
A mediados de la década de 1980, dos jóvenes actores aún desconocidos para el gran público coincidieron en un set de filmación que cambiaría significativamente el rumbo de sus vidas. Sarah Jessica Parker, con apenas 18 años y aspiraciones de convertirse en una estrella, se encontraba en los primeros pasos de su carrera interpretando un papel en Firstborn, dirigida por Michael Apted. Allí conoció a Robert Downey Jr., hijo del también actor y director Robert Downey Sr., quien, al igual que Parker, intentaba abrirse camino en el mundo del cine al margen del apellido familiar.
Según reseña Sensacine, El trasfondo de ambos no podía ser más dispar. Sarah Jessica Parker, cuarta de ocho hermanos, estaba acostumbrada a la lucha y al esfuerzo, mientras que su imagen de “chica buena” contrastaba con la turbulenta vida de Downey Jr., marcado desde joven por su acceso y cercanía a ambientes donde las adicciones ya estaban presentes. A pesar de las diferencias, la química entre ellos fue inmediata y, en 1984, comenzó una relación que se convertiría en una de las más comentadas del ambiente artístico de la época.

Durante los primeros años, la pareja buscó estabilidad tanto en el plano profesional como personal. Saltaban de la Costa Este a la Oeste en busca de papeles que les permitieran consolidarse como actores. Parker aún no conseguía papeles protagónicos, mientras que Downey Jr. comenzaba a despuntar en la industria cinematográfica con trabajos como Golpe al sueño americano. La diferencia de ritmo profesional y la vida personal de cada uno supusieron desafíos constantes para ambos.
Uno de los aspectos más complejos de la relación fue el entorno y las circunstancias personales de Downey Jr., quien luchaba abiertamente contra una fuerte adicción al alcohol y las drogas. Parker, pese a su juventud, tomó sobre sus hombros la estabilidad de la pareja, intentando mantener un cierto orden y un ritmo constante en sus vidas, motivada en parte por el deseo de que su pareja no fuera consumida por sus propios demonios. En palabras suyas, recogidas por The New Yorker, “la gente a su alrededor me despreciaba, pero le había dado estabilidad y había intentado crear un ritmo constante que le permitiera llegar a tiempo. Eso me enojaba y me avergonzaba”.

El esfuerzo de Sarah Jessica Parker iba más allá del compromiso sentimental. La actriz ha reconocido en entrevistas —tanto en revistas como en podcasts— que permaneció al lado de Downey Jr. por temor a que, si se alejaba, algo grave pudiera ocurrirle. Se sentía responsable, no solo por amor, sino también por el miedo a las consecuencias que su ausencia podría tener para el actor. Así, se convirtió en un ancla en la vida de Downey Jr., facilitando la rutina y brindando comprensión, mientras lidiaba con el desprecio constante del entorno y la frustración por no poder salvar a su pareja de sí mismo.
Para Robert Downey Jr., la relación con Parker fue un sostén crucial en una época en la que su vida personal y profesional era profundamente inestable. El propio actor reconocería años después que en ese periodo era impredecible y temerario, con una tendencia a la indisciplina que contrastaba con la estabilidad que Parker intentaba imponer: “Me brindó un hogar y comprensión. Intentó ayudarme. Se enfadó muchísimo cuando no me organizaba... La mayor parte del tiempo estaba felizmente anestesiado”. Downey Jr. comenzaba a ganar reconocimiento y dinero, pero sus problemas con las adicciones se interponían en cualquier intento de llevar una vida sana o estable.
La relación se prolongó durante siete años. A pesar de los intentos de Parker por mantenerla a flote, Downey Jr. no superaría sus problemas con las adicciones sino hasta mucho tiempo después de la ruptura, en 2003. La separación, producida en 1991, marcó un punto de inflexión para ambos, tanto en lo personal como en lo profesional. Cada cual seguiría su camino, y el desenlace no fue una tragedia, a pesar de la intensidad y el desgaste del vínculo.
Con el tiempo, Robert Downey Jr. lograría vencer sus adicciones y reinventarse como uno de los actores más influyentes de Hollywood, alcanzando fama mundial en la saga de Iron Man. Sarah Jessica Parker, por su parte, se consolidaría como una de las figuras más emblemáticas de la televisión gracias a su papel en Sex and the City.
La historia de Parker y Downey Jr., más allá del drama, es testamento de la resiliencia, el impacto de las decisiones juveniles y de cómo, en ocasiones, los caminos deben separarse para que sus protagonistas puedan alcanzar su propia felicidad. A día de hoy, ambos han encontrado la estabilidad y el éxito, aunque ya no compartan la vida juntos.
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