
El secuestro de Miguel Ayala, de 23 años, y de su mánager, Nicolás Pantoja, ocurrió cuando se desplazaban hacia el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón, en Cali, por la vía Panamericana, a la altura de Cajibío, Cauca.
Según la información de las autoridades, dos vehículos y varios hombres armados interceptaron el automóvil en el que viajaban y los llevaron hacia una zona montañosa, donde permanecieron catorce días sin contacto con sus familiares.
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Durante ese periodo, los captores —a quienes las autoridades señalan como presuntos integrantes del Frente Carlos Patiño del Estado Mayor Central— iniciaron exigencias económicas. Aunque las demandas comenzaron en 4.500 millones de pesos y luego aumentaron a 7.500 millones, con un plazo de 72 horas, las autoridades lograron el rescate del cantante y su mánager.
La liberación se produjo el 2 de diciembre gracias a una operación conjunta de la fuerza Pública, en la que participaron el Gaula de la Policía Nacional y la Fuerza Aeroespacial. Un hombre identificado como Neider Gómez Castrillón fue capturado y judicializado por secuestro extorsivo agravado y otros delitos.
La familia creyó inicialmente que se trataba de una estafa

Durante los primeros momentos del caso, la familia Ayala recibió información confusa. Sebastián Ayala, hermano de Miguel, relató en el programa La Red, que la comunicación inicial llegó a un tío, Vladimir, mánager de Giovanny Ayala. La familia pensó que se trataba de un intento de fraude: “Creímos que era una llamada para robarnos para hacer algo indebido que no era nada relacionado con mi hermano”, afirmó Sebastián Ayala.
La situación se mantuvo incierta mientras pasaban las horas sin que Miguel Ayala tomara el vuelo programado para las 7:00 p. m. Su hermano explicó que a las “nueve, diez, once, nada que aparecía”, por lo que esperaban que el episodio se debiera a un error y él fuera liberado.
La confirmación llegó cuando el conductor del vehículo de servicio particular que transportaba a los dos jóvenes entregó su testimonio sobre lo ocurrido. Este, informó a la familia que a Miguel y Nicolás “los habían bajado del carro a la fuerza. Se los habían llevado en dos carros, dos camionetas, y dos motos, armados y ahí empezó esta odisea”, lo que permitió a los allegados entender que no se trataba de una estafa, sino de un secuestro.
“Noticias falsas” y dificultad para establecer contacto

Sebastián Ayala describió que durante los días de retención recibieron llamadas constantes. Aseguró que diariamente llegaban comunicaciones de personas que buscaban obtener dinero aprovechando la situación, afirmando que tenían a su hermano y exigiendo pagos.
Según su testimonio, la familia afrontó este periodo “sin dormir ni comer”, aferrándose al apoyo entre ellos mismos. Relató que incluso recurrieron a la música para sobrellevar la espera: “cantábamos los tres juntos y recordábamos esos momentos”, lo que les ayudaba a sobrellevar la situación. Además, explicó que se organizó una “cadena de oración a nivel nacional e internacional”.
Un día antes de la liberación, la familia se encontraba “devastada” por una nueva exigencia económica que calificaron como “realmente elevada”. Sebastián Ayala afirmó que la noticia del rescate llegó alrededor de las 11:00 a. m., calificando ese momento como impactante: “la sorpresa, la noticia”.

Tras su liberación, Miguel Ayala señaló que la experiencia “fue horrible. Es algo que no se lo deseo a nadie”, dijo en entrevista con Blu Radio, y relató que permanecieron atados con “cadenas y candados en un cambuche”. Mencionó que las noches eran especialmente difíciles porque “no se miraba absolutamente nada, todo era oscuro y no se miraba nada y era muy feo”.
El operativo de rescate se produjo mientras uno de los guardias dormía en una hamaca. Miguel Ayala describió que escucharon “dos ruidos” antes de ver “como un pie llegaba sin avisar”, seguido de “tres disparos cuatro disparos”. Él y Nicolás solicitaron ser identificados ante el riesgo de un enfrentamiento: “Que éramos nosotros, que éramos nosotros”. Finalmente, oyeron “Policía Nacional Gaula”, momento en el que, según relató, “lloramos, no nos las creíamos en el momento”.
Posteriormente, Miguel tuvo una conversación telefónica con su padre, Giovanny Ayala, en la que ambos lloraron. Contó que lo primero que hizo fue pedirle perdón por “todo lo que te he hecho”, afirmando que comprendió la importancia de los consejos paternos: “Muchas veces los papás a uno le dicen muchas cosas que uno ignora, pero aún así ellos tienen siempre la razón”.
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