El coquito solía ser un secreto puertorriqueño. Ahora todo el mundo lo conoce

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La receta de Milly Rodríguez procede de su abuela, quien, según dijo, la patentó en Puerto Rico en la década de 1940. Minerva Minaya es conocida por una mezcla a la que ha dado el nombre de Nostalgia.

Estaban sentadas una al lado de la otra en un complejo de apartamentos de Spanish Harlem, dos de las siete finalistas del Coquito Masters, que lleva casi 25 años coronando a las mejores botellas de la bebida festiva puertorriqueña en Nueva York.

Ambas mujeres han participado muchas veces en el concurso, pero ninguna ha ganado el primer puesto. "Siempre soy la dama de honor", dijo Minaya, de 66 años, "nunca la novia".

Los ingredientes del coquito son bastante sencillos --leche enlatada, crema de coco, ron y generosas cantidades de canela y otras especias--, así que la variación en las medidas es lo que diferencia a cada botella.

Durante generaciones, las familias elaboraban recetas y las mantenían en el más absoluto secreto, algunas tan protectoras que no las escribían por miedo a las filtraciones. Pero en los últimos años, gracias a las redes sociales y a concursos como Coquito Masters, la bebida no está tan oculta.

En 787 Coffee, una cadena puertorriqueña con locales por toda la ciudad, los neoyorquinos pueden pedir un coquito latte con granos de café espresso infusionados en ron. Este otoño, la tetería Matchaful lanzó un coquito matcha en colaboración con el grupo indie The Marías. Jimmy Fallon incluso ha lanzado una oda musical a la bebida llamada, simplemente, "Coquito".

Se trata de "la Bad Bunny-ficación de la cultura puertorriqueña", dijo Aníbal Arocho, bibliotecario jefe del Centro de Estudios Puertorriqueños del Hunter College. Se refería a un aumento del interés por Puerto Rico y sus tradiciones impulsado por la popularidad del reguetonero Bad Bunny, quien actuará en el Super Bowl en febrero.

"Ha logrado que la gente quiera saber más sobre Puerto Rico y participar en nuestras tradiciones", dijo Arocho. "Pero desconfío un poco cuando veo demasiada cooptación corporativa de la cultura puertorriqueña".

Debbie Quiñones empezó Coquito Masters como una especie de cena-concurso en su apartamento, en 2001, pero enseguida se dio cuenta de que tenía potencial para ser más grande. "Mi objetivo era llevar el coquito a la luna", dijo.

Los neoyorquinos puertorriqueños empezaron a vender la bebida ya en 1935, si no antes, según Arocho. Desde entonces, el coquito ha servido como una de las economías informales de la comunidad neoyorquina, una forma de que la diáspora permanezca conectada con sus raíces a la vez que genera oportunidades económicas dentro de la comunidad. Las botellas suelen costar entre 30 y 50 dólares.

Durante años, el rostro de la venta de coquitos en la ciudad fue el de algún anciano de la comunidad que preparaba la bebida para compartirla solo con amigos íntimos, familiares y vecinos, y normalmente con cierta confidencialidad.

"Todos crecimos conociendo a una", dijo Irma Cádiz, de 49 años, que hace coquito en Harlem con su apodo registrado, Coquito Lady. "Siempre estaba esa mujer en el edificio, tu abuela, tu tía, que te enseñaba".

En los días previos a Navidad y Nochevieja, hay un frenesí por embotellar y vender tanto coquito como sea posible.

Abundan las publicaciones que anuncian la bebida en Instagram, Facebook y TikTok, mostrando precios, sabores y normas para recoger las botellas. Hay carteles pegados en las paredes de salones de belleza y peluquerías, y hay un sinfín de sabores para elegir: pistacho, amaretto, tarta de queso (la especialidad de Rodríguez), pastel de camote (receta original de Cádiz).

"Esto siempre estuvo en mi mente: en algún momento se descubrirá y se generalizará", dijo Quiñones, quien creó Coquito Masters. "Así que eso me obligó a ser más auténtica y a comprometerme a promocionar lo que hacemos".

Para muchos de los vendedores de coquitos de la ciudad, la bebida no es más que un negocio secundario para ganar algo de dinero extra durante las fiestas. Pero obtener una ganancia a los precios a los que los clientes se han acostumbrado es cada vez más difícil porque los precios de los comestibles han aumentado.

"No solo hay mucha competencia, sino que es mucho más caro", dijo Jamil Jiménez, de 33 años, quien prepara coquito en su casa de South Jamaica, Queens. Dijo que acude a un almacén para conseguir botellas a precios de mayorista y compra los ingredientes en cinco tiendas de comestibles distintas.

"Ahora cuesta mucho más encontrar una oferta", dijo.

Los problemas de Rodríguez, que vive en el este de Nueva York, se reducen a cuánto paga por la crema de coco, el corazón del sabor del coquito tradicional. Solo compra la marca Coco López, pero ha notado que el precio ha subido últimamente, de un dólar la lata a casi 4 dólares.

"Te lo digo de corazón", dijo, "Coco López me está matando".

Y, sin embargo, allí estaba ella el sábado, finalista del Coquito Masters.

Elogió a su contrincante, diciendo que el Nostalgia de Minaya era tan sedoso como el tembleque, un flan de coco popular en Puerto Rico.

Mientras esperaban a saber quién había ganado, los asistentes se arremolinaban alrededor, evaluando vasos de chupito de coquito para comprobar su sabor, consistencia y autenticidad antes de emitir sus votos. Una banda local, Yotoco, tocó villancicos mientras la gente daba vueltas en la pista de baile, moviendo las caderas y aplaudiendo al ritmo de las congas.

Quiñones, que de vez en cuando se permitía bailar cuando sonaba una canción que le gustaba, tomó el micrófono para anunciar al ganador. Era, por fin, Minaya.

Ella sonrió, aparentemente inconsciente de que se había leído su nombre. Poco a poco se dio cuenta.

"¡Dios mío!", dijo. "¡Es mi momento!"

Minaya rodeó su trofeo con un brazo y dio vueltas por la sala. Rodríguez corrió a abrazarla.

Cecil Brooks, voluntario y asistente desde hace mucho tiempo, también se acercó corriendo, con una sudadera en la que se leía: "Got Coquito?". Sonreía de oreja a oreja.

"Ahora viene toda esta gente de Nueva Jersey, de toda la ciudad, lo cual es increíble", dijo Brooks a Minaya, quien es de Spanish Harlem. "Pero me alegro mucho de que haya ganado alguien que es de nuestro barrio".

Taylor Robinson es reportera del Times y cubre el área metropolitana de Nueva York.