Reconocido como un multifacético artista visual, muralista y escritor estadounidense, David Choe, ofreció en el pódcast Huberman Lab un testimonio crudo sobre cómo el dolor, el trauma y la vergüenza pueden transformarse en impulsos para la expresión creativa y la resiliencia.
Entrevistado por Andrew Huberman, neurocientífico de Harvard y conductor del programa, repasó experiencias clave marcadas por la adicción, la exclusión y los conflictos de identidad, además de destacar el papel fundamental del arte en su proceso de sanación.

Infancia, trauma y formación
Desde un inicio, Choe reveló un pasado plagado de confusión, abandono y altas expectativas familiares. “Mi madre me decía desde niño: ‘Eres el mejor, vas a ser el rey, fuiste nombrado por el rey David’. Yo escuchaba eso y sentía que era completamente absurdo, porque al mismo tiempo atravesaba abusos, maltrato y una sensación de estar a la deriva”, confesó.
Destacó la contradicción de recibir mensajes de grandeza mientras sufría abandono y violencia. Con respecto a ello, señaló: “Tuve todo tipo de violencias: física, emocional, espiritual. A veces pienso que mi madre me ‘lavó el cerebro’ con la idea de que yo era especial, pero durante años solo sentí que no era suficiente”.
Los retos de la migración y el choque cultural también marcaron su identidad. Choe expresó: “Si hablas con un inmigrante, la respuesta honesta de por qué sus padres dejaron su tierra es porque aquello era una mierda. Así que se viene aquí con la promesa de una vida mejor, pero eso trae una presión inmensa: debes compensar el sacrificio de la familia. Para mí fue siempre una sensación de no pertenecer, de ser usado y de detestarme”.
Adicción como ciclo de autodestrucción
En el pódcast Huberman Lab, Choe fue directo al hablar sobre sus ciclos de vergüenza y adicción, en especial a los juegos de azar. “He sido, y me considero aún, un adicto severo al juego. Pero todas las adicciones llevan algo de eso: si bebes y conduces, estás apostando tu vida. Y la pregunta que más escuché fue ‘¿De qué huyes, Dave?’. Huyo de mí mismo. No quiero verme en el espejo, me odio“, reveló.
Choe admitió que la autodestrucción fue, en muchos casos, la antesala de su impulso creativo. “El dolor que permanece no es físico. Me han roto huesos, he estado a punto de morir en peleas, pero eso se olvida. Lo que realmente queda es el dolor emocional: el abandono, la traición, el rechazo. De joven, canalicé esa rabia a través del arte, de escribir en diarios secretos, de pintar con desesperación”.
En su testimonio para Huberman Lab, aseguró que la vergüenza fue también un combustible inesperado para arriesgarse públicamente: “Soy adicto a la vergüenza, a fallar en público, a lanzarme. Lo más doloroso es mostrar tu diario al mundo, desnudarte emocionalmente y que te rechacen”.

El arte como canal de sanación
La conversación giró en torno al poder del arte para transformar el sufrimiento en vida y libertad. “La creatividad auténtica no se puede contener. Si estás preparado para desnudarte emocionalmente y mostrar tu dolor, eso es arte. La técnica y el oficio se aprenden, pero la creatividad viene del fondo, de la herida, del hambre que traes desde pequeño”, afirmó.
Rememoró cómo, al pintar murales en los inicios de Facebook, lo hacía “de manera cruda, sin máscara”. Recordó que trabajaba en ambientes caóticos, usando materiales precarios e improvisados: “Era una época punk, experimental. Querían que asustara a los inversores, que todo fuese radical. Y pinté sobre todo, incluso con botes de pintura robados. Todo era caos, pero en medio de ese desorden, encontré una libertad que no tenía en otros ámbitos”.
Para el artista, la creatividad se cultiva en lugares inesperados. “Las etapas de máxima explosión creativa no fueron en Nueva York o Los Ángeles, sino en suburbios fríos, sin wifi, en la monotonía aparente. Brillan en lo cotidiano, entre necesidades insatisfechas y carencias”.

Importancia del entorno y los referentes
El entrevistado resaltó el impacto de referentes y mentores como Sean Parker, Mark Zuckerberg, Paul Reubens o Anthony Bourdain. “Muchos de mis modelos fueron mentores inesperados. Sean Parker me invitó a pintar para Facebook. En ese momento me sentía la vergüenza de la familia, un completo fracaso, pero Parker veía valor en mi arte descontrolado”.
Sumando a su propia familia, destacó la resiliencia de su madre, quien “se reinventó tras perder todo en los disturbios de Los Ángeles”. Reconoció que el entorno puede hundir a una persona en la comparación y el rechazo, pero también brindar sorpresas positivas: “He sido echado de Marvel y DC. Me han cancelado en radio y televisión. Pero siempre alguien apostó de nuevo por mí. Y eso, entre la autoaceptación y el apoyo externo, te permite seguir adelante”.
La comunidad creativa, pese a los desencuentros, fue esencial para persistir: “Uno debe decepcionar muchas veces a la familia hasta que, de tanto hacerlo, logran sentirse orgullosos”.

Reflexión sobre legado y autoaceptación
Al mirar hacia atrás, se mostró menos interesado con la idea de éxito o legado tradicional. “El legado no existe: nadie recuerda a Nirvana en un Uber, nadie sabe quién eres aunque hayas hecho mucho. Lo único real es el momento presente, el vínculo con quien tienes delante, la honestidad en lo que creas”, reflexionó.
David Choe compartió que su mayor aprendizaje fue reconocer la importancia de pedir ayuda y abrazar la imperfección. “Hoy sé que soy suficiente, aunque lo repita a diario como un mantra. Y la esperanza es, en los peores días, el recurso más valioso: nunca la pierdo porque siempre hay algo por crear”, concluyó, sobre su filosofía artística.
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