
¡Qué pena vivir en la contemporaneidad! Por ejemplo, las bromas telefónicas no existen más. O ya no como antes. Tomemos a Lisa y Bart Simpson y sus clásicas llamadas bromistas al bar de Moe, en las que Moe siempre caía mientras los rubiecitos de Springfield se mataban de la risa. En la era del celular y del identificador serían imposibles de realizar. ¿Y qué pasa en la Argentina? Bueno, el asunto es más difícil. Es que esta nación es cuna del más grande bromista telefónico de todos los tiempos. Un prodigio que hacía de sus llamadas verdaderas obras de arte y del conocimiento de la psicología humana, además de hitos de la “puteada” (o, como diría Borges, de “el arte de injuriar”).
Y que este jueves llega a la pantalla grande para mostrar sus orígenes en forma de encantadora comedia romántica. Nos referimos, claro es, al gran Doctor Tangalanga (QEPD), cuyo nacimiento a la vida pública (pero secreta) se versiona en el film El método Tangalanga, protagonizada por Martín Piroyansky y Julieta Zylberberg -en medio de un equipo con grandes actuaciones y la colaboración estelar de Silvio Soldán- y la dirección de Mateo Bendesky.
Corre el año 1962. Así se puede apreciar desde los títulos de la película, que registran el nacimiento de la década mostrando a una Buenos Aires típica y moderna, con aquellos viejos colectivos fileteados y un color local que sólo la cámara puede expresar tan bien. Jorge Rizzi trabaja como empleado en una fábrica de jabones, rodeado de un jefe comprensivo (Luis Machín) y su extrovertido amigo Sixto, el mejor vendedor de cualquier producto. Rizzi, en cambio, es ultratímido y la situación de exponer en público traba sus posibilidades expresivas. Siempre le pasa así. Un noche, tras un episodio de timidez en un bar, camina y llega sin darse cuenta a la puerta de una sala donde anuncian la presencia de un sabio que cura todos los males. Ingresa por curiosidad y el hombre de los poderes (un espléndido Silvio Soldán) lo hace pasar al escenario y, con el sonido del diapasón, lo da por curado.
El diapasón marca la nota de la línea telefónica de Rizzi, quien comprueba que no sólo está curado, sino que está uno, dos o tres pasos más allá de lo necesario. Graba una cinta con uno de sus llamados para mostrársela a su amigo Sixto, pero se entera de una condición que lo deja postrado y con un pronóstico no positivo. La cinta hace reír a Sixto y le pide más. A Rizzi le llama la atención de la recepcionista de la clínica, Clara. Pero cuando se le acerca no hay sonido del diapasón que despierte a su leyenda oculta. Comienza la leyenda del doctor Tangalanga.

Corre 1962. Julio Victor Di Rissio es hijo de inmigrantes italianos en la vida real, trabaja como gerente de compras en la empresa de productos de limpieza Palmolive (él recomendó a Susana Giménez como cara de una campaña de un producto que la llevó a la fama). Julio no era tímido, sino que, por el contrario, era el bromista del aula desde niño. Ya estaba casado con su esposa Nora, con quien se conocían desde niños. Un amor que superaría las siete décadas. Y su mejor amigo era Sixto, quien había sufrido una operación de la cabeza que lo había dejado sin poder movilizarse, salvo para hablar. Para hacerlo reír, Julio grabó una primera cinta haciendo una broma a un veterinario. Sixto se desternillaba de risa. Le grabó más cintas hasta su muerte en 1964. Así comenzaba la leyenda Tangalanga.
El film toma algunos elementos de la realidad para desarrollar una trama preciosa, con un humor bien presente y la posibilidad del amor con Clara como registro narrativo que le habría gustado a Nora Ephron escribir. El amante de Clara (Rafael Ferro) es un malvado de película y, claro, empresario y dueño de la clínica que hospeda a Sixto (muy bien su rol interpretado por Alan Sabbagh); y se debe destacar el papel de Luis Rubio como enfermero del amigo de Rizzi.

Al salir de la sala, se sentirán presentes dos opciones. Caminar por el Buenos Aires melancólico pero feliz, al fin y al cabo, de la película, o buscar en la web las grabaciones del viejo y querido Tangalanga, fallecido en 2013 luego de haber grabado decenas de discos de circulación secreta de bromas telefónicas.. Cualquiera sea la decisión, el film habrá cumplido con su cometido.
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