Martín Rapetti: “Me gustaría un régimen cambiario de flotación administrada que desincentive la dolarización”

Infobae entrevistó al economista e investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad para que analizara los primeros 120 días en cuarentena. Destacó que para crecer se necesita exportar de manera sostenida

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"El balance me parece razonablemente bueno, aunque obviamente estamos transitando -y seguiremos por varios meses más- circunstancias excepcionalmente difíciles"
"El balance me parece razonablemente bueno, aunque obviamente estamos transitando -y seguiremos por varios meses más- circunstancias excepcionalmente difíciles"

El panorama socioeconómico tiende a agravarse a medida que se extiende la cuarentena, tanto en materia de actividad, como de ingresos e inflación, que confluyen a un severo deterioro de las finanzas públicas y de la confianza de los consumidores.

Si bien la extensión de los plazos originales para acordar con los acreedores de la Argentina, y la aparición del COVID-19 explican la mayor parte del escenario de depresión económica general, no son pocos los analistas de la coyuntura que advierten los efectos de un excesivo sesgo hacia lo sanitario, respecto del impacto sobre la economía nacional y familiar.

Al respecto, Infobae entrevistó a Martín Rapetti, economista, Investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes) y profesor de la UBA, y ex director del Programa de Desarrollo Económico de Cippec y de la Maestría en Economía de la UBA, quien destacó la situación de excepcionalidad e incertidumbre que generó la llegada del COVID-19, la cual pareciera estar lejos de disiparse.

- A más de 4 meses del inicio de la cuarentena preventiva, se observa que los resultados obtenidos en el plan sanitario fueron inversamente proporcional al desempeño de la economía, con brechas notables en ambos planos a lo observado en el resto del mundo ¿Qué lectura hace de ese proceso?

- El COVID-19 tomó por sorpresa a todo el mundo. Fueron momentos de mucha incertidumbre y dificultad. Ningún país sabía bien qué hacer. El Gobierno actuó con celeridad y liderazgo, tanto a nivel nacional como de gobernaciones, incluyendo a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde vivo. La sociedad actuó con mucha responsabilidad. Lo mismo le cabe a la dirigencia empresarial y sindical. Hay países en los que la pandemia condujo a colapsos de los sistemas sanitarios y en otros a estallidos sociales. En Argentina, se ha evitado ambos. Con esta perspectiva, el balance me parece razonablemente bueno, aunque obviamente estamos transitando -y seguiremos por varios meses más- circunstancias excepcionalmente difíciles.

- En el primer caso se observó que a medida que se obtenían buenos resultado se fortalecía el sistema de salud, un activo que quedará para el futuro, pero en el plano de la economía, por el contrario, pareciera que se la descuidó al extremo de condicionar la recuperación posterior ¿Cree que se podría haber evitado ese deterioro de la infraestructura privada, en particular a nivel de pequeñas y medianas empresas?

- Insisto en que para evaluar las decisiones hay que tomar en cuenta lo insólito de la situación. Nunca nadie vivió algo así. No existían recetas sobre cómo actuar. El Gobierno dispuso una serie de medidas para contrarrestar la brutal caída de ingresos que generaron la pandemia y las medidas de distanciamiento y aislamiento social. Para un Estado con la situación fiscal del argentino se volcaron muchos recursos. Creo, sin embargo, que hubiera sido conveniente complementar la mirada sanitaria con la productiva. No digo un consejo asesor de economistas.

Para evaluar las decisiones hay que tomar en cuenta lo insólito de la situación. Nunca nadie vivió algo así. No existían recetas sobre cómo actuar

¿Qué sabemos los economistas sobre situaciones como ésta? Nunca las estudiamos, ni las investigamos sencillamente porque no las hubo. Me refiero a un consejo formado por los actores que están día a día lidiando con el proceso productivo y ven de primera mano los problemas: los sindicatos, las cámaras empresariales y los referentes de la economía popular. Obviamente los funcionarios estuvieron en contacto con ellos, pero creo que hubiera sido útil que la mesa sanitaria incorporara esta perspectiva.

- Desde parte de los 70 y 80 no se asistía a un cuadro económico como el actual en que se busca intervenir y estatizar empresas; se deja que se vayan empresas presionadas por sindicatos que no se adaptan a las circunstancias y otras por desaliento a la iniciativa privada con más impuestos, controles de precios y discrecional manejo de la política cambiaria ¿Qué lectura hace de ese proceso a menos de 8 meses del gobierno del Frente de Todos?

- Conviene separar la paja del trigo. Las empresas que han anunciado la partida del país no lo han hecho por medidas tomadas en estos meses. Son problemas que se arrastran hace muchos años. La AFAC (cámara empresaria de autopartistas) sacó recientemente un comunicado explicando que las empresas del sector que se habían marchado a Brasil forman parte de una larga lista que vienen migrando desde hace más de una década. Es un proceso que lleva años. Y comenta que las causas son en gran medida problemas de competitividad sistémica vinculados a muchos factores como la inestabilidad macroeconómica, trabas burocráticas de varios tipos, la carga tributaria en un contexto de deflación impositiva en otros países, y temas vinculados a la regulación laboral. Todos estos problemas, creo yo, son sistémicos; afectan a toda la economía. Resolverlos es el desafío que tenemos para poder crecer, generar empleo de calidad y reducir la pobreza.

"Creo que hubiera sido útil que la mesa sanitaria incorporara esta perspectiva"
"Creo que hubiera sido útil que la mesa sanitaria incorporara esta perspectiva"

- Hay quienes consideran que Alberto Fernández formó un gabinete de mediocres, en particular en el área económica ¿Comparte esa visión?

- No coincido. Roberto Lavagna siempre dice que un economista debe evaluar políticas y no opinar sobre funcionarios. Estoy absolutamente de acuerdo con eso; me resulta poco profesional. Además, como dijo un funcionario económico del gobierno anterior, es fácil ser plateista mientras otro transpira la camiseta dentro de la cancha. Pero por sobre todas las cosas, me parece una mirada ingenua pensar que el problema es el conocimiento técnico del funcionario. A un economista mediocre en un gobierno sólido, en un país estable y una coyuntura favorable, seguramente le vaya mejor que a un gran economista en un gobierno desarticulado, en un país inestable en una coyuntura desfavorable. Messi la rompió siempre jugando para el Barcelona, pero le costaba hacer goles en la Selección Argentina.

A un economista mediocre en un gobierno sólido, en un país estable y una coyuntura favorable, seguramente le vaya mejor que a un gran economista en un gobierno desarticulado, en un país inestable en una coyuntura desfavorable

- En un encuentro informal que tuve con usted pre cuarentena me decía que a diferencia de lo que ya opinaban muchos economistas, el ministro Martín Guzmán tiene un plan económico, aunque no lo anuncie formalmente ¿Hoy sigue pensando lo mismo, sobre todo luego de que el Presidente comentara hace exactamente una semana que no creía en esos planes?

- Si, sigo pensando lo mismo. No lo digo por que tenga información privilegiada. No la tengo. Es simplemente mi conjetura por conocer al ministro y cómo razona. Es alguien que piensa estratégicamente con un marco conceptual claro. Él entiende que es clave bajar la inflación para tener una macroeconomía que favorezca el crecimiento y sabe muy bien que es fantasioso pretender reducirla en poco tiempo. Sabe también que Argentina tiene un sector agroindustrial vigoroso, creador de riqueza y muy innovador. Que no hay destino de progreso sin la agroindustria. Pero sabe además que para crear empleos suficientes y generar las divisas necesarias para crecer sin crisis externas se necesita de la expansión de otros sectores, como la economía del conocimiento, la energía, el turismo y muchas ramas de la industria. Y tiene claridad también sobre la imposibilidad de desarrollarnos sin un mercado de capitales en pesos que permita captar ahorro argentino y financiar la inversión.

- Pero el presidente, Alberto Fernández, dijo que no le gustan los planes económicos…

- Mi lectura es que prefiere evitar grandes anuncios en este contexto de incertidumbre en el que no se resolvió el tema de la deuda y que estamos en un momento complicado en materia sanitaria. Pareciera que quiere mantener la mayor flexibilidad en tiempos tan inciertos. No es una postura ilógica. Sin embargo, si yo pudiera hablar con el Presidente, le diría que es conveniente ser más enfático respecto a la dirección a la que quiere conducir la economía. Una función clave de la política económica es reducir la incertidumbre y así ayudar a las personas que tienen que tomar decisiones todos los días.

"Martín Guzmán tiene claridad también sobre la imposibilidad de desarrollarnos sin un mercado de capitales en pesos que permita captar ahorro argentino y financiar la inversión"
"Martín Guzmán tiene claridad también sobre la imposibilidad de desarrollarnos sin un mercado de capitales en pesos que permita captar ahorro argentino y financiar la inversión"

- ¿Cómo ve la política del Ministerio de la Producción? ¿La económica productiva y comercial necesita más regulaciones o desregulaciones para poder quebrar una larga trayectoria de estancamiento y cierre al mundo?

- Matías Kulfas piensa en la misma línea de lo que dije antes sobre Martín Guzmán. Obviamente, la estrategia productiva ahora está concentrada en atender la emergencia y por un tiempo va a estar obligada a concentrarse en cuidar el empleo y a las empresas y sectores en dificultad. Pero el norte de la estrategia económica me parece que está.

- ¿Cómo ve el proceso de reestructuración de la deuda pública, sobre todo porque aún no se alcanzó un acuerdo con los acreedores bajo legislación extranjera y ya se inició el proceso con los bonistas bajo legislación nacional?

- Llevó más tiempo del que nos hubiera gustado. Las diferencias entre las partes son pequeñas. Ni al país, ni a los acreedores les conviene que esto se judicialice. Es importante que pueda resolverse pronto para poder ocuparnos de los temas urgentes de la pandemia y empezar a trabajar en una estrategia de desarrollo posterior.

- En economía aseguran que se inició un proceso de “pesificación” de la deuda, pero al final del día, por efecto de la devaluación del peso, pese a la indexación de los bonos emitidos en el pasado, cuando se la convierte a dólares disminuye, mientras crecen las necesidades de financiamiento en dólares por la virtual inexistencia de Mercado de capitales. ¿Cómo ve ese proceso?

- Si aspiramos a crecer sin crisis recurrentes, es clave desarrollar un mercado de capitales en pesos. Obviamente, eso no se logra de la noche a la mañana, ni es un camino lineal. Va involucrar muchos años, sino décadas. Lo importante, a mi juicio, es que se haga un trabajo sistemático. Una lección que se desprende de la experiencia peruana, que fue muy exitosa en materia de desdolarización y que llevó décadas, es que el Banco Central procuró siempre mostrar que tenía bajo control los movimientos del dólar. Para eso es muy importante mantener un tipo de cambio competitivo y estable, acumular reservas y ofrecer tasas de interés en moneda doméstica que se perciba que le van a ganar al dólar. Hay que estimular mecanismos de ahorro en los que la gente confíe. Los argentinos confiamos en el “ladrillo”. Las cédulas hipotecarias con las que se financia la inversión en construcción pueden ser un instrumento útil en este sentido. Y habrá que potenciar los instrumentos indexados a los índices UVA o UVI que creó la gestión anterior.

Fuente: Secretaría de Finanzas
Fuente: Secretaría de Finanzas

- ¿El régimen de cambios múltiples es el mejor para una economía cerrada como la Argentina, y sin moneda?

- Hay que distinguir entre el régimen que queremos para la emergencia del que queremos para la normalidad. Desde principios de 2018 que estamos en una situación de gran incertidumbre y tensión en el mercado de cambios. A eso se le sumó la crisis del COVID-19. En un contexto como este, es fantasioso pensar en sacar restricciones a la compra de dólares. Sí se puede pensar en un desdoblamiento formal: que haya un tipo de cambio comercial y otro financiero. Cualquiera sea la opción, en esta coyuntura es imposible pensar en un mercado único con acceso libre a la compra de dólares para el ahorro. A medida que la situación se vaya normalizando, y no estoy hablando de algo que veamos en el corto plazo, podríamos pensar en ir moviéndonos a otro régimen más normal.

En esta coyuntura es imposible pensar en un mercado único con acceso libre a la compra de dólares para el ahorro. A medida que la situación se vaya normalizando, y no estoy hablando de algo que veamos en el corto plazo, podríamos pensar en ir moviéndonos a otro régimen más normal

- ¿Cómo debería ser ese régimen?

- A mí me gustaría un régimen de flotación administrada que busque preservar al tipo de cambio en torno a un nivel relativamente competitivo, que el Banco Central compre y venda dólares en el mercado de cambios para mantener la cotización estable. Para eso se necesita acumular reservas y un manejo inteligente de medidas macro prudenciales. Esas medidas deberían buscar poner cierto límite a una excesiva dolarización del ahorro. No estoy hablando de represión financiera, sino de desincentivos a la dolarización o ciertos límites a compras excesivas, al mismo tiempo que se ofrecen instrumentos en pesos indexados rentables, sean plazos fijos, cédulas hipotecarias, títulos públicos u otros.

- En una investigación que escribió junto a los economistas Pablo Gerchunoff y Gonzalo de León, publicada en la Revista Desarrollo Económico bajo el título: “La Paradoja Populista”, se pregunta por qué los gobiernos reinciden en general en políticas o estrategias que ya antes de aplicarse han demostrado estar destinadas al fracaso. ¿La forma en que se está manejando el Gobierno, tanto pre cuarentena, como más aún después, cree que están bien orientadas, o también conducen a un nuevo fracaso?

- El punto central de nuestro artículo es que, desde hace muchas décadas, Argentina vive atrapada en un conflicto que le impide crecer de forma sostenida. Ese conflicto se manifiesta como una tensión entre dos equilibrios: el macroeconómico y el social. En muchos casos, los gobiernos de cualquier signo político se ven tentados a aumentar el gasto público y a usar al dólar como ancla para que los precios no suban tanto. Esa situación favorece la armonía social porque la sociedad obtiene una serie de bienes y servicios públicos y niveles salariales que satisfacen sus demandas. El problema con ese resultado es que suele ser incompatible con el equilibrio macroeconómico. Es típicamente una situación de déficit fiscal y, sobre todo, externo que no puede sostenerse en el tiempo y que termina en bruscas devaluaciones y caídas de la actividad y el empleo.

"No estoy hablando de represión financiera, sino de desincentivos a la dolarización o ciertos límites a compras excesivas, al mismo tiempo que se ofrecen instrumentos en pesos indexados rentables, sean plazos fijos, cédulas hipotecarias, títulos públicos"
"No estoy hablando de represión financiera, sino de desincentivos a la dolarización o ciertos límites a compras excesivas, al mismo tiempo que se ofrecen instrumentos en pesos indexados rentables, sean plazos fijos, cédulas hipotecarias, títulos públicos"

- ¿Ese sería un gobierno que aplica políticas populistas?

- Justamente esa es la pregunta que nos hacemos. Si las políticas que promueven la armonía social son incompatibles con el equilibrio macroeconómico y, por lo tanto, imposibles de mantenerse en el tiempo, ¿por qué se las emplean una y otra vez? ¿Por qué aplicar una política que va a desembocar en una crisis? ¿Son ignorantes los gobiernos? ¿Creen que, como en el juego de la silla, la bomba siempre le va estallar al otro? Uno podría justificar uno o dos casos en base a la ignorancia o la picardía, pero como explicación general es poco persuasiva, sobre todo en un país como la Argentina, en el que estrategias que desembocan en desequilibrios y devaluaciones se repiten una y otra vez y, encima, las aplican a gobiernos de todo tipo y color. Decir que todos son populistas tampoco tiene sentido, hay algo más profundo.

- ¿Y entonces, cuál es su explicación?

- Hay un conflicto estructural entre las aspiraciones materiales de la sociedad y la capacidad productiva de la economía. Nuestra mirada es que, por cuestiones históricas, la sociedad argentina -en gran medida, una mezcla de descendientes de criollos e inmigrantes europeos- forjó una identidad igualitaria y exigente. Es un rasgo del que la mayoría estamos orgullosos. A nuestra sociedad, que hasta la primera guerra mundial había visto realizar sus demandas gracias al rápido crecimiento de las exportaciones agropecuarias dirigidas a los centros industriales de Europa, se le hizo cada vez más difícil satisfacer sus aspiraciones cuando cambió el mundo en el período de entre guerras. En ese período empezó a ponerse de manifiesto esta tensión entre el equilibrio macroeconómico y el social.

Para alcanzar la armonía social se promueve un nivel de tipo de cambio más bajo que lo que permite la productividad y un gasto público mayor a lo que permite una presión tributaria compatible con el crecimiento. De ahí que la economía tiende a déficits externos y fiscales

Para alcanzar la armonía social se promueve un nivel de tipo de cambio más bajo que lo que permite la productividad y un gasto público mayor a lo que permite una presión tributaria compatible con el crecimiento. De ahí que la economía tiende a déficits externos y fiscales. Esta es una forma de explicar por qué somos el país que desde la segunda posguerra hasta hoy sufrió el mayor número de recesiones en todo el mundo: 17 episodios recesivos que suman un total de 27 años de contracción económica. Todos esos episodios -salvo el de 1978 y el actual del COVID-19- se gestaron porque nos quedamos sin dólares y tuvimos que devaluar.

- Si se falló hasta acá, ¿Cómo se hace para no repetirlo en el futuro?

- Diría que lo primero es tener más o menos claro el diagnóstico. Luego es clave entender que, para crecer de forma sostenida, la Argentina necesita exportar de forma sostenida para evitar las crisis de balanza de pagos. El otro punto es que eso se tiene que lograr manteniendo la armonía social. No veo otra forma para conciliar estos dos objetivos que el diálogo social para encontrar acuerdos duraderos. Para desarrollarnos, tenemos que encontrar un mecanismo que concilie equidad con productividad; algo que el propio Juan Domingo Perón intentó en 1952. Para esto tenemos que terminar con la grieta.

Fotos: Matías Arbotto

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