
Economista y empresario Pyme, al frente de un frigorífico porcino con sede en Mataderos, lugar que también explica su pasión por Nueva Chicago, Gustavo Lazzari emprendió este año una actividad “evangelizadora” sobre cómo funcionan los mercados, las empresas, la economía, que lo hizo recorrer unos 70.000 kilómetros en un año.
La noche del 26 de octubre, consultado acerca del resultado electoral, Lazzari anticipó el impacto positivo sobre los mercados, pero pidió también una “agenda productiva” que ahora ve apenas iniciada. En charla con Infobae, resaltó la importancia del proyecto oficial de reforma laboral para despejar “zonas grises” causantes de litigios que -subrayó- suelen iniciarse más por acción de abogados “caranchos” que por iniciativa de los propios empleados.
— La noche del 26 de octubre dijo que el impacto del resultado electoral sería positivo, y lo fue claramente, pero marcaba la necesidad de una “agenda productiva” que nos saque de una “agenda financiera” que nos había “llenado de miedo”, porque además generaría mucho más dólares. ¿Empezó esa agenda?
— En la coyuntura, te digo que más o menos, pero si abrimos el gran angular, diría que sí. Estamos discutiendo una reforma laboral y una reforma impositiva, hubo baja de retenciones y se discuten cosas de productividad. ¿Arrancó la productividad? Claramente, no. Pero se estabilizó el tipo de cambio y se empezaron a discutir temas de fondo. La situación está durísima, pero hay agenda de competitividad. Es una remada importante. Muchos sectores puede que todavía no la vean, porque tienen problemas de tiempo.
— Hubo un giro político a favor de gobierno, pero la actividad económica está estancada hace meses. ¿Cómo ve el balance entre una inercia que sigue siendo negativa, a lo sumo neutra, y esa expectativa positiva?
— No se puede hablar de pymes ni de actividad económica en general. Hay motores que están andando, sectores que están despegando. Con dificultades, porque hasta Vaca Muerta tiene dificultades, pero son sectores que empezaron. Me refiero a la energía, la minería, la intermediación financiera, que por más que me guste más, menos o poco, emplea gente y labura. Y hay sectores del agro que están empezando fuerte. La industria de las carnes y la del maní están muy bien; la láctea, con márgenes de rentabilidad bajos, funciona. Antes estaba frenada. Cuando uno dice maní muchos se ríen, pero exporta USD 1.200 millones por año. Y eso en 10 años es un FMI. Todos los números en algún momento cobran su relevancia. Hay que estudiar bien los sectores.
“La situación está durísima, pero hay una agenda de competitividad”
— ¿Cómo impacta eso las reformas que se discuten ahora?
— El costo argentino es transversal y nos pega a todos. Hay sectores que todavía no empezaron. Ahí está el dilema: al sector que no empezó el tiempo le juega en contra. Necesitan -necesitamos- una velocidad distinta en las reformas. En el caso de la reforma laboral, a algunos sectores les alcanza el título, les da perspectiva, y a muchos no nos alcanza el texto, necesitamos que sea muy bueno y que sea rápido. Es algo natural en todo proceso de reconstrucción.
— ¿Reconstrucción?
— Sí. A veces no nos damos cuenta que la Argentina está en reconstrucción. Creo que 2026 es el año de la armonización de sectores, todos tenemos que empezar a trabajar mejor. Creo que va a pasar, pero me gustaría tachar la palabra “fácil” del diccionario, porque confunde a la gente. No va a ser fácil por largo tiempo. El grado de rotura de la Argentina es muy profundo. Este año recorrí 48.000 kilómetros en ruta, más 22.000 en avión. Me concentré en ocho, diez provincias y estuve en pueblos chicos, medianos, grandes. Hemos roto la infraestructura, hemos roto la cultura del trabajo. En varios pueblos me dijeron que no hay posibilidad de conseguir una persona para trabajar, ni a buen sueldo. Se rompieron hábitos laboriosos. Hay mucho por hacer. Va a costar que todos veamos las mieles del laburo. Yo tengo 59 y creo que lo voy a ver, pero hay mucho que reconstruir. Ya ni me calienta quién tiene la culpa. No me suma. Hay mucho trabajo por delante. Como dato esperanzador digo que nos recontra sobra el paño para hacerlo. No tengo la más mínima duda de eso.

— ¿Qué es lo más importante de la reforma laboral?
— Me tomé todo un domingo para leerla, con el papel impreso, resaltando cosas, consultando leyes y artículos que el texto cita y hablando por teléfono con mi abogado para que me explique conceptos. Mi conclusión es que tiene muchas más luces que sombras. Es una reforma muy aprobable y muy necesaria. Lo más importante es que contribuye -no digo que lo haga de modo definitivo, pero contribuye- a aclarar zonas grises, generadoras de juicios. Los juicios laborales se inician por zonas grises, no porque un patrón esté revirado. Son más que nada por zonas grises, como salario o actividad no bien definidos. ¿Un transportista es empleado? Acá te dice que es un colaborador, un proveedor. Listo, no puede hacer un juicio laboral. Para ser empleado tiene que estar adentro de la nómina. Ese tipo de cosas es muy importante, porque ahí se inician los juicios. A la indemnización no le pone el tope que a mí me hubiera gustado unos doce meses. Con eso se terminar definitivamente la industria del juicio. Pero pone una cláusula de ajuste. Hoy para ajustar sentencias hay una tasa de interés por juzgado. Son cementerios de pymes. El proyecto de ley dice: los juicios se ajustan por una tasa fija, inflación más 3%, Hay una certeza de hasta dónde podés tener un “quilombo”. Es muy importante.
“En el caso de la reforma laboral, a algunos sectores les alcanza el título, les da perspectiva, y a muchos no nos alcanza el texto”
— ¿Por qué?
— Si rayo un auto es probable que el juez diga que tengo que pagar, pero no me va a dar perpetua o hacer pagar un auto nuevo. En un juicio laboral eso sí ocurre: un empleado con tres o cuatro años de antigüedad, un buen abogado, una buena excusa, un juzgado bastante lábil, termina en un juicio de $200 millones que destruye un maxi quiosco o una pyme. En ese contexto, si creés que una relación laboral puede terminar mal, lo más probable que no la empieces. Esta ley contribuye a bajar ese riesgo. Y tiene otras medidas muy importantes, como fijar los honorarios de los peritos, establecer las comisiones médicas para dar certeza a los juicios por accidentes de trabajo, tema muy importante. Hoy, el perito cobra en porcentaje a la sentencia. Así, el incentivo es que la sentencia sea lo más alta posible. Por ahí, una incapacidad del 1% la pasan a 20% o un juicio que puede durar tres meses dura tres años, pagaderos a una tasa de interés alta. Hay toda una serie de incentivos perversos.
— En el caso de una pyme, ¿cuál cree que es la percepción de los empleados sobre este debate sobre la ley laboral?
— Normalmente, no hablo de política con los muchachos, por respeto a sus ideas y para que no se sientan presionados por las mías. Pero es importante aclarar que en este proyecto no hay nada en contra de la racionalidad de una relación laboral. Son cosas que habitualmente pasan, como el fraccionamiento de vacaciones. Eso está mal redactado, porque dice que una vez cada tres años hay que dar las vacaciones en el verano. En mi empresa, las vacaciones las fijan los muchachos. Lo único que les digo, y reviso, es que no desatiendan sectores. Si en uno hay tres empleados, no se pueden ir los tres al mismo tiempo. Y la gente es muy racional, la arman mejor de lo que lo podría hacerlo yo. Si no se ponen de acuerdo, hago de árbitro. Es lo normal en las pymes.
“Hay cosas que no me gustan, que no termino de digerir, y cosas que faltan, pero es mejor lo que se propone que lo que hay”
— ¿Pero por qué hay tantos juicios?
— En el debate público el empleador es el peor tipo del mundo. Pero la realidad es que los dueños de pymes son racionales y los empleados absolutamente racionales. Los juicios laborales rara vez los empiezan los empleados, son fogoneados de afuera. Y el buitre, cuando come, no se come solo al patrón, también se come al empleado. He visto cualquier cosa en juicios laborales. Lo que hay que bajar son los incentivos. Cuando hay un problema, lo importante no es que una parte se coma a la otra, sino que se haga justicia. Ir a un sistema institucional que permita que la Justicia sea justa, rápida, que nadie cometa excesos, no haya incentivos antiproductivos y que ni la empresa ni los empleados –ni siquiera los abogados- sean demonizados. El sistema se pudrió, se envició de una manera muy brutal. Por eso es necesaria esta modernización. Reitero: hay cosas que no me gustan, que no termino de digerir, y cosas que faltan, pero es mejor lo que se propone que lo que hay.
— ¿Qué piensa de cambio del anuncio del cambio de ajuste de bandas cambiarias y un programa de compra de reservas?
— Al reactualizar la banda no se está diciendo que sube el tipo de cambio. No es para alarmarse, está dentro del menú; el dólar a $1.500 está dentro de la nueva banda. Además, la intención del Gobierno de acumular reservas da pauta de dos cosas: quiere mostrarse más sólido y fogonear un poco el nivel de actividad. Más reservas se pagan con emisión y si la gente tiene cierta confianza, no expulsa los pesos, los pone en los bancos. Esos pesos se prestan y se puede reverdecer la actividad. No porque la emisión sea reactivante, sino porque se daría en un contexto de confianza.
— ¿Ve en eso un Gobierno pragmático?
— Sí, y en un contexto en que se plantea una ley histórica como la reforma laboral y que se están bajando impuestos. Haber bajado un poco las retenciones, algunos impuestos en la ley de reforma laboral, la amortización acelerada de bienes de capital… Yo cada vez que bajan impuestos levanto la antena.
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