Una luna plateada en el cielo brilló, sobre el monte de un Cilindro... La postal que entregó el mítico estadio la Academia dio lugar para recordar la canción de Los Piojos y la película de Juan José Campanella, Luna de Avellaneda. Es que en el cielo de Buenos Aires se destacó la imponente presencia del astro detrás de las plateas, como si quisiera ser testigo del regreso de Jorge Sampaoli al fútbol argentino.
El entrenador de Casilda llegó extremadamente tranquilo al compromiso que el Flamengo debía disputar ante Racing por la tercera fecha del Grupo A de la Copa Libertadores. Como si no les pesaran las dos derrotas consecutivas que sufrió frente al Inter de Porto Alegre y el Botafogo, en el inicio de su ciclo en el Brasileirao.
El inestable presente del equipo liderado por Fernando Gago pudo haber sido determinante en la llamativa calma que atravesó el ex DT de la selección argentina, mientras caminaba los pasillos del Presidente Perón. Y la diferencia en la jerarquía de los protagonistas insinuaba una estadía placentera de la delegación brasileña en el país. Figuras de la talla de Arturo Vidal, Gabigol, Pedro, Everton Ribeiro o Erik Pulgar representaban una garantía para los cariocas. Sobre todo porque del otro lado había intérpretes de menor calibre como los casos de Emiliano Insúa, Nicolás Oroz o Maxi Romero.
“Que esta noche cueste lo que cueste; esta noche tenemos que ganar”, entonaron tímidamente los hinchas que ocupaban la popular local, aún sabiendo de la dificultad del encuentro.
Los últimos detalles tácticos para recordarle a sus jugadores por dónde lastimar a su rival fueron los conceptos que dio Sampaoli antes de ingresar al campo de juego. Y cuando pisó el césped del Cilindro, se llevó todos los flashes de los fotógrafos, quienes habían invadido el banco de suplentes visitante para capturar su imagen.
Su jogging achupinado, con campera negra y capucha roja fue el outfit que eligió para imponer su estampa en su retorno al país. Y desde las tribunas lo reconocieron de inmediato con una canción cargada de reproches hacia su persona. “Sampaoli botón, Sampaoli botón”, comenzaron a entonar desde las gradas con un hit improvisado que continuó con insultos hacia él y su familia, debido al recuerdo que había marcado la decepción nacional durante el Mundial que organizó Rusia en 2018. “Es algo normal de un público exitista con el que convivimos. Argentina fue campeón del mundo y me puse muy feliz. A mí me tocó vivir un proceso traumático, pero hice lo mejor que pude”, analizó el estratega luego del encuentro.
Aquella tranquilidad que había demostrado en los instantes previos al partido se transformó en una carga nerviosa, que fue acompañada con los enérgicos movimientos que habitualmente desliza del otro lado de la línea de cal. En menos de 5 minutos ya había exigido presión ofensiva, aplaudido los intentos de Thiago Maia, reclamado infracciones a las autoridades y pateado una botella de agua mineral.
Sus gritos al cielo, que conformaron un lamento continuo por las ocasiones desperdiciadas, llegaron al límite cuando Ayrton Lucas desperdició una clara oportunidad con un remate que impactó contra el lateral de la red del arco que cubría Gabriel Arias.
Antes del primer cuarto de hora volvió a tomar el máximo protagonismo del espectáculo, debido a una advertencia que le propinó el árbitro venezolano Jesús Valenzuela. Y la parcialidad local reaccionó con una ensordecedora silbatina hacia su persona. El clima continuaba hostil para el DT.
Sin embargo, cuando promediaba el primer tiempo Sampaoli retomó la calma. Es que una irresponsabilidad de Gabriel Hauche dejó a Racing en inferioridad numérica. La expulsión al Demonio facilitó el trabajo del Mengao, que a partir de ese momento comenzó a dominar las acciones con mayor autoridad.
Las dos amenazas que Gabigol no logró concretar se efectivizaron en la última escena del primer acto, a través del laboratorio de Sampaoli. La infracción de Facundo Mura sobre Ayrton Lucas derivó en el tanto que abrió el marcador con una fórmula simple y efectiva: todos al área chica para llevarse las marcas y limpiarle el camino a la figura carioca, quien después de recibir de Pulgar la ubicó contra un palo: golazo, 1 a 0 y al descanso. La sonrisa cómplice del técnico reflejó la satisfacción que le dio el ensayo de la semana.
En el complemento la decisión de Gago de reemplazar a Aníbal Moreno y Paolo Guerrero por Jonathan Galván y Nicolás Reniero aparentó allanarle el camino al Flamengo. El combinado de Río de Janeiro se adueñó de la pelota y del duelo, pero sin tener demasiada profundidad. “Busco garantizar que un equipo grande de Brasil sea protagonista siempre, y en cualquier lugar. Hoy lo fuimos, aunque antes del gol de Racing estuvimos un poco pasivos y eso generó neutralidad. Y nosotros no estamos para ser neutros, nosotros necesitamos ser activos”, remarcó el entrenador sobre lo sucedido en la segunda etapa.
El apoyo incondicional de los espectadores, quienes tuvieron un rol fundamental para mantener elevado el estado anímico de sus jugadores fue determinante en la reacción de la Academia. Los pedidos desesperados por la expulsión a Pulgar, debido a un presunto codazo sobre Maxi Romero, y un penal, a causa de una mano de Wesley dentro del área, no fueron suficientes para que el VAR intervenga ante la postura de Valenzuela de ignorar aquellos fallos.
Con más corazón que ideas, una arremetida de Gabriel Rojas provocó la segunda amonestación para el defensor brasileño. Y de aquel tiro libre, Nicolás Oroz sorprendió con una pegada de terciopelo para sellar el 1 a 1.
Ambos con diez, la Academia terminó mejor y dejó la sensación de haber podido concretar el triunfo. El remate en el palo de Emiliano Saliadarre tras una desinteligencia defensiva marcó el termómetro del temor a la derrota que sufrieron los cariocas. Sin embargo, Thiago Maia también paralizó a los corazones albicelestes con un disparo al travesaño cuando se jugaba el tiempo adicionado. “Flamengo fue muy superior en el desarrollo y tendría que haber ganado el partido”, dijo Sampaoli con la bronca que le representó la repartición de puntos.
Para el santafesino se trató de “una experiencia más” para su carrera el regreso al fútbol argentino. “Se dio en un lugar en donde la energía popular genera un estímulo para su equipo, en un partido extremadamente emotivo por lo que se vivió fuera del campo”, subrayó. Es que el propio entrenador reconoció que estuvo cerca de llevar su proyecto a Racing después de la Copa del Mundo del 2018. Y con sus reflexiones dejó una puerta abierta para el futuro.
Justamente, la última vez que había visitado el Cilindro de Avellaneda, fue para seguir de cerca a Lautaro Martínez y Ricardo Centurión, dos de las figuras que tenía Eduardo Coudet en los meses previos a la cita internacional que se disputó en Rusia. “Los valoro mucho, porque son grandes futbolistas. Menos mal que hoy no estuvieron, porque son jugadores que sienten el fútbol como yo. En aquel momento tomé esa determinación (no incluirlos en la lista mundialista), porque pensé que por la poca distancia que había para llegar al Mundial y el poco tiempo de trabajo que tenía para armar el equipo, opté por otros futbolistas que tenían otro tipo de experiencias para ese tipo de eventos”, recordó el ex DT de la Selección.
A pesar del fracaso que concluyó con la derrota ante Francia en los octavos de final, Sampaoli aseguró que no se arrepintió, porque “fueron decisiones del momento”. La frase de Ricky cuando Argentina la pasaba mal con Croacia en la fase de grupos todavía es replicada en las redes sociales cuando alguien insinúa sus decesos de “pisarla y encarar”. Y el Toro, demostró que podría haber aportado su cuota goleadora como lo hace habitualmente en el Inter de Milán. El bahiense tuvo su revancha y se convirtió en uno de los héroes en Qatar.
Más allá de su pasado y su bronca por el empate, para el entrenador de Casilda su regreso al país “fue especial y gratificante”. Tal vez el día de mañana tenga su desquite y pueda silenciar las voces que todavía retumban sobre sus oídos con insultos y reproches.
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