La fotógrafa, curadora, periodista y editora Sara Facio murió en Buenos Aires este martes, a los 92 años. Personaje relevante de la cultura argentina durante más de 60 años, se destacó por su serie de emblemáticos retratos a artistas, escritores, músicos, deportistas y otras personalidades de la cultura en Argentina y Latinoamérica. Entre ellos, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, María Elena Walsh, Astor Piazzolla, Pablo Neruda, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.
Una importante colección de fotografías de su archivo personal integra el patrimonio fotográfico del Museo Nacional de Bellas Artes. Su biblioteca personal fue constituida durante sesenta años, en los que trabó vínculos con artistas e instituciones de todo el mundo, a partir de su actividad como fotógrafa, editora y gestora cultural. Está formada por más de mil volúmenes dedicados a la historia del medio, colecciones especializadas y ensayos fotográficos.
“Hoy despedimos a personalidad fundamental de nuestra cultura, fue una trabajadora incansable que jerarquizó el arte de la fotografía y nos deja en su obra un legado invaluable para el patrimonio cultural argentino y del mundo”, expresó el Secretario de Cultura, Leonardo Cifelli.

“La vida de Sara Facio está repleta de clicks, pero no solo de los que disparó con su cámara Leica a lo largo de su carrera. De hecho, el encuentro con aquella cámara, que se convertiría en su aliada para siempre, fue una cuestión azarosa. Sara, graduada en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1953, recibió una beca del Gobierno de Francia en 1955. Viajó a Europa junto a Alicia D’Amico “para tener material y ver museos y obras en vivo”, para producir un libro de la historia del arte. El destino tenía otro objetivo para su vocación artística”, escribió Juan Batalla en una entrevista a Sara Facio, publicada por Infobae Cultura en marzo de 2018.
“Mirá, te digo la verdad, vas a ser el último reportaje que haga. Estoy muy cansada y con muchas emociones”, contó el periodista Javier Ojembarrena Alba en una nota publicada en junio de 2022 por la agencia EFE, en ocasión de la retrospectiva de su obra que se exhibió en el Museo Nacional de Bellas Artes.
“Te aviso que yo debo haber sido una de las primeras personas que compró una cámara digital”, afirma. “Si vos hubieses trabajado cuando hice mi mayor producción, y supieras lo sacrificado que era ir en un Fiat 600 a llevar un rollo ezeiza (rollos de celulosa), y que hoy día pulso una tecla y la foto está por el mundo entero en un minuto (...) ese aprovechamiento del tiempo y de la técnica me hubiese encantado haberlo vivido. Pero haberlo vivido incluida en eso, trabajando, con toda la vitalidad”, dijo en aquella entrevista.

El retrato de Cortázar
En la misma nota, contó su particular relación con un icónico retrato de Julio Cortázar. De viaje en Alemania, mientras caminaba se cruzó con la vidriera de una librería donde observó una foto gigante del escritor. El dueño del local no sabía la historia de aquella foto, pero le dijo que estaba allí, destacada, porque “la expresión de Cortázar era una invitación a la lectura”. La foto fue sacada en la sede de la Unesco, en París, y se convirtió en icónica.
“Justamente a partir de eso comenzamos a hacer lo que hoy se llama “ensayo fotográfico”, en ese momento no tenía nombre. Una serie de retratos de escritores, con la idea de que Alicia y yo les tomábamos la fotos, les dábamos una serie de 8, 10, no más, y los escritores escribieran un autorretrato a partir de esas imágenes. El resultado fue un libro, Retratos y autorretratos. Por un lado, cómo lo veíamos nosotras después de haberlo leído. Esos escritores estaban elegidos por nosotras, no nos mandó un diario o una editorial, ni una revista. Los elegimos porque nos gustaban”, contó Sara Facio.

“Pionera en una actividad masculina, Sara Facio se ha convertido en esos ojos que miraron con fascinación buena parte de la historia argentina del siglo XX: sus fotos son tan icónicas que no podemos ver a Cortázar y a los escritores del Boom sino a través de las imágenes —los acontecimientos— que ella ha creado. Lo mismo sucede con la trama política del país, con hechos como la masacre de Ezeiza y el velatorio de Perón”, escribió Patricio Zunini en una reseña del documental Sara Facio. Haber estado ahí, de Cinthia Rajschmir (autora de Cortázar & Antin: Cartas Iluminadas; Luis F. Iglesias, el camino de un maestro)
“La fotografía es la maravilla de captar un momento”, dice Facio en la película, “lo pescaste o se fue, no existe más”.
—¿Alguna vez se sacó una selfie?
—Todo el tiempo. No tanto por verme, sino porque cuando tomaba fotos había rollos y cuando me quedaban fotos sin tomar después de un trabajo me daba pena desperdiciarlas, entonces me ponía delante de un espejo y me sacaba fotos a mí misma. Tengo miles de fotos, autorretratos.
Así respondía a la última pregunta en aquella entrevista de 2018.

Quién fue Sara Facio
Sara Facio nació el 18 de abril de 1932, en San Isidro, Provincia de Buenos Aires. En 1953 se graduó en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Dos años después recibió una beca del Gobierno de Francia para estudiar historia del arte y viajó, con su amiga Alicia D’Amico -otra futura gran fotógrafa- para ver museos, obras y producir un libro de la historia del arte. En ese viaje ambas adquirieron sus primeras cámaras fotográficas y empezaron a tomar fotos como pasatiempo. En su regreso a Buenos Aires, el padre de su amiga Alicia, fotógrafo profesional, descubrió el talento de ambas y las incentivó a interiorizarse en ese arte.
Trabajó por el reconocimiento de la fotografía como arte y logró, junto con otros colegas, un merecido lugar en museos y galerías, lo mismo que impulsó una mejor en las condiciones laborales de la profesión. Acompañada por Annemarie Heinrich como su tutora, se introdujo en el fotoperiodismo y allí se destacó especialmente durante muchos años. Con ayuda del Fondo Nacional de las Artes obtuvo su primera cámara fotográfica profesional.
En 1968 se editó Buenos Aires, Buenos Aires, el primer libro de fotos firmado por Facio y Heinrich, con texto de Julio Cortázar. En 1976 llegó Humanario, en el que publicó una serie de fotos de institutos psiquiátricos, nuevamente con textos de Cortázar. En estas publicaciones, ambas fotógrafas se propusieron captar la vida en la ciudad, aun mostrando su peor cara. Es también autora de un libro sobre la historia de su disciplina: La fotografía en la Argentina: desde 1840 a nuestros días.
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