
Las novelas nacen del mismo lugar de donde lo hacen los sueños, reflexiona la escritora española Rosa Montero (1951) a su paso por la Feria Internacional del Libro (FIL) de Lima, donde presentó el último tomo de su serie de ciencia ficción, que esta vez explora la identidad y el paso del tiempo, dos de sus grandes obsesiones.
“Todas mis novelas han nacido del inconsciente, son como sueños que sueñas con los ojos abiertos. Tú no escoges las historias que cuentas, sino que las historias te escogen a ti y vienen a tu cabeza con la misma aparente autonomía con que los sueños vienen por la noche”, expresa la autora.
La escritora madrileña presentó en la capital peruana Animales difíciles, que cierra la serie de ciencia ficción protagonizada por la detective androide Bruna Husky y que, pese a ambientarse en el siglo XXII, versa sobre sus tradicionales preocupaciones, como el paso del tiempo.
“El sentido de escribir es la búsqueda del sentido de la existencia, y tú escribes siempre de la misma manera. Me da igual irme al siglo XXII con Bruna, o al siglo XII, estoy hablando de las mismas cosas, intento poner luz en mis obsesiones siempre y escribo con la misma ambición expresiva, estilística”, dice Montero.

En este sentido, admite que le nace responder “si se puede hablar de otro tema”, cuando periodistas le preguntan el por qué escribe siempre sobre la muerte y el paso de los años, pues “vivir es deshacerse del tiempo”.
“Tienes que escribir los libros que te son necesarios y emergen. De repente un día aparece como una idea en tu cabeza. No sabes por qué que te emociona, por qué te turba y te llena tanto la cabeza y el corazón que no te cabe en el pecho y te dices: ‘yo esto tengo que contarlo, tengo que compartirlo’. Y ahí es cuando nace la novela”, explica sobre su proceso creativo.
Peligros de la IA
Animales difíciles es el final de la serie integrada por Lágrimas de lluvia, El peso del corazón y Los tiempos del odio, y plantea la inconsciencia con la que estamos creando “un Dios indiferente”, como define la escritora a la superinteligencia.
“Cuando empecé a pensar en esta cuarta novela no sabía que iba a ser la última, porque estos libros son ‘autoconclusivos’. Lo único que yo quise es hacerme un mundo que yo pudiera visitar cuando quisiera”, señala sobre la serie.
Sin embargo, asegura que, en cuanto empezó a desarrollar la historia, se dio cuenta de que era la última, porque atraviesa una doble lucha, puesto que Bruna debe resolver un misterio como en el resto de tomos, pero en este explora su nueva identidad, uno de los grandes problemas del ser humano, según la autora.
“Esta doble lucha hace que la novela sea muy épica y que tenga una envergadura enorme. Entonces, me di cuenta enseguida de que no iba a ser capaz de hacer otra novela de Bruna Husky con semejante envergadura y, para hacer una novela peor, pues la verdad es que yo creo que había que terminarla ya, así que estoy encantada”, sostiene.
Pese a ser una mujer de letras, Montero cuenta que siempre le ha apasionado la ciencia y tecnología, como ya ha demostrado en otras obras, y expresa estar preocupada por el futuro que la inteligencia artificial plantea.
“La inteligencia artificial nos puede hacer absolutamente de todo, nos puede manipular hasta convertirnos en peleles y dictarnos lo que queremos pensar, sentir, comprar, votar, y ya está pasando, eso es espeluznante y no se está haciendo nada para regularlo”, dice.

Neuroderechos
Como parte de la comunidad científica, la escritora subraya la importancia de que se incluyan los neuroderechos en la carta de derechos humanos, para que esta futura superinteligencia no se vuelva en contra de los propios humanos.
“Quiero dejar un poquito de esperanza. Ese futuro no está hecho, ese futuro lo estamos haciendo hoy y lo podemos controlar (...) Tenemos que llegar a un acuerdo, estamos a tiempo de controlar esa potencia brutal de la IA pero hay que ponerse en marcha. Por ahora no estamos haciendo nada que esté al alcance para controlarlo”, agrega.
Pero pese a los vertiginosos avances tecnológicos, Montero asegura que en el futuro también habrá espacio para el arte, al ser algo intrínseco de la raza humana.
“En tanto sigamos siendo humanos necesitaremos el arte, como decía Georges Braque, el pintor francés abstracto, el arte es una herida hecha luz, una frase tan bonita, tan bella que me la he tatuado en una pierna. Sin el arte, ¿qué vamos a hacer con las heridas de la vida sin intentar convertirlas en luz para que no nos destruyan?”, se pregunta.
Fuente: EFE
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