
Los Premios Goya de 2025 han demostrado que todavía quedan muchas historias por contar en el cine español. Este año, por ejemplo, nos hemos adentrado en la mentira de Enric Marco, que fingió durante años que había sido uno de los supervivientes del campo de concentración de Flossenburg, consiguiendo alcanzar la presidencia de la asociación Amical de Mauthausen de España. También en la valentía de Manolo Vital, que demostró que la periferia de Barcelona se merecía y podía contar con servicio de transporte público, que debía ser tomada como parte de la ciudad.
Y al frente de estas dos historias ha estado Eduard Fernández, que vive uno de sus mejores años a nivel laboral: con el éxito en cartelera de sus dos películas y los galardones con los que el pasado sábado se alzó (Mejor Actor Protagonista por Marco y Mejor Película por El 47, por primera vez compartido ex aequo con La Infiltrada), el actor español demuestra que su larga trayectoria profesional está lejos de terminar.
Pero detrás de cada uno de estos papeles, como expresó Richard Gere al recoger su premio Goya Internacional, hay mil historias, con sus luces y sus sombras. Eduard Fernández se ha adentrado en todas ellas en el programa Lo de Évole (La Sexta), incidiendo especialmente sobre las segundas, que marcaron uno de los periodos más oscuros de su vida personal.
“Un adicto se miente mucho”
“Tienes que deconstruirte para volver a construir. Lo más difícil es quitar el personaje que llevas encima”, explicaba el actor español a Jordi Évole. Es la primera vez que ha hablado en público de sus adicciones, en especial, para servir de apoyo a aquellos que atraviesen el mismo problema al que él se enfrentó: “Lo he pensado mucho: contarlo o no contarlo. Había gente que me decía: ‘No lo cuentes, Edu, ahora que estás en un momento tan bueno, ¿para qué vas a contar eso?’. Porque hay mucha gente a la que le iría muy bien hacerse cargo de esto, porque llega un momento en el que hay que poner las cosas en su lugar”. Eduard Fernández es consciente de lo complicado que es ponerle nombre a las adicciones, el estigma con el que cargan quienes las sufren y la vergüenza que supone hacerse cargo de lo que se padece: “Que la depresión es una enfermedad y que es tratable, que no es alguien que es raro y que, además, es culpable por estar mal. Pues un adicto es lo mismo: tiene que pedir ayuda, tiene que hacer el acto de humildad, decir ‘ayúdame, que yo no puedo’”.
“Tomas uno, dos, tres, cuatro chupitos y de repente ya puedes empezar a funcionar”. El actor reconoce que en algunas etapas de su vida, mezclaba el alcohol con la cocaína y que empezó a darse cuenta de que tenía un problema cuando comenzó a consumir incluso por la mañana. Sin embargo, pese a ese reconocimiento, incide en la vergüenza, el autoconvencimiento y la dificultad para salir del bucle: “La adicción da mucha vergüenza porque tú notas que algo no tira y que te estás pasando, que no me acuerdo de ayer. Tardas tiempo en ver que tienes un problema. Es como una centrifugadora dando vueltas, siempre dando vueltas: ‘no, yo hace ya un mes que no me meto nada, no tomo nada o no bebo. Ahora fumo algún canuto por la noche’. Un adicto miente y se miente mucho; si uno se miente a sí mismo, miente a todo el mundo”.
La lucha contra las adicciones
Para enfrentar su problema con el alcohol, Eduard Fernández acudió a sesiones de terapia grupales, a las que de vez continúa asistiendo, incluso para acompañar a los que empiezan su proceso de recuperación: “A mí es que me gusta mucho. La terapia es una escuela de vida y es la humanidad a lo bestia”.

“El adicto no puede terminar de dejarlo, siempre tiene que apoyarse en eso para borrarse un poco él mismo, para tapar. Cuando dejes de consumir, veremos qué estás tapando o qué tara había para que tú no puedas soportarlo. No sé cómo contarlo, había sensaciones que costaba mucho aguantar: una ansiedad, una angustia, una desazón, yo aquí no puedo estar, quiero desaparecer. Y eso te lo podías quitar con un consumo. Una vez no consumes, eso tienes que decir: ‘sopórtalo’”. Estas adicciones suponen un enfrentamiento con dos conflictos personales: en primer lugar, el propio consumo; en segundo lugar, la razón que lleva a ese consumo.
Se convierte por ello en un proceso muy complicado, pues no implica únicamente desprenderse de la sustancia de la que se está abusando para buscar ese bienestar, sino ahondar en las heridas y aprender a sanarlas. En la mayoría de ocasiones, las personas que sufren estas adicciones se encuentran con la incomprensión del resto y la incomodidad propia, por ello es tan importante que personas como Eduard Fernández, que camina ahora por uno de sus mejores momentos, pueda contar su historia y animar a otros a seguir sus pasos.
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