Edwin Arrieta no era millonario: un carro y accesorios de plata serían la única herencia que dejó el cirujano colombiano asesinado en Tailandia

Pese al lujoso estilo de vida que llevaba, el médico no tenía un patrimonio extenso, pues el dinero que ganaba con las cirugías lo gastaba en sus viajes

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Edwin Arrieta Arteaga, cirujano colombiano asesinado en Tailandia no dejó propiedades a su nombre tras su muerte - crédito REDES SOCIALES
Edwin Arrieta Arteaga, cirujano colombiano asesinado en Tailandia no dejó propiedades a su nombre tras su muerte - crédito REDES SOCIALES

El cirujano plástico colombiano Edwin Arrieta era uno de los más prestigiosos en su ámbito de trabajo, tenía consultorios en Chile y Colombia, además operaba en Argentina y Brasil; sin embargo, sus sustanciosas ganancias no las invertía en la obtención de inmuebles, sino en sus viajes, pues prefería acumular experiencias antes que bienes, como lo dijo su hermana Darling Arrieta.

“Desde niño tenía dos sueños: ser médico y conocer el mundo”, por lo que tras su muerte a manos del chef español Daniel Sancho, su patrimonio fue prácticamente ninguno.

Extraoficialmente se conoció que el médico nacido en Lorica (Córdoba) solo tenía a su nombre un carro de la marca Mercedes Benz y unos cuantos accesorios de plata, contrario a lo que se creía, ya que por su ostentoso estilo de vida pudo adquirir propiedades.

Sus allegados solo le conocieron un inmueble: una cabaña de descanso ubicada en las playas de Coveñas (Sucre), propiedad que vendió por cerca de 400 millones de pesos para regalarle un apartamento a su hermana en su natal Lorica.

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Arrieta no tenía más viviendas o predios a su nombre, pues vivía en arriendo en el exclusivo barrio de La Castellana, en el norte de Montería (Córdoba), donde también funcionaba su consultorio. Además algunas de sus operaciones las realizaba en las tres clínicas donde trabajaba como cirujano plástico reconstructivo.

Entre sus funciones, Arrieta Arteaga realizaba procedimientos estéticos a pacientes que sufrían quemaduras, graves heridas causadas por accidentes de tránsito o riñas con armas blancas y además practicaba procedimientos estéticos como lipoesculturas, mesoterapia facial, tratamientos para la celulitis mamoplastia de aumento, entre otros.

“Se mataba trabajando para darse sus gustos. Era un hombre feliz, pleno, estaba complacido con la vida (...) A los niños quemados no les cobraba. Regaló muchas cirugías. Decía: ‘Yo sé lo que es ser pobre y que a uno lo ayuden’. Era muy bondadoso y donde entraba, lo amaban’”, declaró en entrevista con El Mundo Samira Dumett, amiga de Edwin Arrieta Arteaga.

Edwin Arrieta era un reconocido cirujano en Colombia, Argentina, Chile y Brasil - crédito Redes sociales Edwin Arrieta
Edwin Arrieta era un reconocido cirujano en Colombia, Argentina, Chile y Brasil - crédito Redes sociales Edwin Arrieta

Edwin Arrieta es recordado por su sencillez, generosidad y también por ser ejemplo de superación, ya que creció en una familia de clase media baja en la que su madre, Marcela Arteaga, era docente escolar y su padre Leobaldo Arrieta, se dedicaba a arreglar electrodomésticos en el barrio Cascajal, ubicado en el sur de Lorica a orillas del río Sinú, cerca al mercado de Lorica

Leobaldo Arrieta y Marcela Arteaga aún viven en la casa en la que criaron a sus hijos Darling y Edwin, quien se destacó por su excelente rendimiento académico en la Normal Superior Santa Teresita, centro educativo con vocación religiosa en el que se ganó varias matrículas honoríficas por la calidad de estudiante que era.

Arrieta no escatimaba en gastos cuando se trataba de sus seres queridos, sus vecinos dicen que siempre que iba a visitar a sus padres hacía una parada en el mercado y le llevaba a sus progenitores grandes bolsas con comida. La amplitud económica del cirujano resuena hasta en España, donde se dice que le entregó una tarjeta débito a su asesino, Daniel Sancho, quien supuestamente recibía mensualmente cerca de 20.000 euros, casi 100 millones de pesos colombianos.

Al parecer Edwin Arrieta estaba ahorrando dinero para tres cosas: irse a vivir a Madrid (España), donde residía su homicida, y montar allí un consultorio estético para expandir su negocio. El cirujano plástico también planeaba comprarle una finca a sus padres para que se terminaran de jubilar dedicados a las labores del campo, tradicionales en el departamento de Córdoba.