
Durante seis meses, la Policía Metropolitana de Bogotá y la Fiscalía General de la Nación llevaron a cabo una investigación para afectar el tráfico de drogas en la capital colombiana. Con el operativo, que contó con el trabajo de policías encubiertos, las autoridades lograron materializar 37 capturas en 30 diligencias de allanamiento y registro.
Según uno de los policías que estuvo involucrado en el operativo, la información recopilada logró demostrar que los delincuentes vendían su mercancía en entornos públicos, sin importar si había niños, niñas o adolescentes en el entorno, o incluso, adultos mayores. No obstante, a pesar de que se acercaban a los expendedores de estupefacientes para supuestamente comprar alucinógenos, no siempre recibían el visto bueno de los vendedores, que mostraban cierta desconfianza.
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“Nos camuflamos dos agentes encubiertos, uno de ellos tomó aspecto de calle, como habitante de calle. Estas personas, como no lo conocían al momento de venderle los estupefacientes, los requisaron, le hacían quitar la ropa”, detalló el integrante de la Policía Nacional en conversación con Noticias Caracol.

Las autoridades que vivieron durante meses como habitantes de calle lograron ganarse la confianza de los traficantes de drogas y grabarlos en el proceso de venta, lo que permitió su captura. Sin embargo, esto no siempre fue posible; uno de los uniformados infiltrados estuvo a punto de ser asesinado porque los expendedores no lo conocían. Entonces, fue necesario cambiarlo por otro agente encubierto. “[Tenía] los mismos rasgos físicos, infiltrado como habitante de calle”, contó.
Gracias al trabajo de los infiltrados, la Policía Nacional logró la desarticulación de dos organizaciones delincuenciales denominadas Cucer y Cataleya. Además, incautaron 14.000 dosis de marihuana, 10 celulares, utensilios para dosificar drogas, una pistola, 50 cartuchos de munición calibre 9 mm y $27 millones en efectivo. Los estupefacientes que estaban en su poder eran vendidos, incluso, al interior del estadio Nemesio Camacho El Campín.

“Este es un resultado contundente que estamos dando frente al crimen y especialmente con aquellos actores criminales que están generando la zozobra en la ciudad, invadiendo las calles, invadiendo los entornos escolares parques y también, incluso llegando al fútbol colombiano, invadiendo a los hinchas y ofreciéndoles drogas en los entornos”, aseguró el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, brigadier General José Daniel Gualdrón.
En un evento público, el alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, celebró los resultados de la investigación, explicando que la administración y las autoridades de la capital se han enfocado en desarticular organizaciones criminales dedicadas al tráfico de estupefacientes. “El tráfico de drogas es uno de los principales combustibles de la delincuencia en Bogotá”, aseveró.
“Me acostaba entre cartones”
Las operaciones encubiertas no son nuevas. En 2016, cuando fue desmantelado el Bronx, la olla más grande de Bogotá, hubo uniformados que tuvieron que adentrarse en la zona, entonces ubicada en el barrio Voto Nacional, poniendo en riesgo sus vidas y adaptándose durante meses a ser habitantes de calle. Uno de los policías contó cómo fue la experiencia de vivir en el Bronx y cumplir con su tarea de identificar a los principales cabecillas del tráfico de drogas.

Su trabajo constó en mostrarse como habitante de calle y dependiente de estupefacientes, para ganarse la confianza de los expendedores. “Al principio estaban a la defensiva. Me preguntaban si les iba a quitar el negocio, que esa era su zona. Pero yo andaba con una cajetilla de cigarrillos Gold, esos baratos, y cada que los veía los invitaba a fumar. Y me inventé mi historia: que yo era ladrón, que vivía en Las Cruces, pero me acababa de ir de mi casa y que estaba empezando con el bazuco. Uno de los recicladores incluso me daba consejos. Ellos fueron muy importantes para entrar al Bronx”, detalló, en conversación con El Espectador.
Entonces, mientras su familia pensaba que estaba de viaje, él se dedicó a vivir dos meses en las calles del Bronx, rodeado de otros habitantes de calle, ratas que eran tan grandes como conejos, y todo tipo de criminales. “Mantenía sucias las manos y hasta la ropa interior. Todo eso es importante. A uno lo pueden descubrir por tener la ropa interior limpia. Me acostaba entre cartones, dormía con una cobija deshilachada que mantenía en mi costal. Era lo único limpio que tenía”, relató en su momento.
Con su trabajo logró la identificación de dos delincuentes a quienes llamaban Flaco y Teo, que posteriormente fueron capturados por las autoridades.
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