
En Colombia, hablar de crédito no se limita a las cifras de la banca o a las variaciones en las tasas de interés. Detrás de la estadística se esconde un panorama de contrastes, territorios con buenos hábitos de pago frente a otros en los que la morosidad amenaza con convertirse en un problema estructural.
Esa fotografía fue expuesta por Gloria Urueña, directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de la Industria de la Cobranza (Colcob), durante el Congreso Internacional de Crédito, Cobranza y BPO, que celebra su edición número 21 entre el 10 y 11 de septiembre de 2025.
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La dirigente explicó que, aunque la cartera comercial muestra crecimiento, la mora en consumo aumentó de forma preocupante debido al sobreendeudamiento de los hogares. “Hay una menor moralidad de pago y si bien el microcrédito se mantiene en terreno positivo, enfrenta mayor riesgo por la informalidad laboral y la alta vulnerabilidad de sus usuarios”, puntualizó.

Las diferencias regionales son notorias. Bogotá, que concentra cerca del 40% de la cartera total del país, tiene los mejores indicadores gracias a un mayor acceso a la banca, empleo formal y una economía más estable. Algo similar ocurre en el Eje Cafetero, en donde la diversificación productiva y la formalización empresarial permitieron que la cartera vencida se mantenga por debajo del promedio nacional.
Las regiones del país que registraron morosidad alta, según Colcob
Pero, no todas las regiones corren con la misma suerte. En la costa Caribe y en el Pacífico, la morosidad es significativamente más alta. Allí, las condiciones sociales juegan un papel decisivo.
“La pobreza multidimensional supera el 30% y más del 60% del empleo es informal, lo que limita la capacidad de pago de hogares y microempresas”, señaló Urueña. Es en estas zonas donde el microcrédito, pese a ser un canal clave de inclusión financiera con más de dos millones de clientes activos en 2025, enfrenta los mayores retos, como lo confirmó también Asomicrofinanzas.
La situación se complica aún más con las pequeñas y microempresas. El endurecimiento de los requisitos para acceder a financiamiento reduce sus posibilidades de obtener liquidez en un momento en el que más la necesitan. Esto afecta la confianza crediticia y genera un círculo difícil de romper, menos crédito disponible, menor capacidad de inversión y, en consecuencia, mayores dificultades para responder a las obligaciones ya adquiridas.

Sin embargo, el panorama no es del todo pesimista. Existen transformaciones que empiezan a moldear de manera distinta el mercado financiero. Una de las más visibles es la inclusión crediticia femenina. “El 60% de las colocaciones están lideradas por mujeres, que tienen mejores hábitos de pago”, explicó Urueña, que resaltó cómo este factor ha contribuido a mejorar los indicadores de cumplimiento.
La innovación tecnológica también juega un papel crucial. Herramientas de inteligencia artificial, analítica de datos y nuevas formas de contacto digital permiten segmentar mejor a los clientes, anticipar riesgos de mora y ofrecer soluciones menos invasivas.
“La innovación tecnológica con elementos como el uso de la inteligencia artificial, analítica de datos y contactabilidad digital para segmentar mejor, predecir mora y ofrecer soluciones menos intrusivas”, aseguró la ejecutiva, al referirse a la manera en que las entidades están cambiando la relación con los deudores.
En paralelo, toma fuerza la llamada cobranza ética, que en lugar de presionar o acosar busca alternativas como acuerdos, refinanciaciones y reestructuraciones. La idea es que la recuperación de cartera no tiene por qué ser sinónimo de presión excesiva, sino un proceso donde el deudor encuentre opciones realistas para cumplir.

El Congreso de Colcob también abrió la puerta a debates de fondo sobre el futuro del sector. Temas como las finanzas abiertas, el habeas data, la sostenibilidad, la inclusión financiera y el impacto de la inteligencia artificial están en la agenda de dos días que reúnen a expertos nacionales e internacionales.
El diagnóstico deja claro que el crédito en Colombia se mueve entre dos realidades. De un lado, existen territorios con estabilidad y buenos hábitos de pago; del otro, regiones golpeadas por la informalidad, la pobreza y la vulnerabilidad de miles de hogares y negocios. Entre esas dos orillas se abre el reto central, cómo garantizar una inclusión financiera más amplia, sin perder de vista la capacidad real de pago de quienes acceden al sistema.
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