
Los amigos suelen ser los que soportan, una tras otra, nuestras historias de amor y desamor, de encuentro y desencuentro, las emociones y los llantos de madrugada. Hoy es Bárbara T. una de esas amigas de fierro, la que contará los infortunios de Patricia N. a la hora de recorrer la búsqueda de una pareja sólida a lo largo de su vida.
Una amistad desde la adolescencia
Patricia y Bárbara fueron al mismo colegio desde el jardín de infantes, pero se hicieron íntimas amigas recién en sexto grado y jamás se volvieron a separar. Sus familias vivían cerca, se conocían de toda la vida y a las dos les gustaban cosas parecidas. Decían que eran “hermanas por elección” y no había secretos que no se contaran.
El primer noviazgo inocente de ambas fue a los 14 años con dos hermanos de un colegio de la zona de Ramos Mejía. Patricia con el mayor, Bárbara con el menor. “Era gracioso porque el hecho de que fueran hermanos era como si viniera a confirmar nuestra propia hermandad. No fue un noviazgo, fue un chape de aprendizaje, nada más”, relata. “Es mi mejor amiga y pensá que nos conocimos en salita de 3. ¡El primer beso lo tuvimos al mismo tiempo con esos dos chicos durante una reunión en una casa de amigos! Hoy tenemos 45, pasaron más de cuatro décadas desde entonces, pero nuestras vidas de hoy son muy distintas. Ella sigue insistiendo desde siempre en formar pareja con tipos de hombre que no son para ella, algo que la conduce repetidamente hacia el fracaso estrepitoso. Yo estoy casada desde hace veinte años y tengo tres hijos en etapa escolar. Patricia vive anclada en la misma problemática de la adolescencia. Escucho sus historias, con distintos ingredientes en cada caso, pero me remiten una y otra vez al conflicto de toda la vida: ella sentada en la galería de mi casa y diciendo que los hombres son discapacitados emocionales y que no la entienden. A estas alturas lo que me cuesta entender a mí es que ella no vea que elige mal. Siempre escoge a la persona equivocada”, explica Bárbara.
Después del colegio cada una siguió la carrera que había elegido: Bárbara estudió arquitectura en la UBA y Patricia abogacía en una universidad privada y, luego, se convirtió en escribana para comenzar a trabajar en la escribanía familiar. En lo afectivo demostraron ser opuestas. Bárbara se casó con su segundo novio a los 25; Patricia continuó saltando de uno en otro con el corazón deshilachado. Los años volaron.
Veamos la ristra de amores que tiene Patricia colgada de su CV según la mirada de su amiga.
Primer amor y los que siguen
La primera vez que Patricia se enamoró fue a los 17 años en un boliche de la costa. Esa noche no estaba con Bárbara, pero unas semanas después lo conoció en una fiesta de cumpleaños de un primo de ella.

“Resultó que Fernando era hablador. Todo sabía, todo opinaba. Se hacía el gracioso y quería llamar la atención. Insoportable. Pero Patricia estaba encantada con él, le parecía divertidísimo. Se pusieron de novios enseguida y empezaron a ir a todos lados juntos. Al poco tiempo, las dos empezamos la facultad y nos empezamos a ver un poco menos. Fernando, supuestamente estaba anotado para ingresar a estudiar medicina. Era sorprendente la elección de una carrera tan exigente porque sabíamos que no había sido un buen alumno. Pero bueno, está llenó de casos de que cuando empiezan a estudiar lo que les gusta, los vagos cambian y se vuelven aplicados. Lo cierto es que pasó un año y medio y yo veía que su ingreso no se concretaba. Él ponía excusas y ella lo bancaba. Un día, un amigo en común me dijo que creía que el novio de Patricia todavía debía dos materias del colegio. Me cayó la ficha de inmediato. Le conté a Patricia, pero se hizo la que ya sabía que le faltaba una materia y cuando presioné con el tema empezó a justificarlo. Que estaba trabajando con el tío, que ya terminaría y empezaría la carrera, que los problemas financieros familiares lo tenían atrapado. No sé, la cosa es que pasó el tiempo y el estudio nunca arrancó. Mientras, nosotras dos avanzamos en nuestras carreras. Fernando trabajaba, pero yo percibía que era vago, que no era un tipo con empuje. Quería las vacaciones con los suegros, la guita fácil. Era un malcriado. Le dijo que había dado la materia, pero ponía excusa tras excusa para nunca arrancar a estudiar. Le llevó cuatro años a Patricia darse cuenta de que era un mentiroso consumado. Ella ya estaba terminando su carrera cuando un día le llegó el chimento de que él no se había presentado en ninguna de las dos materias que debía. La había tenido a puro cuento durante años. El final fue dramático porque para cortar la relación tuvo que ir a terapia dos veces por semana durante el último año de su carrera”.
Al final Patricia logró cortar y sus amigas apoyaron la decisión. Su familia resultó que también estaba feliz. Todos respiraron, se había sacado de encima ese personaje.
“¡Ahí supimos que todos pensábamos que, si se casaban, Fernando la iba a explotar! Ella iba a laburar como loca mientras él dormía la siesta en su casa”, relata con humor Bárbara.
Ya recibida fue que Patricia conoció a un extranjero. João era de San Pablo, Brasil, y pertenecía a una familia industrial con mucho dinero y trabajaba para la empresa familiar.
“Tengo que reconocer que este brasileño sí que era divertido e inteligente. ¡Volaba! Un personaje total e interesantísimo. Además, tenía mucha pinta”, reconoce Bárbara, “Con él vino a mi casamiento y se los veía muy felices”.

El noviazgo empezó rápido y fue siempre formal. Viajes para allá y para acá. Después de dos años de aviones, vacaciones juntos y demás, pusieron fecha para el año siguiente.
“Yo no detecté nada especial en él, pero claro casi que no lo conocía porque no lo veía en su entorno. Siempre lo veía en Argentina y con mi amiga. Solo podría decir que resultaba tan perfecto y carismático que parecía que se había sacado la lotería. Supongo que quizá ella me ocultó algunos detalles o por ahí simplemente no vio nada durante su noviazgo. Esto no lo sé”.
El tema fue que una vez elegida la fecha, la fiesta sería en San Pablo al año siguiente, él se ocupó de todo. Era el que tenía el dinero para hacerlo y jugaba de local: el lugar, la reserva, el dj, el catering, la decoración. Patricia conoció en un viaje el sitio elegido en las afueras de la ciudad donde festejarían y aprobó feliz. Todo era un sueño. Incluso mandó los documentos que él le pidió para poder concretar la ceremonia.

“Pero cuando estaban a seis meses de la fiesta, con el traje de novia en etapa de arreglos y las listas de invitados confeccionadas, de pronto las cosas cambiaron. No sé bien cómo se desarrollaron los acontecimientos ni si Patricia me ocultó información. Lo cierto es que de la noche a la mañana el casamiento se derrumbó. João desapareció. Dejó de atenderle el teléfono después de una pelea tonta, me reconoció. Como si esa pelea fuera razón suficiente para un cataclismo de esas dimensiones, se borró. Su familia se abroqueló tras él, tampoco dio la cara”.
Patricia quedó boyando sin saber qué hacer ni qué decir. Volvió a la misma terapeuta porque estaba deshecha. “Sus amigas no sabíamos qué hacer. La vergüenza de la marcha atrás, la ruptura del sueño y otra vez sola con sus deseos insatisfechos. Yo creo hoy que él ni siquiera había señado la fiesta que decían iban a hacer. Para mí que João fue otro mentiroso patológico en su vida. Un tiempo después nos enteramos que estaba de novio con otra mina. Por ahí esa fue la causa. ¡Patricia tiene como un imán con los chantas! No los ve venir o, lo que es peor, se enamora del que mejor le miente”, dice con un dejo de fastidio Bárbara.
Quedó hecha un trapo. Las amigas hicieron de todo para sacarla adelante y cuando unos meses después llegó su cumpleaños 26 organizaron una comida en un restó de moda que acababa de inaugurar. El lugar explotaba de gente. En la mesa de al lado de la de ellas, había un grupo de hombres. Era obvio que eran parte de un after office porque muchos estaban con camisa. Al salir, cuenta Bárbara, uno con mucha pinta se le acercó de una a Patricia y le dijo mirándola a los ojos: “Te vi y me enamoré. Sos el amor de mi vida…”. Le sacó el teléfono.
“¿Podés creer que al mes estaba de novia con ese pibe chamuyero al que ninguna mina con dos dedos de frente le hubiese dado bola después de esa frase estúpida? Era un abogado turbio, mujeriego, que la tuvo con idas y vueltas, cortando y volviendo. La pifió desde el primer día. El tipo a mí me odió siempre porque intenté que ella lo viera cómo era realmente desde el principio. Después, no me quedó otra que entregarme cuando se fueron a vivir juntos al depto de ella, claro. La cagó, perdón por la palabra, desde el día uno. Pero ella le perdonaba todo como a todos sus novios. Creo que tiene una gran inseguridad emocional, no sé por qué. Estuvieron unos cuatro años. Enseguida comenzaron los despelotes. Ella le prestó sus ahorros y nunca más los vió. Un día una mina le tocó el timbre y le dijo que ella era la otra novia. ¡Se armó una monumental! Al final, otra vez se quedó sola y sin nada. Para ese entonces creo que ya tenía 31. Lloraba todos los fines de semana. Me daba muchísima lástima, pero ella no escuchaba los consejos de nadie. Mi marido le presentó amigos, pero me decía que tampoco quería engancharlos con una mina problemática”, reconoce Bárbara, “Patricia es monísima, tiene un figurón, es super inteligente. Es escribana y gana muy bien. Sería un muy buen partido como mujer, pero el tema es su cabeza que la traiciona. Le da muchas vueltas a las cosas y no mira lo que es importante observar cuando querés formar una familia o una pareja”.

Después de esto vinieron muchos años de romances pasajeros intensos, pero sin tantos bemoles.
“Alrededor de los 36, por ahí, volvió a engancharse. Esta vez con un tipo de la noche que pasaba los 40. Con solo verlo te dabas cuenta de que consumía algo, que no era para una relación conveniente ni para asentarse ni tener hijos. Ella no quiso escucharme. No hubo manera de entrarle. No sé si esta vez estaba enamorada o solo desesperada. Empezó a salir a bailar a una edad absurda. Estaba agotada porque ella laburaba y el tipo era otro vago en su vida que nadie sabía de qué vivía. ¿Tarjetero a esa edad? Mmmmm. Un soltero con tanta noche me daba mala espina. Llegaron a convivir unos meses nada más porque todo terminó mal, como era de prever. Un día lo pescó drogado mal y se asustó muchísimo. Me vino a ver y hasta me reconoció que tenía miedo de que el tipo fuera dealer porque no entendía bien de dónde salía su dinero. Hacía poco que había cambiado el auto. Tenía miedo. Se escudó también diciendo que en el fondo era un buen tipo, muy sensible y cariñoso y que tenían buena química… Por suerte ese susto resultó convincente y lo largó”.
Esta fue su última pareja estable.

Al año siguiente con 37 años invirtió plata y congeló óvulos. Veía que los 40 se acercaban a toda velocidad y que se le pasaba el cuarto de hora para tener hijos.
De esa manera Patricia tendría más tiempo para ver si encontraba a “esa” persona con quien compartir el resto de su vida.
El círculo sin fin
Bárbara dice hoy que está cansada de poner la oreja porque sus consejos van a la basura. Cada vez que en el horizonte aparece un hombre poco indicado a Patricia le tiemblan los cimientos y se lanza a una aventura inverosímil.
“Ya no me animo a decirle nada más. La dejo que dispare hacia donde quiera, sin opinar demasiado. Porque cuando lo hago me dice que soy una exagerada, que estoy achanchada, que yo me conformo con la vida de Susanita. Que siempre hay tiempo y que no va a bajar los brazos en su búsqueda del hombre perfecto para ella. Que está escondido en algún sitio, me dijo riendo el otro día. Busca un hombre que la entienda, que sea comprensivo, divertido, compañero, etc,, etc. Prefiero cambiar de tema cada vez que lo saca, porque también me siento un poco cuestionada por su mirada sobre mi propia elección de pareja. A veces, de alguna manera, siento que con lo que dice está opinando sobre mi vida porque ella da a entender que no quiere una vida parecida a la mía. Yo no creo que la mía sea mejor, solo sostengo que es lo que yo quiero y cuando la veo desesperarse creo que ella querría alguien a su lado para el día a día, para salir y charlar y acompañarse. Pero se enamora de los que no pueden darle eso. Ella solo escucha su corazón y los desatinos que le propone, nunca usa la cabeza. A pesar de que la quiero tanto, no la termino de entender. Te voy a reconocer que a mí no me gusta su vida para nada. Por ahí suena duro pero me parece vacía. A veces parece una adolescente por los planteos que hace. Para no discutir, la escucho y punto. Cuando veo algo muy importante se lo digo con cuidado, aunque sé que no me va a hacer caso. Porque en realidad no quiere que nadie interfiera en sus decisiones, y así me lo dijo varias veces. Así que me reservo en general mis opiniones y la dejo fluir. Siempre creí que en la amistad uno puede decirse todo, pero con ella no resulta así. Si dijera todo, la relación de amigas explotaría. Supongo que a su manera será feliz en su búsqueda eterna. No debo cuestionarla, no está bueno. Pero la verdad es que creo que lleva tanto tiempo mirándose el ombligo que no puede ver más allá. Ya no tendrá hijos creo, a menos que descongele sus óvulos y los fecunde con esperma de donante y se asuma como madre soltera. Es un tema medio tabú porque ella no lo mencionó más. A mí me hubiera gustado que tuviera hijos que jueguen con los míos. ¡Desearía que tenga una casa con ruidos y desorden, viendo crecer a sus hijos! Pero por ahí ese es mi sueño, no el de ella. Porque aunque decía que quería hijos y una familia nunca puso los ladrillos para construir ese futuro. Vivió pedaleando en el aire y, bueno, un día se levantó y se había hecho tarde para todo eso. Ojalá, al menos, conozca a alguien y forme una pareja para envejecer juntos”, arriesga Bárbara.

Nada es blanco o negro. Hay grises.
Quizá lo que busca Patricia es vivir la misma historia una y otra vez; no superarla ni evolucionar hacia otro tipo de relación y por eso le guste repetir el círculo del amor primero, el que implica un revoltijo de aleteos en la panza combinado con adrenalina.
Quizá Bárbara no pueda ver que lo que su amiga desea es perpetuar la etapa del enamoramiento para no llegar nunca a todo lo que viene detrás.
Quizá, y solo quizá porque ella no habla aquí en esta nota, Patricia boicotee sin saberlo un mundo esforzado que avizora aburrido y rutinario.
Después de todo, la evolución del verbo amar no tiene por qué significar lo mismo para todos.
*Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com
* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
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