
Faltan pocos días para el estreno de la quinta temporada de Emily en Paris, la popular serie de Netflix que protagoniza la carismática Lily Collins. Desde 2020, este proyecto se convirtió en uno de los principales títulos de su portafolio debido a su boom en la plataforma.
Aunque no le han faltado detractores y críticas por “los estereotipos” que aparecen frecuentemente en el show; tiene cautivo a un público que disfruta de los enredos de la protgonista.
“Hay algo en Emily —en su búsqueda de aventuras y nuevas experiencias— que nos habla a todos”, dijo recientemente al promocionar los nuevos episodios. “Creo que lo que más me gusta de Emily es que siempre sigue a su corazón, ya sea de Chicago a París y ahora Roma”.
En su historia personal, Collins también ha sorteado obstáculos propios. Uno de esos procesos difíciles fue navegar fuera del agujero de los desórdenes alimenticios en el que cayó varios años atrás.

Los inicios de su carrera
Hija del icónico músico Phil Collins y de la actriz Jill Tavelman, Lily Collins nació el 18 de marzo de 1989 en Guildford, Inglaterra. Su primer crédito televisivo llegó cuando tenía apenas dos años, en la serie de la BBC Growing Pains. Sin embargo, su carrera no tomó forma definitiva hasta la adultez.
En 2009 apareció en The Blind Side, y luego protagonizó títulos como Mirror Mirror (2012), Love, Rosie (2014) y Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso (2013).
Desde temprano, Lily se propuso abrirse camino sin apoyarse en el peso del apellido Collins. “Siempre quise hacerlo por mi cuenta”, dijo a Glamour en 2013. “Nunca quise que nadie hiciera llamadas por mí. Un nombre puede abrir puertas, pero solo el carácter puede mantenerlas abiertas”.
Su consagración internacional llegaría en dos etapas: primero, con Rules Don’t Apply (2016), que le valió una nominación al Globo de Oro; y luego con Emily en Paris, que en 2020 la llevó a disputar nuevamente el premio como mejor actriz de comedia o musical.
La autoimagen y los problemas alimenticios
En 2017, Collins abrió su corazón y compartió con franqueza que había padecido trastornos alimenticios desde la adolescencia. El medio para relatar sus experiencias fue Unfiltered: No Shame, No Regrets, Just Me, un libro de ensayos sobre su vida.
Sus problemas empezaron cuando tenía 16 años, en medio del divorcio de su padre y su madrastra. Collins “no podía manejar el dolor y la confusión” de esa etapa. Además, en ese momento intentaba equilibrar la secundaria con dos carreras orientadas a la imagen: el modelaje y la actuación.
La presión sobre su cuerpo terminó transformándose en una obsesión. Primero restringió su alimentación.
“Entre la inanición, las pastillas para adelgazar, los laxantes y vomitar, no solo perdí toda mi energía, mi cuerpo empezó a apagarse”, relató.

Collins reveló que se volvió bulímica y que ocultó todo a su madre durante años. Sus uñas y cabello se volvieron quebradizos, su menstruación desapareció y vivía “agotada, ansiosa y de mal humor todo el tiempo”. Llegó a depender de dietas extremas, pastillas y cayó en el ejercicio compulsivo.
Su recuperación fue larga. Y, paradójicamente, uno de los momentos más decisivos ocurrió durante el rodaje de To the Bone (2017), película donde interpretó a una joven con anorexia. Había una alta dosis de riesgo personal en el trabajo.
“Aunque llevaba varios años en recuperación antes de la película, prepararme para el papel me permitió reunir información sobre los trastornos alimenticios con profesionales”, contó a Shape.
“Estaba aterrada de que la película me hiciera retroceder, pero tenía que recordarme que me contrataron para contar una historia, no para tener cierto peso”, explicó.

Para Collins, interpretarlo fue un acto catártico.
“Fue un regalo poder ponerme de nuevo en unos zapatos que una vez había llevado, pero desde un lugar más maduro”, dijo. Y dejó clara una idea que la acompaña hasta hoy: “Solía pensar que estar saludable era tener el músculo perfecto. Pero ahora ser saludable es cuán fuerte me siento. Es un cambio hermoso”.
Un padre ausente, un vínculo roto y una reconciliación
Como se mencionó antes, el tema de los trastornos alimenticios estuvo íntimamente ligado a una relación complicada: la que mantenía con Phil Collins.
Cuando Lily tenía cinco años, sus padres se separaron y ella se mudó con su madre a Los Ángeles, mientras Phil se quedaba en Londres. La distancia geográfica terminó generándole mucha tristeza.
“Porque mi papá estaba a menudo lejos, nunca quise hacer nada que lo mantuviera alejado aún más”, escribió en Unfiltered. “Tenía miedo de que pensara que estaba enojada o que no lo quería. Y la verdad es que sí estaba enojada. Lo extrañaba y quería que estuviera ahí”.

De adulta, comprendió que la fama global de Phil también jugó un papel complejo en su dinámica familiar.
En una entrevista con Radio Times, recordó haber visto a un visitante en Disneyland usando una camiseta con el rostro de su padre. “Fue un momento muy extraño… Pensaba: ‘¿Por qué quiere una foto con mi papá y por qué mi papá está en su camiseta?’”. Con el tiempo, aprendió a separar al artista del hombre. “Ese era Phil, y cuando estábamos en casa, ese era papá”, dijo en 2016.
Luego apareció otro enemigo: el alcoholismo que atrapó a Phil a sus 55 años, tras su retiro. La adicción fue tan fuerte que él estuvo al borde de la muerte por una pancreatitis aguda.
Para la actriz, esa etapa le trajo flashbacks de una relación tóxica con un novio que también bebía demasiado.
“Al igual que con mi exnovio, intervenir y decir lo que pensaba fue una de las cosas más difíciles, frustrantes y dolorosas que he tenido que hacer nunca”, escribe. “Y una de las partes más duras fue que estaba fuera de mi control”.
“Al final, cuanto más se negaban a admitir su problema, más sufría yo”, continúa. “Me sentía tonta y menospreciada. Me sentía ridícula”.

En su libro de 2017, Lily incluyó una carta de perdón hacia él: “Aunque no justifico algunas de tus decisiones, no podemos reescribir el pasado”, escribió. “Estoy aprendiendo a aceptar tus acciones y a expresar cómo me hicieron sentir… A honrar la tristeza y la ira”.
Esa reconciliación terminó materializándose. En 2022, Lily asistió al último concierto de Genesis para acompañar a su progenitor. Luego, en el Día del Padre de 2024, le escribió: “Te mando más abrazos que nunca y estoy agradecida por ti hoy y siempre… Te amo hasta la luna y de regreso”.
Hoy, con 36 años, Collins disfruta el éxito de la serie de Netflix y además ha construido su propia familia. Está casada con el director Charlie McDowell desde 2021, con quien en 2025 dio la bienvenida a su primera hija, Tove, nacida a través de gestación subrogada.
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