
Hace unos cuantos siglos, en Europa existía el Grand Tour, un itinerario de viaje que se había vuelto costumbre que incluía recorrer Italia, Francia, Alemania y los Países Bajos, entre otros lugares. Era común entre las familias aristocráticas viajar por las ciudades más preciosas y disfrutar de sus obras de arte. Al inglés Thomas Coke, primer conde de Leicester, le gustaba mucho salir de viaje. Era un tipo curioso y muy culto. Solía hacer el Grand Tour para comprar obras.
Compró, por ejemplo, un manuscrito de Leonardo Da Vinci conocido como el Códice Leicester, que mucho tiempo después, en 1994, Bill Gates lo obtuvo por 19 millones de libras esterlinas. Coke tenía una casa de campo, que más que casa es un castillo, aunque quizás el nombre que mejor le sienta es mansión. Fue construida por el arquitecto británico William Kent a su antojo. Era enorme y quería que el mejor arte del mundo cuelgue de sus paredes. La llamó Holkham Hall.
La pasión familiar por el arte se pasó de generación en generación. Hoy, esa mansión ubicada en el condado de Norfolk, en Inglaterra, alberga una colección increíble: pinturas de Rubens, Van Dyck y Thomas Gainsborough, entre otros. También posee el mejor conjunto privado de escultura romana antigua, con unas sesenta piezas, y una valiosa copia de La batalla de Cascina, mural que Miguel Ángel no llegó a terminar.
Un día de 1950, Coke hacía el Grand Tour y volvía a Italia, aquel país majestuoso, cuando se topó con una obra que lo dejó sin palabras. Había sido pintada cien años atrás y tenía la intensidad de las pinturas universales. El título era Paisaje con Apolo custodiando los rebaños de Admeto y Mercurio robándoselos, y llevaba la firma de Le Lorrian. Era un cuadro de 74 centímetros de alto por 98 centímetros de ancho. Óleo sobre lienzo. Coke no pudo evitar conmoverse. Lo compró de inmediato.
Le Lorrian nació bajo el nombre Claude Gellée en Chamagne, Lorena, entre 1600 y 1605. Murió en Roma en 1682. Fue un pintor francés que vivió la mayor parte de su vida en Italia. Su obra pertenece al período del arte barroco y se destacó particularmente en el paisajismo. Pintaba mucho por encargo. Su producción era enorme, sin embargo substió una pequeña porción de su obra: 51 grabados, 1200 dibujos y unos 300 cuadros.
Se hizo conocido como Claude Lorrain, o en español Claudio de Lorena, por la ciudad de donde venía, y a partir de ese detalle decidió adoptar otro nombre artístico: en 1630, cuando empezó a consolidarse como pintor, comenzó a firmar como Le Lorrian, que en francés significa “El lorenés”. Para muchos, es el “primer paisajista puro”.
Cuando Thomas Coke llegó a Holkham Hall lo primero que hizo fue colgar Paisaje con Apolo custodiando los rebaños de Admeto y Mercurio robándoselos. Luego se paró frente a él y lo miró y lo miró y lo miró. Cada detalle le abría un mundo nuevo. Pero, ¿qué tiene esta obra realizada en 1654 para el caballero romano Francesco Alberini, que la convierte en algo tan especial?
A Claude Lorrain le gustaba pintar paisajes. Árboles enormes, montañas rocosas, ríos celestes, praderas verdosas, cielos imponentes. Era su pasión. Luego, introducía personajes para dotar de dramatismo la escena. En este, el tema representado es el robo de los rebaños de Apolo por parte de Mercurio. Según la mitología clásica, tras matar a los cíclopes, Apolo fue obligado por Júpiter a convertirse en pastor de los rebaños del rey Admeto. Y en un descuido Mercurio, mensajero de los dioses, se los robó. Apolo no recuperó su lugar entre los dioses hasta que Júpiter ordenó a Mercurio que se los devolviera.
En la pintura el paisaje domina. El drama es apenas un detalle: aparece Apolo tocando el violín junto a varias reses esparcidas por el campo; tras él hay un puente que cruza un arroyo, sobre el que se encuentra Mercurio conduciendo los rebaños que ha robado; y a los pies del pastor hay una lira, el instrumento musical que inventó Mercurio para ofrecérselo a Apolo como prenda de paz tras robarle los rebaños.
Coke habrá estado horas y horas frente a esta obra. Todos los días se acercaba para seguir contemplando el espectáculo. A cada detalle que encontraba, más se fascinaba. Paisaje con Apolo custodiando los rebaños de Admeto y Mercurio robándoselos está aún en Holkham Hall junto a grandes obras de la historia, y otros seis cuadros de Claude Lorrain. Evidentemente, no le alcanzó con tener uno solo.
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