace!

Candace: No.

Jeane Newmaker: Baby, te amo. Te abrazaré y te cuidaré para siempre… No abandones la vida antes de tenerla...

(Jack McDaniel reacomoda la almohada para seguir haciendo presión sobre la cabeza de Candace)

Julie Ponder: ¿Candace?

(No hay respuesta. Julie toma otra almohada y dice que Candace necesita más presión “aquí”).

Connell Watkins: Está bien apretada ahí.

Julie Ponder: Yep… menos y menos aire todo el tiempo. Está enterrada en su propio vómito y mierda.

Connell Watkins: Uh huh. Es su vida. Está renunciando.

Candace: No.

(La sesión llevaba 40 minutos 1 segundo cuando Candace dice este No. Será la última palabra de su vida)

Jack McDaniel: (dirigiéndose a Jeane) Madre, hasta aquí llegamos, ahora depende de vos.

Connell Watkins: Candace convirtió su vida en el problema de todos. No está acostumbrada a vivir su vida.

Julie Ponder: Cobarde, cobarde, cobarde, cobarde, cobarde. Ella es una cobarde. Cobarde.

Le piden a Jean Newmaker que se vaya porque la terapia no está resultando exitosa, Candace no quiere renacer. Watkins la acompaña a otra habitación y vuelve. Jeane sigue la escena desde el circuito cerrado de tevé.

Jack McDaniel: Esta bebé no quiere vivir. Es una cobarde.

Julie Ponder fue juzgada por abuso infantil resultante en muerte. El jurado (varios de sus miembros no pudieron evitar llorar cuando vieron el tremendo video de la agonía) deliberó durante 5 horas antes de encontrar a Connell Watkins (54) y a su asistente, Julie Ponder (40, la única en la escena que era terapista), culpables
Julie Ponder fue juzgada por abuso infantil resultante en muerte. El jurado (varios de sus miembros no pudieron evitar llorar cuando vieron el tremendo video de la agonía) deliberó durante 5 horas antes de encontrar a Connell Watkins (54) y a su asistente, Julie Ponder (40, la única en la escena que era terapista), culpables

Watkins le dice a McDaniel y a St.Clair que se tomen un descanso y se vayan. Ponder y Watkins quedan solas. Luego, hablan de su sueño de una casa de un millón de dólares que está siendo remodelada cerca de allí. Candace sigue en silencio absoluto, desde hace media hora, mientras ellas hablan de frivolidades.

Connell Watkins: (dice con sorna) Hablemos con la bobalicona...

Desenvuelven a Candace exactamente 30 minutos después de su última palabra. Candace tiene los labios y las yemas de sus dedos azules. Aun así, Watkins dice una barbaridad más.

Connell Watkins: Oh, ahí está durmiendo en su vómito.

Jeane que miraba por un monitor, desde otra habitación, entró corriendo y empezó hacerle RCP. Watkins llamó al 911. El paramédico, Larry Ferree, llegó 10 minutos más tarde. La encontró sobre la sábana vomitada, con rastros de sangre en la nariz. Estaba fría, las pupilas de sus bellísimos ojos estaban dilatadas y fijas, su corazón no latía y, claramente, no respiraba. Su madre le estaba haciendo resucitación. Larry Ferree logró restablecerle el pulso y fue llevada en helicóptero a un sanatorio de Denver.

Al día siguiente, fue declarada con muerte cerebral. Técnicamente tenía hernia del tronco encefálico y edema cerebral por asfixia mecánica. Había sido sofocada por cuatro bestias que “pretendían curarla".

La noche anterior, se sabría luego, Candace había soñado que su madre biológica la mataba y por ello le había dicho a Jeane: “Tengo miedo de que me pase lo mismo que en el sueño”. Jeane le aseguró para calmarla, qué ironía, lo mucho que ella la amaba.

La mirada de los otros

Los vecinos de Jeane no podían creer como esa mujer devota de su hija adoptada y tan educada había confiado en ese cuarteto de desquiciados de las montañas de Evergreen. Los vecinos hablaban de Candace como una chica amorosa.

El padre de la mejor amiga, Walter Wolsczuch, todavía recuerda los programas que hacían juntas las dos chicas que compartían el aula en el Easely Elementary School. Walter aseguró que nunca escuchó que se pelearan, ni vio problemas de conducta en la víctima. Lo mismo dijo su maestra de catecismo. En el colegio, nadie tampoco había tenido problemas con ella.

Su madre biológica, Angie, se enteraría de su muerte cinco meses después. Fue a través de la prensa que informaba sobre el conmocionante caso. Ella recordó que, cuando peleaba con su ex Todd Elmore, Candace se interponía entre ellos para evitar que su marido la golpeara.

Según muchos de los que la conocieron, el gran problema de Candace fue perder a su familia biológica. Quizá no se equivocaban.

Locuras terapéuticas a juicio

Los 70 minutos del video serían prueba contundente del abuso y el maltrato. Ponder y Watkins fueron juzgadas por abuso infantil resultante en muerte. El jurado (varios de sus miembros no pudieron evitar llorar cuando vieron el tremendo video de la agonía) deliberó durante 5 horas antes de encontrar a Connell Watkins (54) y a su asistente, Julie Ponder (40, la única en la escena que era terapista), culpables.

El 21 de abril de 2001 fueron condenadas, por la jueza Jane Tidball, a 16 años de prisión. Watkins dijo: “Estoy arrepentida y siento remordimientos que me atormentan cada hora de mi vida. Le fallé a Candace y le fallé a su madre. Aceptó la total responsabilidad”. Ponder también habló: “Tendré que vivir el resto de mi vida sabiendo que Candace estaba muriendo al lado mío y no me di cuenta”.

Connell Watkins fue condenada a 16 años de prisión, el 21 de abril de 2001. Dijo: “Estoy arrepentida y siento remordimientos que me atormentan cada hora de mi vida. Le fallé a Candace y le fallé a su madre. Aceptó la total responsabilidad”
Connell Watkins fue condenada a 16 años de prisión, el 21 de abril de 2001. Dijo: “Estoy arrepentida y siento remordimientos que me atormentan cada hora de mi vida. Le fallé a Candace y le fallé a su madre. Aceptó la total responsabilidad”

McDaniels y St.Clair se declararon culpables y recibieron 10 años de libertad condicional y 1000 horas de servicio comunitario.

Jeane se declaró también culpable por negligencia y abuso infantil y recibió una sentencia condicional de cuatro años. Pero de allí en más se llamó a silencio y nada más se supo de ella.

Watkins salió en 2008 con un sistema de “intensa supervisión”, tobillera electrónica y prohibición de trabajar con chicos y en tareas relativas al counseling. Sólo estuvo 7 años presa. Demasiado poco para tanto horror.

Repercusiones de un caso dramático

Incluso antes de que terminara el juicio, los legisladores de Colorado y Carolina del Norte impusieron una prohibición para aplicar estas “terapias” en sus propios estados. La medida se llamó Ley Candace y fue copiada en otros lados. El Congreso de Estados Unidos condenó su práctica. A pesar de ello, hubo gente que siguió recurriendo a esas “terapias”. Desde marzo de 2019, el gobierno de España, considera el rebirthding como una pseudoterapia.

Un libro sobre Candace, titulado La terapia del apego a Juicio, la tortura y la muerte de Candace Newmaker, se vende por Amazon. Su trágica historia inspiró, además, tres programas de televisión y un episodio de CSI.

Jeane deseaba tener una hija para combatir su soledad y que esa hija se zambullera entre sus brazos. Pero la historia de Candace necesitaba otro tipo de amor y ayuda. La niña se convirtió en el capricho de una mujer con dinero que decidió pagar terapias sin validación científica para amoldarla a sus sueños. Ni Angela Elmore ni Jeane Newmaker fueron capaces de darle a su hija lo más elemental. Lo que necesitaba desesperadamente Candace era amor, alguien en quien confiar.

La estupidez humana puede ser tan peligrosa como la maldad.

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