
Con motivo de fin de año, distintos industriales hicieron un balance del sector y de la situación de su empresa en particular. La apertura de importaciones fue uno de los ejes del debate, junto a la pérdida de competitividad debido a los altos costos. La necesidad de políticas que permitan acercar la estructura industrial a la de los países vecinos fue otro de los puntos centrales.
La Fábrica Podcast organizó una “mesaza industrial” en la que participaron Orlando Canido, dueño de Manaos; Sol Orquera, de CBSé; Martín Cabrales, Gustavo Menayed, de Grupo Portland; y Vito Contessi, de Astillero Contessi.
En primer lugar, Contessi contó: “Tuvimos que cerrar el único negocio orientado al mercado interno y al retail que teníamos, Marechiare, que era una fábrica de conservas marinas. Esos productos se vendían tanto en locales propios como en cadenas y también en grandes superficies. Era un producto de primera calidad, que desarrollamos mucho apuntando a las especialidades: no solo el típico atún en aceite o al natural, sino también con salsa de tomate, con alcaparras, con jardinera”.
“Habíamos desarrollado un canal de e-commerce antes de la pandemia y, durante ese período, funcionó muy bien. Sin embargo, lamentablemente, nos vimos obligados a cerrarlo porque no hubo forma de enderezar los números”, señaló.

El principal problema fue la importación de latas desde el exterior. En contexto, en las décadas del 40′ y del 50′, cuando no existía la industria frigorífica, en Mar del Plata había alrededor de 35 fábricas de conservas, abastecidas por la pesca de costa. Hoy quedan 4.
“Las fábricas que siguen operando lo hacen con un sistema mixto, combinando personal en relación de dependencia con cooperativas de trabajo, para que los números cierren. Nosotros no estamos dispuestos a despedir personal para contratar cooperativas, por lo que decidimos cerrar”, explicó Contessi.
“En el caso del atún, que es un producto que no pescamos, era muy difícil ser competitivos, lo cual tenía cierta lógica. Pero, paradójicamente, nuestras principales ventas eran de caballa, un producto destinado al mercado interno, para el cual teníamos captura propia y fábrica propia, y en el que sí podíamos ser competitivos. La realidad es que el atún importado entraba más barato que la caballa nacional, y así no había forma de sostener el negocio”, agregó.
En una línea similar, Canido se mostró en contra de la apertura importadora y frente al buen recuerdo de Cabrales de la presidencia de Carlos Menem, enumeró varias fábricas que debieron cerrar en los 90′, desde textiles a tornerías, y la consecuente pérdida de puestos de trabajo.
“Se levantó el 80% de los ferrocarriles de la Argentina y quedamos atados al transporte por camión. En mi caso, el costo del flete me excluye de llegar a las provincias del norte o a Ushuaia. Y en apenas un par de años se desarmó lo que acá llevó más de 50 años construir”, dijo Canido sobre las medidas tomadas en aquella época. “Dejó pueblos fantasmas”, afirmó.
A su vez, en cuanto al contexto actual, Cabrales sostuvo: “Las importaciones afectan, porque te roban mercado. Aunque vendan poco, algo te sacan. El consumidor argentino —como ocurre en general en el mundo— es muy marquista en lo que consume. Si tenés un buen producto y una marca instalada, eso pesa mucho en la decisión de compra".
Precisó que en el caso del café, “nosotros hacemos lo contrario de lo que suele hacer la Argentina. Mientras el país exporta commodities, nosotros importamos un commodity que cotiza en bolsa y lo elaboramos y le agregamos valor. Cápsulas, café tostado, grano, especialidades, instantáneo. Es decir, nuestra lógica industrial es distinta de la que históricamente predomina en la Argentina”.
En ese marco, manifestó que son competitivos en términos de calidad pero uno de los principales problemas es la carga laboral: “Yo tengo la misma estructura de costos laborales que algunos de los países desde donde se importan las cápsulas o el café. Pero, en términos de competencia interna, no les tengo miedo”.

Resaltó que el industrial argentino es muy competitivo hasta la puerta de la fábrica. “El costo argentino es alto, producir acá sale un 30% más que producir en Brasil”. Afirmó que “la parte impositiva es un delirio”.
En medio del debate por la reforma laboral y tributaria, opinó que sin cambios en los costos logísticos y la falta de infraestructura hay muchas pymes que no van a llegar a ver los cambios. En este contexto, cree que es fundamental que se expanda el crédito para aquellos sectores que estén atravesando un mal momento.
Al respecto, Menayed sostuvo que “las tasas reflejan la confianza, Argentina no tiene confianza estructuralmente” y destacó que el crecimiento de países como Brasil y Uruguay impulsado en gran medida por el financiamiento.
Por su parte, Contessi consideró: “La apertura no está en discusión, es necesaria. El tema es cómo se implementa. También entra en juego la política arancelaria. ¿El Estado hoy puede bajar los impuestos? No. Porque si los baja, renuncia a su plan fiscal y se le cae el plan de gobierno. Entonces, no puede hacerlo de golpe y tiene que avanzar de manera gradual".
“Ahora bien, para el Estado hay gradualismo; para el empresario no. Para el empresario es shock: ‘sé competitivo con estos impuestos, con esta apertura, y arreglate’. Eso me parece injusto”, señaló.
“Ahí es donde creo que debería existir una transición más coherente. Después, la apertura en sí misma es lógica, tenemos que estar abiertos al mundo, eso no lo discute nadie. El problema es qué pasa en el mientras tanto y cuál es el costo de ese mientras tanto”, añadió.
En tanto, Orquera, desde una perspectiva optimista para su empresa de cara al 2026, señaló: “Creo que el consumo nos va a seguir acompañando el año que viene; eso lo visualizo claramente. Cada vez más personas están consumiendo yerba y el consumo se va sincerando”.

No obstante, como economía regional, ve con preocupación los bajos precios que están recibiendo los productores.
“Para mí la situación está en amarillo. Lo venimos hablando en toda la mesa: la industria es el motor de la Argentina. Yo confío plenamente en eso, soy muy nacionalista, y creo que hay cosas que mejorar y repensar. Más allá de las propuestas puntuales que puedan surgir, tiene que existir una agenda más inclusiva, que permita que todas las personas tengan mejores oportunidades”, expresó Orquera.
Menayed dijo que le preocupa la generación de empleo y advirtió que, si el país no crea trabajo, se profundiza el conflicto social. En ese sentido, afirmó que la industria de la construcción tiene un gran potencial para generar valor y empleo, más allá de la obra pública, y destacó que la actividad privada se viene recuperando de manera gradual.
También remarcó que el principal desafío es modificar los parámetros comerciales para facilitar el acceso a la vivienda, lo que permitiría un mayor crecimiento del sector y más puestos de trabajo.
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