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El tratamiento de las Leliq es uno de los temas más acuciantes que deberá enfrentar ni bien asuma el próximo Gobierno. El incremento del volumen de estos títulos que emite el Banco Central ha sido exponencial, que ya supera los 20 billones de pesos. Desactivar esta bomba de tiempo es crucial y si se hace mal, advierten los economistas, podría desencadenar una crisis aún mayor, con fuerte impacto en la cotización del dólar y la inflación.
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El futuro de las Leliq es extremadamente sensible, ya que se trata del espejo del dinero invertido a plazo fijo que suma un volumen parecido, poco más de 16 billones de pesos. Se trata de uno de los fracasos más notorios de la gestión de Alberto Fernández, que basó su campaña electoral en la promesa de aumentarle a los jubilados con los intereses de las Leliq. Sucedió exactamente lo contrario: los haberes jubilatorios cayeron fuertemente en su gestión en términos reales y los bancos cobran cada vez más intereses del Central.
A pesar de la sensibilidad del tema, ninguno de los candidatos presidenciales ni sus referentes económicos dieron señales concretas sobre lo que piensan hacer con esta gigante masa de pasivos monetarios. Solo hubo vagas alusiones a la voluntad de salir del cepo tanto por parte de Javier Milei como de Patricia Bullrich. Ambos reconocen, sin embargo, que no podrán hacerlo de entrada en caso de llegar al poder.
El libertario, incluso, fue más allá al indicar que dejar atrás las restricciones cambiarias en este contexto llevaría al país a una hiperinflación. “La masa de Leliq es gigantesca y no se puede liberar de la noche a la mañana, porque los pobres serían los que más sufren”, explicó en varias oportunidades.
También Carlos Melconian, que sería el futuro ministro de Economía de Juntos por el Cambio, reconoció las limitaciones del caso: “La idea es salir del cepo rápidamente, pero atemporal. Es imposible decir en cuánto tiempo porque no sabemos lo que nos dejan”.La traba para liberar las restricciones cambiarias es justamente la enorme bola de Leliq que se fue formando en los últimos años. Estos pasivos están en manos de los bancos, que colocan allí buena parte de los pesos que reciben los ahorristas, en un contexto de bajo colocación de créditos al sector privado.
Bajar drásticamente la tasa de las Lelia para reducir los pasivos del Central y licuarlos contra la inflación conlleva un gran riesgo, porque podría desatar una enorme corrida de depósitos. El próximo gobierno asumirá muy condicionado por esta deuda, que impide una salida rápida del cepo cambiario
El futuro tratamiento de las Leliq generó un fuerte enfrentamiento en redes sociales entre dos reconocidos economistas: Carlos Rodríguez, asesor de Milei, y Lucas Llach, ex vicepresidente del Central y actualmente trabajando en los equipos técnicos de Juntos por el Cambio.
Básicamente la discusión giró en torno a los millonarios intereses que debe asumir el BCRA y un déficit cuasifiscal cercano a 9% del PBI, una cifra incluso más alta que en 1989 previo a la hiperinflación.
Liberar el cepo con semejante nivel de pasivos monetarios en pesos que pueden dolarizarse sería suicida. Por eso, los equipos técnicos trabajan en distintas opciones para evitar lo que fue el plan Bonex, que básicamente consistió en entregar un bono en dólares a diez años por por la totalidad de los plazos fijos. De esta manera, se dejó el terreno preparado para lo que más adelante sería el plan de Convertibilidad.
Otra opción, mencionada por Carlos Rodríguez, es inducir una fuerte baja de la tasa de interés que pagan las Leliq, lo cual también redundaría en una reducción de rendimientos de los plazos fijos en poder del público y de las empresas. Claro que la posible licuación de estos depósitos en pesos traería como consecuencia una corrida bancaria, ya que los ahorristas buscarían cubrirse con la compra de dólares antes de perder contra la inflación.
La salida “virtuosa”, que hoy luce más lejana, es que el nuevo Gobierno genere una súbita ola de confianza que aumente fuertemente la demanda de pesos. En ese caso, el dinero depositado en Leliq se transformaría gradualmente en más préstamos y la bola de nieve iría desapareciendo.
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