
En el marco de una economía mundial que tiende a desacelerar, por la incertidumbre derivada de las medidas arancelarias del gobierno de Donald Trump, a la que se agregó ahora la escalada militar en Medio Oriente a causa del “ataque preventivo” de Israel a instalaciones nucleares de Irán, la economía argentina muestra una inflación en baja, pero también dificultades para acumular reservas.
Aumentar las reservas, que en términos brutos superaron USD 40.000 millones pero en términos netos siguen siendo negativas, es una meta explícita del reciente acuerdo con el FMI y gran parte de los economistas y consultores la considera imprescindible para mostrar que la Argentina tendrá con qué afrontar los pagos de deuda de los próximos años y para bajar el riesgo-país a niveles compatibles con la refinanciación de -al menos- los vencimientos de capital.
En su último informe mensual de un ciclo que ya lleva 37 años, Miguel Ángel Broda expresó así esa limitación del actual plan económico: “la Argentina tiene hoy el tipo de cambio que debería tener cuando haga las reformas estructurales que todavía no inició”.
Problema de secuencia
En otras palabras, Broda dijo que, en términos reales, el actual precio del dólar sería más bien un valor “de llegada”, no de inicio o medio andar del plan económico del gobierno de Javier Milei. Apuntó así a lo que los economistas llaman “un problema de secuencia” y en criollo se expresa como “poner el carro delante de los caballos”
Aunque aclaró que no hay que subestimar lo logrado en materia fiscal y destacó que la salida del cepo se concretó sin sobresaltos, el tipo de cambio oficial se depreció solo 10,3%, la brecha cambiaria desapareció, las expectativas de devaluación se redujeron fuertemente y la inflación retomó un sendero bajista, el consultor enfatizó que la actual estrategia desinflacionaria no permite acumular reservas por vía comercial. En mayo, “aún con la fuerte liquidación del agro, las reservas cayeron y en junio subieron por endeudamiento”, observó.
Al respecto, exhibió un gráfico con la liquidación de divisas del sector agroexportador y la salida de dólares en concepto de turismo y “Formación de Activos Externos” (FAE), como el BCRA llama a la compra de dólares que no se suman al circuito financiero y que aumentó tras la apertura del cepo a las “personas humanas”.
Según el balance cambiario del Central, en abril un millón de argentinos compró poco más de USD 2.000 millones. Es decir que incluso en el mejor momento del año en términos de ingreso de divisas, el gobierno no logra acumular divisas, a menos que recurra a “reservas prestadas”, vía endeudamiento y a un costo elevado. La “tasa interna de retorno” de la colocación de Bonos del Tesoro por USD 1.000 millones, precisó el consultor, fue de 31,7 por ciento.
Sin compras del Banco Central (BCRA) en el mercado libre de cambios, la meta de acumulación de reservas fijada para el viernes 13 de junio se postergó a menos de dos meses de firmado con el acuerdo con el FMI, y el BCRA aumentó su intervención en el mercado de futuros para contener expectativas de devaluación y limitar traslados a precios.
En abril un millón de argentinos compró poco más de USD 2.000 millones. Esto es, incluso en el mejor momento del año en términos de ingreso de divisas, la política económica actual no logra aumentar las reservas
Sucede que la prioridad casi excluyente de la política económica es reducir la tasa de inflación, principal activo oficial de cara a las elecciones legislativas, en las que el gobierno pretende mejorar su posición en el Congreso, de cara a un tramo de gestión en el que se comprometió a iniciar al menos dos de las tres “reformas estructurales” acordadas con el Fondo: laboral, tributaria y previsional (esta última quedaría para después de 2027).
Mientras, el deterioro de las cuentas externas es evidente. El informe de Broda estimó para 2025 un déficit de cuenta corriente de 1,8% del PBI, originado no ya en el sector público, sino en el privado. “Con atraso cambiario, apertura comercial y reformas estructurales aún pendientes, el esquema actual incrementa con rapidez la vulnerabilidad productiva”, dice un pasaje del informe mensual.
Además, lo hace en un contexto internacional en el que China buscará colocar en el resto del mundo lo que ya no podrá exportar a EEUU y golpeará en particular a sectores sustitutivos de importación, aquí y en todo el mundo. Por eso Broda advirtió el riesgo de un “cementerio de pymes” y de que el tipo de cambio se vuelva “insostenible”.
Expectativa de ajustes
Otro consultor, pero del sector energético, dijo que el equipo económico es consciente del problema y no descartó que tras las elecciones reajuste algunas variables. Sin embargo, aseguró que no lo hará sin antes haberle “quebrado el espinazo” a la inflación, de modo que el eventual traslado a precios (pass through) de un salto cambiario sea muy acotado y no descarrile la marcha de la macroeconomía.
En sintonía con el informe de Broda, un análisis de Jorge Vasconcelos, economista jefe del Ieral de la Fundación Mediterránea, destaca que en la búsqueda de una inflación mensual cada vez más baja el Gobierno encontró también límites a la expansión del PBI.

“Se advierte amesetamiento en la evolución trimestre a trimestre; el crecimiento pasa a depender cada vez más de productividad e inversiones, lo que requiere avanzar en el otro frente: las reformas estructurales pendientes”, dice el análisis.
Un mercado donde esos problemas se reflejan, precisó Vasconcelos, es el laboral: el porcentaje de empleos privados en blanco sobre el total de personas ocupadas es de apenas 29%; el 71% restante es empleo en negro, cuentapropismo y empleo público. En ese contexto, la firmeza fiscal oficial y menor peso sindical hicieron que la “inercia inflacionaria” fuera menor que en otros planes de estabilización.
Sin embargo, escribió Vasconcelos, la actual política “no puede evitar el costo de expectativas de inflación que no terminan de ser ancladas para el ‘día después’ de los comicios de octubre, más cuando la tarea de desmontar los cepos no ha sido terminada”.
Según el economista, “la marcada diferencia de velocidad entre la evolución de las exportaciones e importaciones de bienes y servicios está llevando la economía a un escenario en el que, para mantenerse en equilibrio, habrá de requerir mayor nivel de reservas, menor riesgo país para el rollover de los vencimientos de capital de la deuda y mayor ingreso de capitales por inversión extranjera directa, tres requisitos que no se han completado”, otra forma de describir la secuencia invertida de la política económica y, en particular, de la política cambiaria.
En el fondo, la cuestión es si un dólar bajo forzará -a plazo y costo aceptables- el aumento de la productividad de la economía, o si esta es la que allana un sendero de reducción real del tipo de cambio.
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