
Una estudiante de primer año en la Universidad de California recordaba claramente cuándo las matemáticas se habían convirtieron para ella en un problema. Así comienza un artículo de Daniel Mollenkamp en EdSurge, que fue traducido al español por David Rodolfo Areyzaga Santana y publicado en el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tec de Monterrey.
Aunque aquella estudiante nunca se había considerado especialmente dotada para la disciplina, había aprobado la preparatoria sin mayores complicaciones. Pero ahora, llegada a la universidad donde estudia negocios, la materia se le había vuelto un obstáculo insuperable.
Lo cierto es que esta dificultad le generó serios problemas de ansiedad, al punto de evitar asistir a clases. Fingía estar enferma o buscaba cualquier otra excusa para no presentarse, sintiendo que no tenía sentido ir. En la clase, los profesores esperaban que ella comprendiera los temas de inmediato, y al ver que sus compañeros parecían lograrlo, se sentía aún más aislada.

Un compañero que debía hacer frente a las mismas dificultades decidió abandonar la clase. Pero ella optó por esperar; tal vez las cosas podían mejoran. Desafortunadamente, no fue así. La ansiedad le provocaba presión en el pecho y, a veces, le impedía dormir. Durante un examen programado a inicios del año, su ansiedad fue tan abrumadora que no pudo abrir la puerta del aula y terminó marchándose sin rendir la prueba.
Los nervios que provocan las matemáticas es una forma común de ansiedad. Es un fenómeno que ha sido utilizado para explicar en parte las diferencias entre países en cuanto a los resultados de las pruebas estandarizadas PISA, donde los puntajes de Estados Unidos han sufrido una brusca caída. Estos sentimientos pueden influir en la disposición de los estudiantes para continuar con las matemáticas, afectando su rendimiento académico.
Hay algunas teorías sobre la relación entre la ansiedad matemática y el rendimiento. La más reconocida es la “teoría recíproca de la ansiedad matemática”, que propone que los estudiantes pueden quedar atrapados en un ciclo donde la ansiedad debilitante y el bajo rendimiento matemático se refuerzan mutuamente. Por un lado, preocuparse por las matemáticas puede llevar a querer evitarlas, impidiendo cualquier mejoría. Por otro, el bajo rendimiento incrementa la ansiedad, convirtiéndose en una experiencia negativa que persiste.

El nerviosismo puede ocupar la mente de los estudiantes al punto que satura su memoria de trabajo, interfiriendo con su capacidad para realizar cualquier proceso matemático. Este fenómeno es más común en aquellos que no son particularmente buenos en matemáticas, pero puede ser devastador para aquellos con mucho potencial matemático, ya que la ansiedad los hace regresar a estrategias menos avanzadas. Además, las mujeres tienden a experimentar más esta ansiedad que los hombres.
Las soluciones a la ansiedad matemática son difíciles de generalizar. Los equipos de investigación no saben mucho sobre cómo contrarrestarla, enfocando gran parte de su trabajo en los propios estudiantes. Factores como el apoyo deficiente del cuerpo docente, relaciones deficientes entre docentes y estudiantes, un entorno excesivamente competitivo y ambientes de clase poco favorables pueden incrementar la ansiedad matemática. El temor a cometer errores también juega un papel importante.
Hay investigadores que sugieren estrategias como replantear los sentimientos de ansiedad como entusiasmo, o escribir en un diario antes de un examen, aunque la evidencia sobre su efectividad no es del todo precisa. Tampoco los exámenes con límite de tiempo han sido confirmados como perjudiciales o beneficiosos de manera general. Hay profesores usan les permiten a los estudiantes calificarse a sí mismos, sin mostrar el resultado al resto de la clase, utilizando gráficas de rendimiento que les permitan ayudar a identificar sus progresos y problemas.

Para muchas personas, ser hábil en matemáticas significa llegar a respuestas correctas rápidamente. Sin embargo, el dominio de las matemáticas va más allá de esto: requiere desarrollar habilidades de razonamiento y resolución de problemas. Por lo tanto, los docentes tienen la tarea de centrarse en ayudar a los estudiantes a comprender el proceso y el pensamiento involucrado en llegar a una respuesta.
Tradicionalmente, los docentes presentaban un problema y lo resolvían de inmediato. Pero se ha visto que permitir a los estudiantes abordar primero los problemas les ayuda a entender mejor lo que están aprendiendo. Por eso, es fundamental fomentar la colaboración y el debate sobre las diferentes formas de resolver problemas. De los errores pueden surgir buenas ideas, y aunque alguien cometa un error que parezca simple, la forma en que intentó resolver el problema puede ser creativa.
La estudiante mencionada al comienzo del artículo atribuía su ansiedad a una combinación de factores: desde evitar las matemáticas a la constante necesidad de compararse con otros. “Cuando se trata de matemáticas, honestamente, siento que yo soy el problema”, repetía. A pesar de sus desafíos, todavía mantiene la esperanza de aprender el material y ha descubierto que la meditación la ayuda a controlar la ansiedad.
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