Cuando los talibanes gobernaban Afganistán, el fútbol era sustituido con frecuencia por ejecuciones públicas

Preocupación y angustia, especialmente entre las deportistas, por el regreso de uno de los regímenes más opresivos y brutales de las últimas décadas. La pasión de los talibanes por el cricket.

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Un grupo de mujeres realiza una protesta callejera pidiendo a los talibanes que protejan sus derechos, en Kabul, Afganistán, el 17 de agosto de 2021, en esta imagen fija tomada de un vídeo del 17 de agosto de 2021. Shamshad News/via REUTERS
Un grupo de mujeres realiza una protesta callejera pidiendo a los talibanes que protejan sus derechos, en Kabul, Afganistán, el 17 de agosto de 2021, en esta imagen fija tomada de un vídeo del 17 de agosto de 2021. Shamshad News/via REUTERS

En el Afganistán de los talibanes, el campo de juego de un estadio de fútbol era con frecuencia un lugar tenebroso.

Mohammad Isaq puede dar fe de ello. Los años 90 se escurrían e Isaq, que había abandonado el país durante la Guerra Civil, volvía a ser el capitán de la selección afgana de fútbol. Era 1996 y los talibanes ya tenían el control del país, algo que quedó patente en el primer entrenamiento de Isaq con el equipo, un momento que nunca olvidará y que le martirizó durante mucho tiempo.

“Hicimos algunos calentamientos y fuimos a hacer prácticas con la pelota. Cuando levanté un barril que estaba en medio del campo, me encontré con seis manos amputadas”, dijo Isaq en 2012 al periodista Frud Bezhan, en un artículo para Radio Free Europe.

“Cuando las vi me afectó mucho. Dejé la sesión de entrenamiento y el estadio y me fui a casa. Me sentí mal durante una o dos semanas”.

Zarmina, madre de siete hijos que recibió un disparo en la cabeza en el momento de la tanda de penales, no puede dar fe de ello.

El reportero Anton Antonowicz, de The Daily Mirror de Londres, viajó a Afganistán para investigar la historia. El programa “Good Morning America” de la cadena ABC le entrevistó en 2006 para saber lo que vio allí.

“Las imágenes de una mujer sin rostro y sin nombre asesinada a tiros en el Estadio Olímpico de Kabul fueron sacadas en secreto de Afganistán por miembros de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA), un grupo de mujeres. En poco tiempo, las imágenes de la ejecución del 17 de noviembre de 1999 se convirtieron en un icono del sufrimiento femenino bajo el régimen talibán”, recuerda ABC News.

“Zarmina había sido llevada a la cárcel junto con sus gemelos de un año, un niño y una niña, y durante un tiempo pensó que sus hijos la salvarían”.

“Esta mujer de 35 años, madre de siete hijos, estaba acusada de asesinar a su marido, y su única esperanza era que la salvaran gracias a sus hijos, una esperanza alimentada por los talibanes que declaraban que hasta que sus gemelos fueran destetados, Zarmina viviría”.

Personas portan banderas afganas mientras participan en una protesta antitalibán en Jalalabad, Afganistán, el 18 de agosto de 2021, en esta captura de pantalla tomada de un vídeo. Pajhwok Afghan News/Handout via REUTERS
Personas portan banderas afganas mientras participan en una protesta antitalibán en Jalalabad, Afganistán, el 18 de agosto de 2021, en esta captura de pantalla tomada de un vídeo. Pajhwok Afghan News/Handout via REUTERS

“Ella repetía una y otra vez la misma afirmación: ‘no me van a matar, no me van a matar’”, dijo Antonowicz a Good Morning America. “¿Quién cuidará de mis cinco hijos? Soy una madre. No matarían a una madre”.

“Aunque se había anunciado en la radio días antes, Zarmina no sabía nada de su inminente muerte. Estaba convencida de que su castigo serían 100 latigazos. De hecho, la mañana de su ejecución pidió prestados dos vestidos extra a otras presas y se los puso debajo de su burka, con la esperanza de suavizar los golpes”, describió ABC News.

Antonowicz declaró a Good Morning America que un testigo presencial en Afganistán le contó lo que ocurrió aquella mañana. Ante 30.000 espectadores, Zarmina fue obligada a arrodillarse ante uno de los arcos.

“La sostuvieron, la hicieron arrodillarse en el punto del penal y detrás de ella estaba el hombre con el rifle. Ella todavía no sabía nada”, dijo. “Y entonces el hombre disparó, su mano temblaba tanto que la bala sólo rozó un lado de su cabeza, atravesando el burka, pero sin herirla”.

Esa fracción de segundo fue suficiente para que Zarmina se diera cuenta de que estaba a punto de ser asesinada. El siguiente disparo no falló.

La velocista afgana Kimia Yousofi, de 25 años, se sienta durante un entrenamiento de cara a los Juegos Olímpicos de Verano de Tokio 2020, en un estadio de Kabul, Afganistán, el 1 de julio de 2021. Foto tomada el 1 de julio de 2021. REUTERS/Mohammad Ismail
La velocista afgana Kimia Yousofi, de 25 años, se sienta durante un entrenamiento de cara a los Juegos Olímpicos de Verano de Tokio 2020, en un estadio de Kabul, Afganistán, el 1 de julio de 2021. Foto tomada el 1 de julio de 2021. REUTERS/Mohammad Ismail

Hoy, con los talibanes de nuevo en el poder en el país centroasiático, las preguntas se acumulan. Sus portavoces dicen que no son los mismos, que han vuelto mejor, que van a permitir que las mujeres participen en el gobierno y que las niñas y jóvenes podrán continuar sus estudios.

En Occidente estas promesas se reciben con lógico escepticismo. También en Kabul, donde miles de afganos se agolpan en el aeropuerto para intentar abandonar el país. La afirmación de que las mujeres podrán trabajar “en el marco de la sharia” sugiere que la situación será muy diferente a la actual en términos de libertades.

La Federación Internacional de Fútbol (FIFA) y el Comité Olímpico Internacional (COI) confirmaron a Around the Rings que sus dirigentes en Afganistán están bien.

Pero Samira Asghari, que a sus 27 años es la miembro más joven del Comité Olímpico Internacional (COI), y una clara prueba de lo mucho que han progresado las mujeres en los últimos años en Afganistán, lanzó el miércoles un desesperado pedido de ayuda en twitter.

“Por favor, las atletas nacionales de Afganistán, los entrenadores y su entorno necesitan su ayuda, debemos sacarlos de las manos de los talibanes, fuera de #Afganistán, en particular Kabul. Por favor, hagan algo antes de que sea demasiado tarde”, escribió Asghari arrobando a la Embajada de los Estados Unidos en Kabul, que hoy está cerrada y funciona en el aeropuerto, y al Comité Olímpico y Paralímpico de los Estados Unidos (USOPC).

Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, ex capitana del equipo de baloncesto de su país y miembro de la comisión de coordinación de los Juegos de Los Ángeles 2028, entre otros, Asghari también jugaba al fútbol y practicaba el skate y el kung fu. Algo muy distinto al prototipo de mujer afgana durante el régimen talibán de 1996 a 2001.

El alegato de Asghari coincide con el de Khalida Popal, antigua integrante de la selección femenina de fútbol de Afganistán, que afirma que las futbolistas están en peligro.

“He estado animando a salirse de las redes sociales, a quitar las fotos, a escapar y esconderse”, dijo Popal a The Associated Press en una entrevista telefónica desde Dinamarca. “Eso me rompe el corazón porque durante todos estos años hemos trabajado para aumentar la visibilidad de las mujeres y ahora les digo a mis mujeres en Afganistán que se callen y desaparezcan. Sus vidas están en peligro”.

En medio del caos que es hoy Afganistán, es difícil, y desde luego no prioritario, predecir lo que ocurrirá con el deporte en los próximos meses, pero la experiencia pasada apunta a un dato: el criquet cuenta con la aprobación y el entusiasmo del viejo-nuevo poder en Kabul. Los talibanes adoran este deporte, introducido en el vecino Pakistán con mucho éxito por los británicos.

Hamid Shinwari, director ejecutivo de la Junta de Criquet de Afganistán (ACB), aseguró al “Indian Express” que la situación general del país es “estupenda” y que no habrá problemas para celebrar esos partidos en el estadio Mahinda Rajapaksa de Hambantota, en Sri Lanka.

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