Vacaciones escolares: ¿sería mejor tener más recesos cortos durante el año?

En Argentina hay un descanso largo en verano y dos semanas en invierno. Otros países aplican varias pausas cortas: Inglaterra tiene seis recesos, y en la mayoría de los países de la OCDE hay cuatro o cinco cortes. Expertos y docentes analizan el impacto de ambos modelos en el aprendizaje

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En CABA y Mendoza la
En CABA y Mendoza la vuelta a la escuela será el miércoles 25 de febrero, en Santa Fe y Córdoba, el lunes 2 de marzo de 2026. (Imagen Ilustrativa Infobae)

A medida que avanza diciembre, el cambio de ritmo se hace más notorio en las calles: algunos estudiantes terminaron las clases el viernes 5, otros el 12, los últimos el 19. En algunas jurisdicciones la vuelta a la escuela será el miércoles 25 de febrero, en otras el lunes 2 de marzo; varias no informaron aún sus calendarios 2026.

¿Las vacaciones escolares en Argentina son demasiado largas? Un viejo mito repetido desde distintos sectores asegura que los estudiantes y los docentes tienen “tres meses” de descanso, pero los datos indican que, en promedio, las vacaciones de verano duran 9,2 semanas en Argentina. A ese descanso se suman las dos semanas de invierno y, en algunas escuelas privadas, una en primavera.

La comparación internacional muestra que, en total, los estudiantes argentinos tienen menos vacaciones que sus pares de otros países. El estudio Panorama de la Educación 2025 de la OCDE comparó la duración y distribución de las vacaciones de la escuela primaria en 40 países: Argentina quedó en el puesto 34, con un total de 11,2 semanas, por debajo del promedio de la OCDE (13 semanas).

Hay países donde los estudiantes tienen cinco o seis semanas más de descanso, como Letonia (17 semanas), Lituania (17), Estonia (16,8), Grecia (16,8), Rumania (16,6) y Francia (16). En América Latina, Argentina tiene menos vacaciones que Chile (13,2) pero más que Colombia (10,2) y Costa Rica (10,6).

Entre los 40 países considerados en el informe de la OCDE, los estudiantes con menos descanso son los de Corea del Sur, donde hay apenas 6,4 semanas de vacaciones en todo el año: 5,4 en verano –poco más de un mes– y luego una en invierno. Si bien Corea se destaca por sus resultados educativos, también los países con recesos más largos obtienen buenos desempeños: en las últimas pruebas PISA de Matemática, justo debajo de Corea se ubicó Estonia, donde los alumnos tienen más del doble de vacaciones.

Existen diferencias significativas en cuanto a cómo se distribuye el tiempo de vacaciones en cada sistema educativo. “En todos los países, la pausa más larga es la que se produce entre dos cursos escolares consecutivos. Esta pausa oscila entre 3 semanas en algunos cantones de Suiza y 12 semanas o más en Bulgaria, Grecia, Italia y Letonia. En casi todos los países, esta pausa entre dos cursos escolares representa al menos la mitad del tiempo de vacaciones escolares”, señala el informe de la OCDE.

Recesos escolares en la educación
Recesos escolares en la educación primaria obligatoria, en semanas. Fuente: OCDE - Panorama de la educación 2025

Inglaterra y Luxemburgo tienen seis recesos durante el año, mientras que la mayoría de los países de la OCDE tienen cuatro o cinco cortes: el más largo es el de fin de curso, y los otros duran una o dos semanas. De los 40 países que participaron del estudio, los únicos que tienen solo dos períodos de descanso son Argentina, Chile, Italia y Corea. Según el informe de la OCDE, en el modelo italiano las escuelas “organizan las vacaciones de forma autónoma según directrices regionales”, algo parecido a lo que pretende el proyecto de ley de “libertad educativa” que impulsa el Gobierno nacional en Argentina.

Si bien la evidencia internacional no respalda una fórmula única, la diversidad de modelos invita a discutir algo que muchas veces se da por sentado. “Repensar las vacaciones escolares es también repensar el modo en que concebimos la experiencia educativa”, sostiene Graciela Cappelletti, profesora en las universidades de San Andrés (UdeSA) y Quilmes (UNQ).

“No se trata solo de cuántos días van los chicos a la escuela, sino de cómo se distribuye ese tiempo. Los recesos largos pueden afectar de manera distinta a los estudiantes según sus condiciones de vida, mientras que las pausas intermedias obligan a repensar la organización escolar”, plantea Cappelletti.

Las variables que inciden en la organización del descanso son múltiples: desde el clima hasta los derechos laborales y las tradiciones locales. “La distribución y duración de los recesos escolares en los distintos países puede verse influenciada por factores climáticos, por las regulaciones laborales del trabajo docente y del empleo en general, por la agenda turística. Tal vez en algún caso medien consideraciones pedagógicas”, explica Irene Kit, presidenta de la asociación civil Educación para Todos, a Infobae.

Descanso largo vs. recesos cortos

¿Qué modelo favorece más el aprendizaje: un solo descanso largo, o varios descansos breves? Algunas investigaciones han identificado una “pérdida de aprendizaje” durante los períodos de vacaciones de verano, conocida en inglés como “summer learning loss”. Un informe de Argentinos por la Educación estimó este año que la pérdida es mucho mayor para los estudiantes de sectores vulnerables.

“Cuando los cortes son largos, la evidencia muestra que se pierden aprendizajes, especialmente en Matemática y, sobre todo, en los contextos sociales más desfavorables. Esto tiene que ver con que la práctica de la lectura suele incorporarse más en el hogar, mientras que la matemática no tanto. Por eso, los recesos largos impactan más en matemática y afectan más a quienes tienen menos ejercicio de lectura o de matemática en sus casas”, explica Axel Rivas, investigador y profesor de la Universidad de San Andrés.

“Hay distintas estrategias de mitigación y distintos calendarios en el mundo. Obviamente, es un tema complejo porque impacta en la organización familiar. Pero sí hay bastante evidencia que muestra que un período de vacaciones de verano más corto, combinado con descansos a lo largo del año, es un enfoque más adecuado para el aprendizaje. Tampoco hay que tomarlo de manera lineal, porque depende mucho de cómo se evalúe y de cómo se discutan estos impactos. De todos modos, hay bastante acuerdo en la investigación en que un receso muy largo termina afectando al aprendizaje”, analiza Rivas.

Un receso escolar muy largo
Un receso escolar muy largo termina afectando el aprendizaje, sobre todo en matemática y en los chicos de sectores vulnerables, según muestran algunas investigaciones. (Imagen Ilustrativa Infobae)

La revisión del calendario escolar excede ampliamente la organización del sistema educativo, subrayan los especialistas. “No es nada fácil cambiar cualquier engranaje de un sistema educativo en funcionamiento, máxime algo como el calendario escolar que impacta en la organización de las familias, los docentes, los estudiantes, así como las oportunidades de turismo y encuentro con parientes más lejanos”, advierte Kit.

Kit propone abrir el diálogo para pensar alternativas viables: “Por ejemplo, a principios o mediados de octubre ya docentes y estudiantes están fatigados. Por otro lado, finalizar un ciclo lectivo sobre las fiestas navideñas tal vez implique sumar días poco eficaces para el aprendizaje”. En ese sentido, plantea: “En el marco del diálogo social, político y gremial, puede pensarse en introducir una o dos semanas intermedias de receso, que pueden compensarse tanto con la extensión de la jornada como con la reducción del receso estival”.

Algunas fuentes resaltan que no hay una asociación lineal entre la organización del calendario y los aprendizajes. “El éxito de los procesos de enseñanza no necesariamente depende del receso escolar. No hay dudas de que la trayectoria educativa requiere descansos: muchas veces los docentes registramos cambios luego del receso invernal, ya sea en la organización de los estudiantes o en la maduración del desempeño. Por supuesto que no hay magia en esas semanas, pero sí es un momento en que se renueva el compromiso y se recapitula el recorrido para seguir avanzando”, sostiene Marina Bertone, maestra de una escuela primaria en provincia de Buenos Aires y profesora universitaria.

A Carolina Bonfranceschi, maestra de 6° y 7° grado en una escuela pública de Villa Devoto, le resulta interesante la posibilidad de repensar el calendario: “Como docente vivo cómo, luego del receso de verano, los estudiantes parecen haberse olvidado de todo lo que trabajamos el año anterior, y fui yo misma quien se lo enseñó… Por lo tanto, me parecería adecuado que ese descanso fuera más corto, aunque también debemos tener en cuenta que son tiempos de mucho calor para habitar la escuela durante tantas horas”.

“Quizás sería interesante agregar pausas breves a lo largo del año, de no más de una semana, para que los estudiantes puedan descansar un poco, pero también retomar los contenidos con mayor facilidad”, agrega Bonfranceschi.

Para Marina Zamora, maestra de primaria en una escuela rural de Mendoza, el debate sobre el calendario escolar es una oportunidad para pensar cómo se organiza el tiempo para garantizar aprendizajes significativos y sostenidos. En esa línea, Zamora sostiene que el modelo vigente en Argentina resulta adecuado si se tienen en cuenta las condiciones climáticas, ya que muchas escuelas no cuentan con la infraestructura necesaria para enfrentar las altas temperaturas del verano en varias provincias.

“El verano puede alcanzar temperaturas de hasta 40° C y, si las escuelas no estuvieran de vacaciones durante esos meses, los alumnos estarían agotados por el calor. En muchas instituciones no hay ventiladores, o los que hay no alcanzan para cubrir todas las aulas”, sostiene Zamora, y subraya que un cambio en el calendario escolar se enfrentaría con “dificultades edilicias y climáticas para sostener los procesos de enseñanza y aprendizaje en condiciones adecuadas”.

¿Calendarios por escuela?

El proyecto de ley de “libertad educativa” redefine la forma de medir el calendario escolar: no habla de días sino de “horas” de clase, y establece un mínimo de 540 horas reloj anuales para la educación inicial (equivalentes a 180 días con una jornada de 3 horas) y un piso de 720 horas para la educación primaria y secundaria (180 días con una jornada de 4 horas).

Ese mínimo es inferior al acordado en 2024 por todos los ministros en el Consejo Federal de Educación, de 760 horas para la primaria y 900 para la secundaria. También se ubica por debajo de los promedios de la OCDE, de 804 horas anuales en primaria y 922 horas en secundaria.

El proyecto de ley de
El proyecto de ley de “libertad educativa” elaborado por el Gobierno nacional implica, entre otras cuestiones, la posibilidad de que cada escuela defina su calendario escolar. (Imagen Ilustrativa Infobae)

Además de derogar la Ley de Educación Nacional, el proyecto presentado en el Consejo de Mayo modifica algunos artículos de la Ley 25.864, que estableció en 2003 el piso mínimo de 180 días de clase. Entre otros, el artículo 3, que define cómo se calcula si un día de clase fue “efectivo” o no.

Por fuera del mínimo de horas obligatorias, el proyecto de “libertad educativa” señala que cada escuela podrá establecer su propio calendario escolar “conforme a su proyecto educativo institucional, su ideario –en el caso de las instituciones privadas– y las características de su comunidad”. Si se aprobara en el Congreso, el proyecto podría permitir que algunas escuelas modifiquen el modo de distribuir las vacaciones.

Los especialistas y docentes consultados por Infobae cuestionan la propuesta oficial y advierten que requeriría de un amplio diálogo social –ausente durante el proceso de elaboración de la iniciativa, que se filtró sorpresivamente en noviembre–. Varios expresan preocupación por la posibilidad de que, en nombre de la autonomía de las escuelas –en general bien valorada–, la organización del sistema derive en una segmentación caótica. Señalan, por ejemplo, que en Argentina la mayoría de los docentes trabaja en más de una institución educativa, lo que dificultaría la implementación de calendarios por escuela.

“Creo que es un tema en el que una organización más sistémica resulta mucho más sensata que dejarlo librado a cada institución –señala Axel Rivas–. Sí me parece razonable introducir un poco de flexibilidad y dejar algún margen de acción a las escuelas, pero dentro de un calendario común. Por ejemplo, que algunas puedan elegir una semana en determinado momento del año y otras optar por no hacerlo. Ese nivel de autonomía me parece suficiente: no desorganiza a las familias y tampoco genera un sistema totalmente fragmentado”.

“La armonización de las cargas laborales de los docentes y directivos que trabajan en más de una escuela, así como la dificultad en alcanzar un consenso pleno en las comunidades educativas, señalan un punto muy difícil, traumático y estresante para el sistema educativo. Si bien se plantean dificultades en los lugares muy calurosos o muy fríos en nuestro país, es posible pensar alternativas de calendario escolar que atiendan a criterios objetivos, y que permitan organizar a familias y docentes”, señala Irene Kit. Esas alternativas existen: en varias provincias hay escuelas rurales que tienen calendarios alternativos por las condiciones climáticas de las localidades donde están ubicadas.

“Por una parte, esta posibilidad podría permitir a las escuelas responder mejor a su contexto. Por otra parte, como toda descentralización y proceso flexible, requiere de establecer un marco regulatorio que asegure un tiempo de enseñanza suficiente y comparable. Considero que se corren riesgos de una posible atomización del sistema si cada institución decide cuándo hacer sus recesos”, sostiene Marina Bertone.

Cappelletti concluye: “En términos generales, pienso que toda decisión acerca de los recesos escolares tiene que considerar estas grandes definiciones: experiencia escolar, tradición histórica, impacto en la vida familiar. Entiendo además que para la organización del Estado las definiciones acordadas federalmente son relevantes. También veo que hay calendarios diversos en algunas escuelas de gestión privada, pero que se acompasan con las definiciones federales. Sería interesante problematizar esto en procesos deliberativos que involucren a todos los actores”.

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