
Más allá de su impacto en el mercado, todavía incierto, el anuncio del plan de recompra por USD 1.000 millones por parte del ministro de Economía, Sergio Massa, volvió a poner sobre el tapete lo corta que es la manta de los dólares en la economía.
El monto previsto para el rescate de la deuda en dólares, que equivale según diferentes estimaciones privadas a entre 10% y 15% de las reservas netas, es un nuevo destino para las escasas divisas disponibles que compite con otros varios usos prioritarios: en principio, el objetivo de acumulación que exige el acuerdo con el FMI -de hecho, la variable más sensible-; en segundo lugar, con el pago de deuda (este año, el organismo girará USD 1.900 millones menos de lo que se le pagará, amén de la deuda con privados) y finalmente, con el pago de importaciones, rubro donde también se acumula un saldo deudor, estimados en USD 8.000 millones, que presiona sobre los dólares del BCRA.
En ese contexto, a pesar de las encendidas declamaciones oficiales de que los “dólares están para la producción”, la variable de ajuste más evidente seguirá siendo la disponibilidad de divisas para el pago de las compras al exterior.
Ya en diciembre último, con un monto total por USD 5.000 millones, el nivel de importaciones acusó el impacto del férreo sistema de control impuesto en octubre con una caída de 19,3% respecto del año anterior. Se ubicó en el monto mínimo de todo el año pasado lo que deja planteada la pregunta respecto a cuánto más se pueden restringir, a costa del enfriamiento de la actividad que incluso en el propio Gobierno admiten inevitable. A priori, el margen parece escaso. Pero también los son las opciones del equipo económico.
“Nuestro escenario base asume una moderada reducción de las cantidades importadas, de 1,4%, explicada en parte por la reversión del promedio importador del último trimestre en relación los tres anteriores, dada la menor actividad, y además por la implementación del nuevo sistema de control aduanero (SIRA), que deja un arrastre negativo para 2023″, pronosticó Analytica, la consultora fundada por Ricardo Delgado, que sostiene una de las proyecciones más más altas del mercado en términos de actividad, aunque por debajo de la pauta oficial: prevé un crecimiento de 1,6% para la economía este año.
En ese marco es que queda en evidencia que las importaciones serán, también este año, el pato de la boda. “Para el año que recién comienza, estamos viendo un crecimiento de la cantidad de bienes demandados y una caída de los importados. La diferencia será saldada en parte por sustitución de importaciones, pero también por variaciones de existencia negativa”, sostuvo la consultora que calcula que existen “excedentes” de importaciones realizadas durante los últimos dos años por encima de las necesidades reales de actividad económica que ahora podrían ser volcadas a la producción o comercialización.
De todos modos, consideró el estudio privado que “la acumulación de reservas exigida por el acuerdo con el FMI depende de los controles de comercio, pero también de una menor capacidad de compra en dólares, teniendo en cuenta la leve depreciación real del peso, y un menor crecimiento de la actividad económica”.

El detalle sobre el ajuste en las importaciones en diciembre brinda pistas concretas: las compras de insumos y bienes intermedios, renglón que junto con piezas y accesorios, además de bienes de capital, es el que “mueve” la economía, fue el que mayor caída interanual registró, con una reducción de 19,3%, sólo superada por las compras de energía (36%), que en pleno verano tienen una incidencia mucho menor.
“La oferta más limitada de dólares, con una demanda más alta que el año pasado, va a condicionar la actividad económica vía las importaciones”, opinó Sebastián Menescaldi, de la consultora EcoGo, donde proyectan una caída de al menos 2% para la economía este año.
De todos modos, la menor necesidad de dólares para la compra de energía al exterior es considerada por los analistas una buena noticia que contribuirá a moderar el récord registrado el invierno pasado. El ahorro estimado llega hasta USD 3.000 millones, de acuerdo a los cálculos oficiales y privados más optimistas. Sin embargo, la cifra es un botón de muestra comparado con la cifra de divisas que la sequía retaceará este año al Gobierno. La perspectiva para destinar los dólares a la producción, lejos de mejorar, empeora.
El panorama se completa agregando al análisis el peso de la importación de servicios, particularmente por turismo, que tiene una alta incidencia en el rubro. Tampoco ahí parece haber demasiado espacio para ajustar ya que, tras la implementación del “dólar Qatar”, la cuenta está en niveles mínimos, exceptuando 2020, año en que la pandemia impidió a los argentinos viajar y moderó forzosamente la salida de divisas.
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