Hoy, con la Copa del Mundo en la mano, están en boca de todos. Las historias de las estrellas de la selección argentina son conocidas casi de memoria por los futboleros argentinos y hasta extranjeros. Pero lo que no se dio a conocer con lujo de detalles hasta ahora es dónde podrían haberse formado y triunfado cada uno de ellos. El destino quiso que escribieran sus propios cuentos y el final feliz lo tuvieron en Qatar, donde se consagraron campeones mundiales. ¿Qué hubiera pasado si la realidad los llevaba a vestir otros colores de camiseta? Nadie lo sabe ni sabrá jamás.
DIBU MARTÍNEZ:
Ricardo Bochini ya le había echado el ojo a los 10 años en un amistoso en Mar del Plata entre el Club Atlético San Isidro e Independiente, pero los papás de Emiliano no quisieron dejarlo ir porque consideraban que era muy chico todavía. Justo antes de ser reclutado por Pepé Santoro, a los 12 años, el arquero probó suerte en Boca y River. Estuvo una semana en Buenos Aires, pero las pruebas no fueron exitosas. “Fueron eliminando chicos y él fue quedando. Pero, al final, quedó el arquero de un entrenador que era viejo del club o algo por el estilo. Él sabía que podía haber quedado, por eso estaba desilusionado”, reveló su papá. Santoro no demoró ni un minuto en ficharlo para el Rojo: “Si el pibe tiene el bolso, que ya se quede en la pensión”. Así empezó la historia del Dibu Martínez.
GONZALO MONTIEL:
Cuando tenía 10 años, al hombre que definió con su penal la última Copa Mundial lo probaron en Boca Juniors. Fueron varios partidos a lo largo de un semestre, pero no terminó de convencer a los técnicos de turno y lo dejaron ir. Con 12 años se sumó a las filas de River: tardaba dos horas y media para llegar al predio de Villa Martelli donde se entrenaban las inferiores millonarias y lo mismo para regresar a Virrey del Pino. Su madre lo acompañó al principio, pero luego terminó yendo solo: “Me tomaba el 620, una traffic hasta Liniers y de ahí el 28. Lo hice casi dos años, hasta que me cansé. Les dije a mis familiares que no aguantaba más y pedí vivir en la pensión de River. Extrañaba y los necesitaba, por más que me hacía el duro. Pero también valoraba y sabía que ahí había más que lo que tenía en casa”, dijo el actual lateral del Sevilla.
NAHUEL MOLINA:
El por aquel entonces extremo derecho oriundo de Embalse, Córdoba, llamó la atención de emisarios del Barcelona que probaban chicos en diferentes puntos de Argentina para reclutarlos dentro de una filial del club catalán en el país. Con 11 años, se mudó a Buenos Aires para militar en la academia culé que se desarrollaba en San Justo. Y llegó a ser seleccionado para viajar a España para ser evaluado por los scouting del Barça en vivo y en directo. A su regreso, fue fichado por Boca Juniors, donde se formó como profesional y fue retrocediendo de posición en el campo, pasando de delantero a lateral. Paradójicamente, Molina Lucero es hoy marcador de punta del Atlético Madrid y llegó a sonar en la lista de posibles refuerzos del Barcelona en el mercado de pases pasado.
RODRIGO DE PAUL:
El inquieto jugador todoterreno surgido en el baby fútbol del Club Belgrano de Sarandí cautivó a los ojeadores de Independiente y Racing, casi al unísono. “No, mamá. A Independiente no voy”, le advirtió a Mónica el pequeño Rodrigo, que llegó a ser arquero en cancha chica con niños de categorías mayores, después de que el mismísimo Enrique Bochini preguntara por él para ficharlo en el Rojo. Rodrigo ya había pasado por las pruebas en las preinfantiles de la Academia, donde Raúl Garrandés, Jorge Cardinale y Ricardo Sequeira le echaron el ojo y primerearon. Tan bueno era el mediocampista ofensivo en sus inicios que podía ser habitual que subiera a jugar con la Categoría 93, un año mayor.
PAPU GÓMEZ:
Antes de formarse en las divisiones inferiores de Arsenal de Sarandí, donde debutó como profesional y fue campeón, el Alejandro Gómez tranquilamente podría haber sido fichado por Racing o Independiente. Jugó en el baby fútbol de la Academia antes de despuntar el vicio por la pelota en cancha de once. Pero la proximidad con el Rojo también fue notoria: hace un tiempo confesó que de chico era hincha y además su tío es Hugo Villaverde, vieja gloria de la institución que fue campeón nacional, continental y mundial. ¿Más? Su padre fue guardavidas en la pileta de Independiente y llegó a entrenarse un breve tiempo con la categoría 88 del Kun Agüero hasta inclinarse por el Arse.
ÁNGEL DI MARÍA:
¿Alguien podría haber imaginado al Fideo jugando en Newell’s? La historia es desconocida y no estuvo lejos de ocurrir. Cargado por la frustración de ser suplente en las inferiores de Rosario Central, un día Ángel llegó a advertirle a su mamá que no quería jugar más. Su entrenador de turno le había dicho que por su físico no iba a llegar lejos en el fútbol y eso golpeó la moral del talentoso zurdo. Como su papá tenía contactos para probarlo en la Lepra, tiró la propuesta sobre la mesa, pero Diana, su mamá, impidió que eso ocurriera ya que son acérrimos hinchas de Rosario Central. “Vas a seguir en Central aunque seas suplente”, fue el consejo que envejeció de la mejor forma. Al poco tiempo, Angelito debutó en la Primera canalla y justo antes de armar las valijas para firmar en Benfica de Portugal, estuvo muy cerca de ser comprado por Boca.
LIONEL MESSI:
Newell’s contaba en sus infantiles con un chico que estaba llamado a ser leyenda. Pero en épocas en las que los proyectos de inferiores no eran tomados en serio, le restaron prioridad al tratamiento hormonal que el pequeño Leo debía seguir para su desarrollo físico. En busca de nuevos horizontes, su padre consiguió la prueba en Barcelona, aunque antes Lionel pasó unos cuantos días en Buenos Aires y estuvo cerca de ser fichado por River. Fue en agosto del 2000, a pocas semanas de tomar un vuelo a suelo catalán, que Messi causó revuelo en Núñez por sus gambetas y goles. Pero al costoso tratamiento se le sumó un problema más: que los directivos de Newell’s le dieran el pase, misión que resultó imposible. Así fue que el 10 recién fue autorizado para jugar partidos oficiales en las inferiores del Barça luego de que la FIFA fallara a su favor tras el pedido de su padre y representantes.
JULIÁN ÁLVAREZ:
Un reclutador de los pagos de la Araña lo llevó a una prueba con el Real Madrid cuando tenía 10 años. Antes había pasado por River y Boca, desde donde solicitaron su pase y hasta barajaron hacerle un lugar en la pensión. Sin embargo, esos exámenes sirvieron como medida previo al viaje a España, donde Julián fue recibido con la camiseta número 10 y llegó a convertir varios tantos con su categoría, campeona de un mini torneo que se disputó en 2011. Recién cuando cumpliera 13 años el Madrid iba a poder ficharlo y, hasta entonces, sus padres debían viajar a la capital española y conseguir trabajo allí. La logística fue imposible y el sueño se postergó. Álvarez retornó al país y llegó a ser fichado en la pensión de Argentinos Juniors, pero su experiencia no fue buena: “No me gustaba quedarme solo. Estaba acostumbrado a que mi familia me acompañara a todos lados y decidí volverme”.
LAUTARO MARTÍNEZ:
El Toro era figura y capitán de la selección de la Liga del Sur. Apenas diez minutos en cancha en la Primera de Liniers de Bahía Blanca le habían bastado para estrenarse en la red. Luego de un torneo provincial en San Juan en el que se destacó, a su papá lo llamaron de varios clubes. La primera prueba en Buenos Aires fue en Boca, donde sus entrenadores de Liniers estaban seguros de que iba a quedar. Inesperadamente, los reclutadores xeneizes se fijaron en un compañero y no en él. “Dijeron que no tenía potencia ni velocidad. Me quedó siempre grabado eso, porque hoy son unas de sus mayores virtudes”, contó su papá. Casi de arrebato, surgió una prueba en San Lorenzo que terminó siendo casi de favor y fallida. No estuvo bien organizado y el Ciclón también lo dejó ir. Racing actuó rápido por medio de Fabio Radaelli, coordinador que quedó deslumbrado al verlo en cancha, y madrugó a Vélez y River, clubes con los que tenía -y tendrá siempre- pendientes sus pruebas.
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