Sexismo, acoso y nuevas políticas: el saldo que dejó el Mundial de Rusia 2018 para las mujeres

Por primera vez, las agresiones y las diversas forma de violencia hacia el género femenino tuvieron un alto nivel de visibilización y, en muchos casos, de sanción. Cuáles son los desafíos que se plantean de cara al futuro

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(Reuters)
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Finalizado el Mundial de Rusia 2018, mucho se hablará sobre Francia campeón, sobre las prematuras caídas de muchos candidatos al título o de la implementación del VAR en los partidos. Sin embargo, también es pertinente hacer un análisis respecto de algunos cambios que se advirtieron durante el certamen en cuanto a la relación entre las mujeres y el fútbol.

El género femenino ha ganado terreno en el mundo del fútbol en los últimos años. Ya sea como hinchas, jugadoras, periodistas e incluso como asistentes, árbitras y dirigentes, las mujeres han aumentado su participación en un ámbito asociado a lo masculino prácticamente desde su creación. Este crecimiento se llevó a cabo no sin una serie de discriminaciones y violencias que aún persisten, pero que cada vez son más visibilizadas, problematizadas y, por ende, repudiadas.

Por primera vez en un Mundial masculino, las cuestiones de género llamaron la atención, fueron mediatizadas y, en consecuencia, abordadas como un conflicto social y cultural sobre el que es necesario trabajar.

La visibilización del sexismo en el Mundial tuvo su puntapié inicial con un puñado de videos de hinchas argentinos (los de Eduardo Penovi y Claudio Fitterer fueron los más resonantes) que repetían una misma lógica: aprovecharse del desconocimiento del idioma de jóvenes mujeres rusas para hacerles decir frases de contenido sexual en español. Las chicas aceptaban gustosas y con amabilidad ante la simpatía de los varones y repetían conceptos que las hacían quedar en ridículo en filmaciones que luego eran compartidas en las redes sociales. El fin era solo uno: humillarlas, hacer una cruel exposición de su persona.

Algo que hasta hace unos años hubiese sido tomado con humor o como una simple burla, derivó en una ola de críticas y fervientes rechazos. Esta conducta a las claras misógina y de menosprecio hacia la mujer tuvo su castigo de parte de las autoridades: los varones que protagonizaron estos episodios no pudieron ingresar más a ningún estadio durante la Copa.

Otra versión de la peor cara del machismo que se vio durante el certamen en Rusia fueron las agresiones a periodistas. Muchas comunicadoras de distintos países (Brasil, Colombia y España, entre otros) fueron acosadas e intimidadas por hinchas mientras realizaban sus tareas profesionales. Manoseos, intentos por besarlas, "halagos" no solicitados de partes de desconocidos o la desvalorización de sus conocimientos fueron algunas de las violencias que sufrieron estas mujeres y muchas de ellas se produjeron al aire, en vivo. Es decir, la naturalización de estas conductas llegó a tal punto que los agresores lo hicieron delante de las cámaras y sin tapujos.

Ante esto, las periodistas decidieron visibilizar lo que les estaba ocurriendo. Las redes sociales fueron el canal perfecto para hacer llegar sus denuncias. Esto derivó en el nacimiento de campañas para pedir por el fin a los acosos y para exigir que dejen a las profesionales realizar su labor en paz. A través del hashtag #dejalastrabajar (o #deixaelastrabalhar, en portugués) se buscó concientizar sobre esta problemática.

"Hasta el momento, hemos registrado 30 casos de sexismo, la mayoría a mujeres rusas que fueron abordadas por parte de aficionados de otros países, y hubo otros 15 casos de acoso a periodistas", dijo días atrás Piara Powar, director ejecutivo de FARE, la entidad encargada por la FIFA para monitorizar la discriminación y el racismo en el fútbol. El directivo advirtió que esa cifra podría ser incluso diez veces mayor por aquellos casos que no fueron registrados.

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En este escenario, la respuesta de la FIFA fue no menos controversial. Implementó una nueva política a través de la cual ordenó a la televisación oficial y les pidió a las cadenas de televisión alrededor del mundo que dejen de enfocar con sus cámaras a las mujeres en las gradas durante los partidos. En un intento de combatir la cosificación de los cuerpos femeninos, la Casa Madre del fútbol mundial parece haberse decantado directamente por su invisibilización.

De esta manera, se advierte que el discurso mediático que se construye alrededor de las mujeres en el fútbol tiene solo dos variantes: la exhibición que convierte a los cuerpos en objetos o la inexistencia. Esto ocurre en un marco en el que, como se mencionó anteriormente, el género femenino ocupa cada vez más papeles y de mayor importancia. Entonces, ¿por qué no mostrarlas en la especificidad de su rol? Si la televisión muestra a los varones alentando en las tribunas, también debería enfocarlas ellas.

Es un paso adelante el hecho de reconocer que el abuso de los primeros planos sobre los rostros y los cuerpos de mujeres que, no por casualidad, encajan en los cánones estéticos dominantes y hegemónicos tiene como única finalidad cosificarlos y mercantilizarlos. Tal vez, en lugar de dejar de enfocar a las hinchas, lo mejor sería utilizar recursos igualitarios para mostrar a todos los fanáticos que disfrutan del espectáculo en las gradas, sin distinción de género.

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Todo estos hechos plantean desafíos importantes para la FIFA de cara a la organización del Mundial de Qatar 2022 -y de todas las competencias que dependen del organismo que se desarrollen hasta ese momento-. De por sí, la sede elegida para la próxima Copa es muy controversial en cuanto a derechos de las mujeres. Según un informe de Amnistía Internacional correspondiente a los años 2017 y 2018, se trata de un país en el que el género femenino está "discriminado en la legislación y en la práctica" en relación a cuestiones básicas como "el matrimonio, el divorcio, la herencia, la custodia de los hijos e hijas, la nacionalidad y la libertad de circulación".

Que el mundo del fútbol sea un espacio de un inclusión y de pleno ejercicio de los derechos (entre ellos, a vivir una vida libre de violencias) es uno de los grandes retos -y de las grandes deudas- que aún tiene la FIFA para con las mujeres. Hay un clima de época en cuanto al feminismo y a la lucha por la igualdad de oportunidades que es imposible de evadir. Rusia 2018, con su ola de denuncias y de visibilización de las agresiones, puede haber oficiado como el puntapié inicial para un cambio de paradigma. Será responsabilidad de las autoridades profundizarlo de cara al futuro.

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