Esta es la manera de obtener los mayores beneficios del pan, según una médica: “Disminuye la glucosa y se digiere mejor”

La forma de conservar un alimento básico que puede favorecer la salud intestinal y evitar desperdicios

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Cómo obtener los mayores beneficios
Cómo obtener los mayores beneficios del pan

La alimentación no solo es clave para mantenernos con energía a lo largo del día, sino que también cumple un papel esencial en la regulación del metabolismo y la prevención de diversas enfermedades. Más allá de qué alimentos elegimos, factores como su preparación y almacenamiento pueden tener un impacto notable en nuestra salud. Uno de los productos más habituales en nuestras mesas, el pan, es ejemplo de ello.

Presente en desayunos, comidas y cenas en gran parte del mundo, el pan ha acompañado a la humanidad durante siglos. Su riqueza en carbohidratos y proteínas vegetales lo convierte en un alimento básico. Sin embargo, no todos los panes son iguales, ni todas las formas de consumirlo generan el mismo efecto en el cuerpo. Esto ha dado lugar a múltiples debates sobre cuál es el mejor tipo de pan y, en particular, cuál es la forma más adecuada de conservarlo.

En este contexto, la médica Sara Marín, especialista en microbiota intestinal, ha querido arrojar luz sobre el tema a través de sus redes sociales, compartiendo los beneficios de una práctica tan común como congelar el pan. Aunque muchas personas lo hacen por conveniencia o para evitar que se ponga duro, hay una razón mucho más interesante desde el punto de vista nutricional para mantener este hábito.

“Produce menos inflamación y gases”

“Si congelas el pan y sacas una rebanada para meterla en la sartén o en la tostadora, gran parte del carbohidrato del pan se va a convertir en fibra prebiótica”, explica Marín. Según detalla, este proceso puede contribuir a reducir el pico de glucosa en sangre tras su consumo, mejorar la digestión y disminuir la inflamación intestinal. “Se digiere mejor produciendo menos inflamación y gases”, añade.

Este efecto positivo se debe a la transformación de parte del almidón presente en el pan en almidón resistente, un tipo de fibra que no se digiere en el intestino delgado, sino que llega intacta al intestino grueso. Allí, alimenta a las bacterias beneficiosas del microbioma intestinal, favoreciendo la producción de butirato, un ácido graso con efectos antiinflamatorios comprobados. “Es la comida favorita de tu microbiota, que transforma esa fibra en una sustancia imprescindible llamada butirato, y este baja la inflamación y la neuroinflamación, regula el sistema inmune y disminuye la permeabilidad intestinal”, resume Marín.

La evidencia científica también apoya esta afirmación. Un estudio publicado en 2022 por The American Journal of Clinical Nutrition, titulado “Tolerability and SCFA production after resistant starch supplementation in humans”, demostró que el consumo de almidón resistente favorece la producción de butirato, lo que puede mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la inflamación intestinal.

Así, congelar el pan no solo ayuda a evitar el desperdicio, sino que se convierte en un pequeño gesto con gran impacto en la salud digestiva y metabólica. Esto resulta especialmente útil para quienes desean mantener estables sus niveles de glucosa o sufren de digestiones pesadas.

Eso sí, no todos los panes son iguales. Para maximizar estos beneficios, los expertos recomiendan optar por panes integrales, ricos en fibra y libres de azúcares añadidos o ingredientes ultraprocesados.

Respecto a su conservación, lo ideal es cortarlo previamente en rebanadas, guardarlo en bolsas herméticas y, si es posible, envolverlo en papel film para protegerlo de la humedad y de posibles olores del congelador. A la hora de consumirlo, lo más efectivo es calentarlo directamente en la sartén o la tostadora, sin descongelarlo previamente.