
Hacía varios años que Ignacio M. Cloppet venía trabajando sobre la figura de Alberto Ezcurra Uriburu, sacerdote argentino, fundador y jefe de Tacuara, movimiento nacionalista activo entre 1957 y 1966. La reedición del libro Tacuara y el nacionalismo: escritos inéditos de Alberto Ezcurra Uriburu (Katejon), le cuenta a Infobae Cultura este escritor, abogado y miembro de la Academia Argentina de la Historia, tiene dos propósitos: dar a conocer “un cuerpo doctrinario sumamente relevante, que a la luz del análisis de los males ocasionados por el liberalismo en su versión británica/norteamericana y/o soviética, fue desplegando soluciones concretas para la emancipación nacional”, e “intervenir en el debate historiográfico”.
Para Cloppet, Ezcurra Uriburu es víctima de “múltiples ensayos y tesis doctorales” que recaen en “un vicio de origen que es la descalificación lisa y llana del nacionalismo al que se caracteriza en bloque con motes descalificatorios que desatienden el examen objetivo de un movimiento rico en variantes, diverso en sus opciones prácticas e intelectualmente brillante en sus mejores plumas”. Hay dos lugares comunes, dice: “el supuesto ‘fascismo’ y ‘antisemitismo’ de Tacuara”. Como contraposición, cita a Vicente Sierra: “La historia no es un saco vacío al que hemos llenado de hechos, sino que los hechos tienen un valor que no pueden cambiar enteramente el juicio apasionado de los hombres”.
Tacuara y el nacionalismo: escritos inéditos de Alberto Ezcurra Uriburu reúne un conjunto de 48 escritos nunca publicados en libro, correspondientes al período 1957-1973, los años en que Ezcurra Uriburu asumió la jefatura del Movimiento Nacionalista Tacuara, luego su período como seminarista. Además, en el apéndice de esta obra está el texto completo de “El caso Sirota y el problema judío en la Argentina”, documento prácticamente inhallable. “En una Argentina intelectualmente desarmada y materialmente ocupada, los escritos de Ezcurra Uriburu gozan de una tremenda actualidad. Su crítica al liberalismo, su defensa de la Tradición y de los valores cristianos, su postulación de la necesaria restauración de un principio de autoridad y de un orden moral justo como elementos unificadores de la vida comunitaria que hacen posible la auténtica unidad nacional”, sostiene Cloppet.

Ezcurra Uriburu nació en 1937 en buenos Aires, hijo del historiador y militante Alberto Ezcurra Medrano. Por su padre, era pariente de Encarnación Ezcurra; por su madre, de José Félix Uriburu. Figura controversial como pocas, tuvo un rol gravitante en la militancia de los años en los que estuvo activo. “La casi totalidad de estudios sobre el fenómeno, lo someten a diversas taxonomías que son verdaderos obstáculos metodológicos, porque condicionan de entrada la forma de relación con el objeto de estudio. Categorías tales como ‘de derecha’, ‘oligárquico’, ‘fascista’, etc., pospuestas al objeto ‘nacionalismo’, determinan a priori a través del mote descalificatorio el examen objetivo del fenómeno", dice Cloppet.
“Ezcurra Uriburu fue un hombre de acción y un pensador católico de fuste. Como jefe de Tacuara, sintetizó valores trascendentes: un profundo humanismo, su ínsito patriotismo, nobleza y valentía, generosidad y ausencia de sectarismo. Congregaba a la unidad de las distintas tendencias existentes, promovía acuerdos y evitaba rupturas infecundas que tanto costaron al movimiento nacional a lo largo de su historia. Virtudes que mantuvo durante toda su vida y que constituyen en sentido lato al sacerdote que ahondó la preocupación teológica que está en el centro de sus reflexiones y la defensa de la verdad y de la patria de los argentinos, cuyos dramas comprendió y combatió como pocos hombres de su tiempo”, asegura.
Con el Movimiento Nacionalista Tacuara —nacido en 1957, en el emblemático bar La Perla del Once, auspiciado por Ezcurra Uriburu, Horacio Bonfanti, Oscar Denovi, José Baxter, Luis Demharter, Raúl Villarrubias y Eduardo Rosa— pasó algo similar, explica el autor. “Se trata de una expresión de nacionalismo juvenil, heredera de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES) y de la vieja Alianza Libertadora Nacionalista. A su identidad católica –forjada al calor de las lecturas del P. Leonardo Castellani y del P. Meinvielle, entre los principales–, le anexó la impronta revolucionaria, nacional-sindicalista y antiimperialista, a través de pensadores como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, los hermanos Irazusta y Atilio García Mellid, y de la centralidad del aporte doctrinario de José Antonio Primo de Rivera”.
El Movimiento Nacionalista Tacuara nació con el propósito de “una firme reacción de autodefensa de la argentinidad, víctima desde la derrota en Caseros, y sometida al avance del liberalismo en sus distintas variantes como consecuencia del golpe de Estado de 1955″. Además, sostiene que “para diversos sectores del liberalismo la no admisión del modelo soviético equivalía –y equivale al día de hoy– lisa y llanamente, al ‘fascismo’”. Del mismo modo, se suele circunscribir el antiliberalismo al elitismo y al desprecio por las masas, o se discurre en el afán simplista de acusar de “fascistas” a todas las organizaciones que durante las décadas del treinta al setenta combatieron al régimen de entrega y sometimiento al extranjero y sostuvieron el neutralismo en el marco de las guerras mundiales. La crítica al régimen soviético fue compartida por gran parte del arco político, a excepción por supuesto del comunismo argentino, satélite del soviético.
“Respecto a la imputación a Tacuara y a su jefe de ‘antisemitismo’, constituye a esta altura del partido, todo un anacronismo y un error que anula cualquier intento de comprensión de los hechos históricos con el objeto de deformar el pasado argentino. He conocido y tratado íntimamente a Alberto Ezcurra Uriburu, y puedo testimoniar que nunca fue antisemita, ni tampoco otorgó al aparente ‘problema judío’ –ni en la época de Tacuara ni en la etapa sacerdotal– el lugar que se le enrostra sin el menor rigor de verdad”, agrega. El libro, que contiene una larga argumentación con pruebas y testimonios, busca ser —concluye Cloppet— “un aporte a la verdad histórica de los argentinos, plagada de mitos y tergiversaciones. La historia debe escribirse con documentos y no a merced de las ideologías en boga de quien las porta. Sus ideas están vivas y confío en que seguirán encontrando lectores y hacedores de una Argentina digna de su patriotismo y amor por la verdad”.
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