
El empresario Álvaro Rodríguez, conocido por su participación como inversionista en Shark Tank Colombia y por ser el esposo de la presentadora Laura Tobón, compartió públicamente su experiencia con la depresión.
La confesión ocurrió en el pódcast Los hombres sí lloran, conducido por el actor Juan Pablo Raba, donde Rodríguez abrió un capítulo profundamente personal de su vida, desafiando los estigmas que persisten en torno a la salud mental, especialmente en el entorno empresarial.
Rodríguez, actual vicepresidente estratégico de Ventura Group y cofundador de empresas como Innside, Comfy y Stive, reconoció que durante años asoció la vulnerabilidad con la debilidad.
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En su mundo, llorar era sinónimo de fracaso, y el éxito estaba estrictamente vinculado a resultados económicos. “A mí no me gusta llorar, porque no me gusta sentirme débil y menos delante de personas (...) yo me imagino llorando, digo: no, qué mamera que me vean a mí llorando, hijueputa, la incomodidad pa’l otro ha de ser la misma mía”, relató.
Esa lógica de autoexigencia lo llevó a normalizar el malestar. Dormía poco, se mostraba irritable, y aunque su entorno —salud, familia, negocios— marchaba bien, sentía un vacío persistente. A sus 43 años, recién convertido en padre, Rodríguez se encontraba atrapado en una rutina emocionalmente agotadora que lo afectaba en todos los frentes.
“No tenía como alguna preocupación económica, entonces, pues estaba en un estado de éxito en ese momento, pero tenía una malparidez. Yo le digo malparidez cuando usted se levanta emputado y, puta, este café está amargo y ya empezó el día mal (...) Tuve a mi hijo. Me está yendo todo, todo bien. Pero estaba molesto. Constantemente molesto (...) la gente se empezó a alejar y mi esposa como que: ¿oiga, cuál es su mierda? Estoy mamada. Y yo: no, nada, pues todo está bien", añadió.

El punto de quiebre llegó durante una conferencia con otros empresarios. En una conversación previa al evento, varios colegas —hombres y mujeres que él admiraba— comenzaron a compartir experiencias de agotamiento emocional, frustración y enojo inexplicable. Para Rodríguez, fue impactante ver que no era el único. Se animó a hablar y, en medio de ese momento de honestidad, una de las empresarias presentes le dijo con claridad: “Eso es depresión. Yo pasé por eso. Busca ayuda”.
Motivado por esa intervención y por la insistencia de su terapeuta de pareja, Rodríguez aceptó acudir a consulta psiquiátrica, aunque con resistencia. “Me dicen que vaya a un psiquiatra y yo pienso: ¿qué? ¿estoy loco o qué? Yo soy juicioso, responsable, buen papá”, recordó. Sin embargo, en esa primera consulta, el diagnóstico fue claro: “Tienes un cuadro de depresión importante”.
Aunque en principio se negó a seguir el tratamiento con medicamentos, finalmente accedió a tomar la medicación. “Empecé con una pastillita por la mañana. No volví al psiquiatra, pero al menos comencé a dormir mejor y a estar menos emputado”, reconoció.

Lo más revelador fue notar que, al hablar de su experiencia, otros hombres de su entorno comenzaron a acercarse y compartir historias similares. “Es un tema que no se toca. En mi casa nunca se habló de eso porque no se podía mostrar debilidad”.
Rodríguez también compartió cómo su proceso de sanación comenzó en la terapia de pareja, a la que inicialmente asistió con la intención de culpar a su esposa. “Yo iba para demostrar que Laura era el problema. Me sentía exitoso y creía que ella estaba conmigo solo por eso. Llegué a tener miedo de que si algún día no lo era, me iba a dejar”, relató. Con el paso de las sesiones, entendió que ese miedo nacía de su propia inseguridad y que debía dejar de proyectarlo hacia afuera.
El nacimiento de su hijo también fue clave en esta transformación. Para Rodríguez, la paternidad rompió el molde tradicional de éxito que había seguido toda su vida. “Ser papá me abrió la cabeza. Me di cuenta de que estaba gastando todo mi tiempo en trabajar y no se lo estaba dedicando a mi hijo”, se cuestionó.

En la actualidad, el empresario sigue en proceso de sanación. Aunque no se define como “recuperado”, ha logrado reconocer la importancia de la salud mental y se esfuerza por vivir desde una perspectiva más equilibrada. “Ya no me puedo hacer el marica”, dice con su estilo directo. “Sé que tengo algo y tengo que atenderlo (...) La ignorancia es una sabrosura”.
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