La voz de Samara Joy tiene la capacidad de transportar a los oyentes a los primeros clubes de jazz, despertando la nostalgia por leyendas como Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan.
A sus 25 años, Joy es una artista discográfica que ha ganado cinco premios Grammy, incluido mejor artista nuevo y mejor álbum vocal de jazz en 2023 por Linger Awhile. Ha recibido elogios de figuras como Chaka Khan, Regina King y Quincy Jones, y ha sumado miles de seguidores de la Generación Z en TikTok, acercando el jazz a nuevas audiencias.
El año pasado, Joy lanzó Portrait, su tercer y más personal álbum de estudio, en el que explora la tensión entre la emoción y la sensación de agobio que sigue a periodos de elogios y éxito. Su primera canción original, “Peace of Mind”, resume ese momento vital.

“Lo escribí en un momento en el que me preguntaba si podría continuar porque estaba agotada”, sostuvo. “A través de esa composición de Sun Ra, me recordé a mí misma que he experimentado algo maravilloso y que esto solo es el principio... es solo un trampolín para todas las demás ideas creativas que tengo y lo que siento que puedo ofrecer”.
Para Joy, publicar Portrait fue un desafío creativo y un punto de inflexión para confiar en sus propios instintos. “Me ha enseñado mucho sobre lo que puedo hacer y a mantenerme firme en la visión creativa y la dirección que veo para mí”, dijo. Joy habló sobre su vida tras los Grammy, el proceso detrás de Portrait y la huella que busca dejar en el jazz.
—¿Qué representa para ti Portrait y cómo has crecido desde entonces?
—Ese álbum fue un punto de inflexión. Por primera vez sentí que debía decidir mi propio camino. En los dos primeros álbumes, solo interpretaba canciones que me gustaban y que sentía propias. En Portrait, tomé las riendas de la dirección creativa, elegí a mis compañeros de banda y les pedí: “Arreglen, orquesten esta nueva etapa”. Fue un gran salto respecto a lo que se esperaba de mí tras el Grammy a mejor artista nuevo. Me enseñó a ser paciente y a esperar hasta tener algo realmente importante que decir, sin apresurarme solo por mantener la relevancia.

—¿Cómo recuerdas el momento en que ganaste el Grammy a mejor artista nuevo?
—Nunca imaginé que me nominarían. Ni siquiera lo veía como una posibilidad al inicio de mi carrera. Ahora, al recordarlo, revivo cada detalle y el agradecimiento sigue intacto. Nunca quiero olvidar cuál es el propósito de todo esto, el motivo por el cual hago música.
—Has recibido el reconocimiento de artistas como Chaka Khan y Regina King. ¿Hubo algún encuentro que resultara particularmente significativo?
—Hace un par de años canté en el Hollywood Bowl, en la celebración del cumpleaños de Quincy Jones, y compartí escenario con Patty Austin. Entre bastidores, fue divertida, perspicaz y honesta. Eso significó mucho para mí, viniendo de alguien con tanta trayectoria junto a figuras como Quincy Jones, George Benson, James Ingram... Me animó mucho en este nuevo camino.

—¿Ser una mujer negra en el jazz que triunfa en la corriente principal y conecta con nuevas generaciones se vive como un acto de recuperación o resistencia?
—En realidad nunca lo pensé así. Miro a tantos artistas que me inspiran, Billy Strayhorn y Duke Ellington, que contribuyeron tanto a esta música. Sé que el jazz no es mainstream, al menos para mí, salvo que esté muy diluido. Pero es una oportunidad para mostrar autenticidad y compartir canciones que no todos conocen: “¿Has escuchado esto de Abbey Lincoln?” O darle voz a temas instrumentales de Thelonious Monk. Quizá esa es mi forma de recuperar el género y educar, presentando sonidos nuevos para el público. Buena música es buena música.
—Te comparan con Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan. ¿Cómo recibes esas comparaciones?
—Me siento honrada y a veces inmerecidamente, por lo reciente que fue mi encuentro con su música. No crecí escuchando sus voces; fue en la universidad cuando descubrí su arte. Sentí que se abría todo un mundo y supe que quería cantar, poder conmover a la gente como ellas me conmueven a mí.
Fuente: AP
[Fotos: AP / Marcio Jose Sanchez]
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