Xi Jinping ensalza el legado ‘rojo’ de China en una tierra arrasada por la hambruna en tiempos de Mao

Por Chris Buckley

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Una cartelera de propaganda dice: "Defender el comportamiento civilizado y erradicar los malos hábitos comienza conmigo", mientras un agricultor seca el trigo cosechado en un camino cerca de la aldea de Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Hace sesenta años, Más de la mitad de los aldeanos en Gaodadian murieron de hambre como resultado del gran salto hacia adelante de Mao Zedong. (Gilles Sabrié/The New York Times)
Una cartelera de propaganda dice: "Defender el comportamiento civilizado y erradicar los malos hábitos comienza conmigo", mientras un agricultor seca el trigo cosechado en un camino cerca de la aldea de Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Hace sesenta años, Más de la mitad de los aldeanos en Gaodadian murieron de hambre como resultado del gran salto hacia adelante de Mao Zedong. (Gilles Sabrié/The New York Times)

XINYANG, China — Terribles recuerdos del pasado revolucionario de China flotan por las suaves pendientes de los campos de trigo y pueblos esparcidos que el líder del Partido Comunista, Xi Jinping, visitó hace poco para conmemorar los setenta años transcurridos desde que Mao Zedong fundó la República Popular China.

Sin embargo, en su peregrinaje político, Xi no les rindió honor a todas las personas que perdieron la vida en la región de Xinyang durante la tumultuosa era de Mao.

Xi hizo una reverencia en señal de tributo frente a un monumento erguido para honrar a 130.000 combatientes de esta área central de China que ofrecieron su vida por la causa comunista. En cambio, en los informes oficiales sobre la visita ni siquiera se hizo mención del millón de campesinos que se calcula murieron de hambre en Xinyang tras la puesta en marcha del Gran Salto Adelante de Mao, que provocó la hambruna más extendida en la edad moderna.

La decisión de rendirle homenaje a ciertos grupos e ignorar a otros pone de relieve el autoritarismo con que Xi ha reformulado la historia de China.

Las ceremonias del aniversario número setenta revelan cuán profunda ha sido la intervención del partido para ajustar los acontecimientos del pasado de China de tal forma que reflejen la vuelta de Xi al tradicionalismo comunista (que el mandatario describe como revivir los “genes rojos” del partido). Esta versión presenta una enfática visión triunfante del pasado de China, así como de su futuro. Es un mensaje de patriotismo que resuena con muchos chinos, incluso en Xinyang, una región de condados y poblados rurales que experimentaron grandes sufrimientos en la época de Mao.

Un agricultor en la aldea de Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Hace sesenta años, más de la mitad de los aldeanos de Gaodadian murieron de hambre como resultado del gran salto hacia adelante de Mao Zedong. (Gilles Sabrié/The New York Times)
Un agricultor en la aldea de Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Hace sesenta años, más de la mitad de los aldeanos de Gaodadian murieron de hambre como resultado del gran salto hacia adelante de Mao Zedong. (Gilles Sabrié/The New York Times)

“Esta tierra roja se ganó con una lucha encarnizada y se pagó con la sangre de decenas de millones de nuestros antepasados revolucionarios”, proclamó Xi durante el homenaje a los “mártires” revolucionarios en Xinyang a mediados de septiembre, según un informe oficial. “Siempre debemos tener presentes los orígenes del poder rojo y atesorar la memoria de nuestros mártires revolucionarios”.

Durante sus siete años en el poder, Xi ha basado sus acciones en la convicción de que, para controlar a China, debe controlar su historia. Su gobierno ha trabajado con libros de texto, programas de televisión, películas y museos para amoldar los hechos a su narrativa de unidad nacional y renovación al mando del partido de hierro.

Bajo su liderazgo, el Partido Comunista ha fomentado la nostalgia revolucionaria y minimizado los conflictos de la era de Mao. Las celebraciones del aniversario, que culminarán el martes con un desfile militar en Pekín, han reforzado esta fantasía romántica de los pasados setenta años como una marcha prácticamente ininterrumpida de progreso económico y tecnológico, cuya magnificencia se celebra con gigantescos arreglos florales en Pekín. El lunes, Xi rindió honor a los restos de Mao conservados en un mausoleo en la plaza de Tiananmén.

El replanteamiento que Xi ha hecho de la historia de China cada vez deja menos espacio para reflexionar acerca de traumas como las decenas de millones de personas que murieron de hambre por todo el país entre 1958 y 1960. En los círculos académicos, esta postura preocupa, pues los expertos están convencidos de que China todavía tiene mucho que aprender de las calamidades de esa época.

Wu Yongkuan, quien construyó un monumento hace 15 años en honor a su padre y otros que murieron en la hambruna durante el Gran Salto Adelante de Mao Zedong, en la aldea de Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Setenta años después de que Mao fundó la República Popular, Xi Jinping visitó la región para reavivar las tradiciones revolucionarias. (Gilles Sabrié/The New York Times)
Wu Yongkuan, quien construyó un monumento hace 15 años en honor a su padre y otros que murieron en la hambruna durante el Gran Salto Adelante de Mao Zedong, en la aldea de Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Setenta años después de que Mao fundó la República Popular, Xi Jinping visitó la región para reavivar las tradiciones revolucionarias. (Gilles Sabrié/The New York Times)

En el pueblo de Gaodadian, en Xinyang, dos piedras montadas despliegan grabados los nombres de 72 personas que murieron de hambre en ese lugar, donde hay unos 120 residentes. El monumento, medio oculto entre los arbustos, es el único en la región dedicado a las víctimas de la hambruna causada por el Gran Salto, y bien podría ser el único en todo el territorio chino.

Algunos agricultores ancianos que viven cerca de ahí hablaron acerca de sus recuerdos: padres hambrientos y muertos por haber comido pasto que les obstruyó los intestinos; haber tragado hierba y corteza de árbol para espantar el hambre o rasgado almohadas para hervir y comerse las cascarillas de trigo de su interior; así como algunos casos de canibalismo, cuando los pobladores, famélicos, cortaron trozos de carne de los cadáveres.

“Este monumento servirá para difundir esta terrible lección, para que no se repita”, afirmó Wu Yongkuan, de 75 años, contador retirado que vive en el pueblo y erigió el monumento hace quince años, en especial para honrar a su padre, Wu Dejin. Este fue víctima de la hambruna tras haber sido denunciado por oficiales debido a que pidió más comida para otros residentes del pueblo.

Al lado de los nombres está escrita la siguiente dedicatoria: “Sus voces y rostros permanecen con nosotros, resguardados bajo el cobijo de la eternidad. Su dignidad y decoro se mantienen resplandecientes para siempre, modelos de integridad”.

Un gran retrato de Mao Zedong y un calendario con una imagen de Xi Jinping cuelgan en la pared de la casa de un aldeano en Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Hace sesenta años, más de la mitad del los aldeanos en Gaodadian murieron de hambre como resultado del gran salto de Mao. (Gilles Sabrié/The New York Times)
Un gran retrato de Mao Zedong y un calendario con una imagen de Xi Jinping cuelgan en la pared de la casa de un aldeano en Gaodadian en la región de Xinyang de la provincia de Henan, China, el 23 de septiembre de 2019. Hace sesenta años, más de la mitad del los aldeanos en Gaodadian murieron de hambre como resultado del gran salto de Mao. (Gilles Sabrié/The New York Times)

Con todo, la versión patriótica de la historia china presentada por Xi resulta atractiva para muchos, en especial en áreas rurales como la provincia Henan, donde, en general, la gente tiene posturas más conservadoras. La idea de que tienen a un “buen mandatario” en Pekín, un líder cuyas nobles intenciones solo se ven frustradas por los codiciosos burócratas locales, está muy arraigada. A pesar de estar todavía en proceso de sanar las amargas heridas de las privaciones sufridas durante el mandato de Mao, los ciudadanos no dejan de reconocerlo como el gran revolucionario que liberó a China y a sus campesinos.

Al mando de Xi, cada vez es menos aceptado exponer los reveses históricos del partido.

Poco tiempo después de su designación como líder del Partido Comunista a finales de 2012, Xi comenzó a hablar de un “sueño de China”, del surgimiento de la fortaleza nacional tras siglos de dominación extranjera. Denunció el “nihilismo histórico”, término que emplea el partido para referirse a relatos del pasado que insisten en concentrarse en los errores.

A pesar de su propia experiencia como hijo de un veterano del partido perseguido por Mao, Xi se ha empeñado en restablecer la reputación de Mao. En 2013, advirtió a los funcionarios de su gobierno que no debían olvidar lo que le sucedió a la Unión Soviética cuando los historiadores liberales arrasaron con su legado revolucionario.

“¿Por qué se desintegró la Unión Soviética? ¿Por qué se derrumbó el Partido Comunista de la Unión Soviética?”, preguntó Xi. Según explicó, una razón importante fue que sus líderes permitieron que se denigrara a Stalin, a Lenin y a la historia soviética.

“Debemos aprender la lección de su experiencia”, concluyó Xi.

Un monumento construido por Wu Yongkuan hace 15 años en honor a su padre y  a otros que murieron por hambruna. (Gilles Sabrié/The New York Times)
Un monumento construido por Wu Yongkuan hace 15 años en honor a su padre y a otros que murieron por hambruna. (Gilles Sabrié/The New York Times)

Desde hace algunos años, el acceso a los archivos está sujeto a muchas restricciones. Además, los funcionarios del partido urdieron un plan para asumir el control de una revista especializada en relatos sin maquillar de la historia del partido, y la transformaron en una publicación sometida a sus deseos. Así mismo, algunos escritores que tienen una opinión positiva de Mao han argumentado en revistas operadas por el partido que la hambruna del Gran Salto no fue tan grave como han asegurado algunos académicos, ni siquiera en Xinyang.

“Silenciaron a voces muy importantes”, comentó Hong Zhenkuai, historiador independiente que refuta la postura de quienes niegan la hambruna catastrófica. “Si no reconocemos los errores cometidos en el pasado ni reflexionamos en ellos, corremos el peligro de ignorar señales que la historia ya nos ha dado”.

Hacia el exterior, pocas provincias de China parecen más receptivas al mensaje tradicionalista de Xi que Henan, lugar que visitó antes del aniversario. Muchos pobladores, incluido Wu, expresaron admiración hacia Xi por ser un líder fuerte que sigue las huellas de Mao, e incluso en muchos casos pueden verse retratos de ambos líderes colgados en sus casas.

En 2016, un condado de Henan erigió una estatua dorada de Mao de más de 35 metros de altura. Los funcionarios solo la retiraron después de que se acumularon las críticas por lo llamativo de la efigie.

No obstante, la historia moderna de Henan también tiene una buena dosis de episodios desgarradores.

Además de la guerra y la hambruna, sufrieron terribles inundaciones en 1975, que dejaron un saldo de decenas de miles de muertos, cuando se derrumbaron algunas presas de construcción defectuosa después de una serie de tormentas. En los años noventa, la provincia sufrió una epidemia de SIDA que cobró decenas de miles de víctimas (aunque algunos expertos afirman que fueron muchas más) entre los campesinos pobres debido a que algunos funcionarios hicieron posible la transmisión del VIH a través de un esquema para comerciar con sangre contaminada. A los campesinos que vendían su plasma se les reinyectaban transfusiones de sangre sin plasma que, en muchos casos, estaba infectada a causa de la mala higiene en su manejo.

El hijo de Wu, Wu Ye, de 51 años, ayudó a su padre a construir el monumento a las víctimas de la hambruna en su pueblo natal. Comentó que no comprendió las dimensiones de ese sufrimiento sino hasta que se mudó a Estados Unidos y leyó un libro en chino sobre esa era, “Man-Made Catastrophe”, publicado en Hong Kong en 1991.

“En internet hay mucha gente que dice que son tonterías, que no es posible que hayan muerto tantos”, dijo Wu Ye en una entrevista telefónica desde Búfalo, Nueva York. “Quería demostrarles de alguna forma que sí sucedió”.

*Copyright: c.2019 The New York Times Company