Un pino enviado desde Australia, obras de arte y alhajas de oro y plata: así fue la fiesta más lujosa en la historia del Perú

La ‘pequeña’ reunión organizada por el entonces presidente José Rufino Echenique habría costado millón y medio de dólares actualmente.

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El Baile de La Victoria
El Baile de La Victoria (imagen de la web de Jorge Andujar)

Cada vez que hay una celebración en cualquier casa del Perú, los organizadores siempre tratan de dar entregar lo mejor para que su invitados se diviertan y la pasen de lo mejor. Claro, cada caso con los recursos que estén disponibles.

Pero hay situaciones, sobre todo cuando se trata de la alta alcurnia, que este tipo de reuniones pasan de ser simples fiestas a verdaderos acontecimientos sociales que marcan una época en la historia.

Tal como ocurrió la noche del sábado 15 de octubre de 1853, en la que ocurrió la celebración más grande que Lima haya visto desde su fundación. Como habrá sido de majestuosa que esta fiesta que el propio Ricardo Palma le dedicó unas líneas en sus célebres Tradiciones Peruanas, ya que él mismo fue uno de los afortunados invitados aquella velada tan especial.

El motivo

(Freepik)
(Freepik)

Para principios de la década de 1850, nuestro país vivía una inusual pero espléndida bonanza económica debido al guano que vendíamos al extranjero.

En ese sentido, el presidente de la república José Rufino Echenique decidió ofrecer un baile a os miembros del Congreso y a los vecinos más importantes de Lima.

Como era de esperarse, la prensa de oposición al presidente criticaron con dureza los excesivos gastos que se hicieron solo para los preparativos: hasta 60 mil pesos de esos tiempos solo en la reparación de la villa.

Más de mil caballeros se hicieron presentes, incluido el joven Palma. Por el género femenino 239 señoras y señoritas asistieron a tan magno evento.

Adornos por todos lados

(Club Social Casino de la
(Club Social Casino de la Victoria)

Otro de los dichos que se hicieron populares debido a la fiesta fue que todos los jardines de Lima se quedaron sin flores, pues todas fueron a parar a las puertas, paredes y corredores de la finca.

Desde la lejana Australia se había mandado a traer un enorme pino que fue colocado en el centro del gran patio.

A los lados del gran patio colocaron unos tabladillos sobre los cuáles había mesas y sillas. Ese fue el lugar escogido por senadores, ministros, diplomáticos, vocales de la corte suprema y otras autoridades para sostener sus tertulias.

Obras de arte

De acuerdo por el propio Palma, en la propiedad de los Echenique había otro salón decorado de manera hermosa por valiosas obras de arte como las pinturas del españoleto como Velásquez y Murillo; así como también de nuestro compatriota Ignacio Merino.

Al promediar la una de la madrugada, en pleno frenesí, se le dio media de descanso a los bailarines para que tomen algo para refrescarse. Durante ese tiempo, fue el turno de las sopranos italianas Clotilde Barilli y Elisa Biscaccianti de mostrar sus dotes para el bel canto. La orquesta estuvo dirigida magistralmente César Lietti.

El Bling bling del siglo XIX

(Biblioteca Nacional del Perú)
(Biblioteca Nacional del Perú)

Pero si algo se llevó la atención de todas las asistentes fueron las costosas joyas que las mujeres exhibieron esa noche. Alhajas de oro y plata fueron las preferidas de las señoras que pertenecían a la antigua aristocracia colonial.

Por su parte, las más modernas, o las ‘nuevas ricas gracias al guano’ no se quedaron atrás y lucieron con orgullo los lujosos vestidos.

Hasta en el mismo baño sobraba el buen gusto con costosas ornamentas orientales. Además, para quien lo necesitara, había una sala especial en donde la afamada costurera madame Dubreuil contaba con seis asistentas para reparar cualquier eventualidad con los vestidos de las damas.

La comida

(Rincón de la Historia Peruana)
(Rincón de la Historia Peruana)

En el Perú si no hay comida, no hay fiesta. Así de simple y siempre ha sido así. No importa que en esta ocasión haya salido a las 3 de la mañana, seguro estaba muy entretenida la fiesta.

Y como todo lo bueno tiene que terminar, el fin de esta fiesta llegó con el alba y con el baile del cotillón. Así se puso punto final a la más fastuosa y elegante fiesta que haya visto Lima.

Una de las consecuencias que trajo esta fiesta fue que las clases populares consideraron de derroche innecesario tanto lujo y hasta un insulto para los más necesitados.

Meses más tarde, esta fue usada como pretexto, entre otros desaciertos, para el inicio de la revolución liberal que terminaría con Echenique dejando el poder en 1855, cuando todavía le faltaban dos años más para culminar su mandato

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