Deportista secuestrada por las Farc contó su vida en cautiverio: “Nos bañábamos en el páramo, con agua helada, en ropa interior, a baldazos”

El grupo armado retuvo a Carolina Rodríguez Amaya en 2001 en Tolima. Estuvo privada de la libertad durante seis meses, junto con su esposo y un retirado del Ejército Nacional

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La parapentista contó cómo fue su vida en cautiverio, luego de ser secuestrada con las extintas Farc. Cortesía: Captura de pantalla "Meterse al Rancho" Spotify.
La parapentista contó cómo fue su vida en cautiverio, luego de ser secuestrada con las extintas Farc. Cortesía: Captura de pantalla "Meterse al Rancho" Spotify.

La escritora, deportistas y conferencista Carolina Rodríguez narró al actor Santiago Alarcón, en su programa “Meterse al Rancho”, cómo fue su vida durante los seis meses que estuvo en cautiverio, junto con su esposo John Alejandro Rayckovich, y el mayor retirado del Ejército Francisco Javier Hoyos Arango. Los tres fueron secuestrados por la extinta guerrilla Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) el 20 de mayo de 2001, en Melgar (Tolima).

El secuestro y la vida en cautiverio

Los sobrevivientes fueron a Melgar para organizar una competencia de parapente. En la búsqueda de puntos desde los que se pudiera volar, encontraron algunas personas que, por su aspecto físico, evidenciaban que podían estar en peligro. Sin embargo, ninguno se percató de que se encontraban en una zona de riesgo.

“Estábamos como perdidos, pasamos por esa tiendita (sic) y vimos unos indígenas con unos morrales cuadrados, que a mí me llamaron la atención. Después me di cuenta de que esos eran los morrales que usaban los guerrilleros”, narró Rodríguez en el programa.

En busca de una antena para volar desde allá, llegaron a un cruce donde se toparon con una camioneta roja con platón que pertenecía a la guerrilla. “Nos pararon, nos dijeron que estábamos en una zona prohibida y que teníamos que explicar por qué estábamos ahí”, señaló la escritora en su conversación con Alarcón.

Los secuestradores les informaron que debían ir a buscar al comandante para que también le rindieran cuentas a él sobre sus motivos para estar en el lugar. De camino, custodiados por los integrantes del grupo armado, intentaron esconder documentos y dinero.

“Se logró esconder el carné de exmilitar de mi amigo, porque si hubieran sabido que era exmilitar, lo hubieran matado de una vez”, explicó la sobreviviente.

Cuando llegaron al sitio de encuentro, tuvieron que esperar al comandante González por casi seis horas. “De pronto, por fin apareció el famoso comandante, que nos miró y nos dijo: se quedan. Y esa fue toda la conversación con el comandante”, narró.

El cautiverio

Durante el tiempo que duraron privados de su libertad se quedaron en casas abandonadas de personas que se habían tenido que desplazar por la violencia. Luego, fueron llevados al campamento, para lo cual tuvieron que atravesar el páramo de Sumapaz.

Allí encontraron algunos secuestrados que se presentaban con su nombre y el tiempo que llevaban en el lugar. “Hola, mucho gusto, Carlos, tres meses. Hola, mucho gusto, Ángel, seis meses”, explicó la sobreviviente a Alarcón.

Solían comer arroz, lentejas, frijoles, a veces cuajadas. Además, para hacer sus necesidades tenían que ir hasta un espacio a campo abierto donde se hacían huecos en la tierra, los cuales hacían las veces de un inodoro. Para ello, siempre debían ir acompañados: “los guerrilleros nos acompañaban. Había unos que se volteaban y no miraban, pero había otros que, no sé si de malos o de malas personas, o de morbosos, se quedaban ahí al lado mirando”, contó Carolina Rodríguez en el programa.

Para bañarse también tocaba al aire libre. “Nos bañábamos en el páramo, con agua helado, en ropa interior, a baldazos”, señaló la sobreviviente. Sin embargo, recalcó que el agua era pura y limpia.

Parte del cautiverio lo vivieron en hacinamiento, pues solo había una habitación destinada para los secuestrados, o “retenidos”, como los llamaban. Al inicio, en ese cuarto permanecían 16 personas, que dormían en tablas que funcionaban como camas, cuyo colchón estaba hecho de hojas de helecho y un plástico que las cubría.

Los guerrilleros les dieron dos mudas de ropa para mantenerse, cobijas y elementos de aseo básicos. Rodríguez pidió un cuaderno para hacer notas de lo que pasaba durante su secuestro. De ahí nació su libro ‘Diario de Mi Cautiverio’, publicado en 2015.

Carolina Rodríguez contó que algunos de los que integraban la guerrilla no sabían leer o escribir. Con respecto a las mujeres milicianas, explicó que eran vulneradas en sus derechos sexuales y reproductivos. “Nos dimos cuenta de que las obligaban a ponerse una inyección anticonceptiva” Así pasó con una excombatiente que, pese a sus gritos, fue inyectada a la fuerza.

Escape y regreso a la libertad

Luego de seis meses en cautiverio, los tres secuestrados tomaron la decisión de escapar, aprovechando el descuido de una guardia. A las 4:00 p. m. escaparon juntos, tratando de dejar pistas falsas en el camino, caminando por el día y haciendo ‘cambuches’ por la noche.

“Se fueron a buscarnos al pueblito a donde llegamos nosotros, si no que no coincidimos en el tiempo. Y en ese pueblito, los que se fueron a buscarnos, después los mataron”, contó la sobreviviente. Fueron siete días huyendo, aguantando cambios climáticos y hambre, pues comían lo que tenían en las reservas, pero trataban de racionar los alimentos. “Una arepa que ya estaba mohoseada (sic), entre los tres; ese era el desayuno y el almuerzo, una lata de atún entre los tres”, explicó Rodríguez.

Luego de tantos días escapando, pudieron llegar a una estación de policía donde se quedaron a dormir y, después, se reencontraron con sus familiares.